CEDAF
En la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de 1992 se refleja la preocupación de que el sistema climático a nivel mundial es afectado por un aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera debido a la actividad humana. En este sentido, el Acuerdo de París de 2016 insta a reducir el aumento de las temperaturas a escala global entre 1.5 a 2 grados. Lo anterior, obliga a los países a ser resilientes para enfrentar de manera oportuna las amenazas del cambio climático.
Así las cosas, la transición a cero emisiones de carbono suponen un gran desafío para las economías, sobre todo para los pequeños Estados insulares como la República Dominicana. En este sentido, el abordaje al desafío climático tiene dos frentes: (i) mitigación y (ii) adaptación. En el primer caso, se busca reducir el impacto que las actividades diarias tienen en las emisiones de gases efecto invernadero, por lo que podemos decir que la mitigación procura atacar las causas que ocasionan el calentamiento del planeta. Sin embargo, dado el bajo impacto que tienen las emisiones generadas en la República Dominicana (menos de 1%) respecto al calentamiento global, cobra aún más importancia la segunda línea de acción, esto es, la adaptación. En este caso, el país cuenta con un Plan de Adaptación sustentando en seis ejes estratégicos, que van desde mejorar la seguridad hídrica y mejorar la seguridad alimentaria, procurar la competitividad empresarial de manera sostenible con el medio ambiente, creación de ciudades resilientes hasta conservar y utilizar de manera sostenible los recursos marítimos y costeros.
Es evidente que la puesta en marcha de la estrategia país supone la necesidad de disponer de una importante cantidad de recursos económicos y financieros. Los expertos locales estiman que el país necesitaría aproximadamente 18 mil millones de dólares para enfrentar el cambio climático, de los cuales 13 mil millones provendrían del financiamiento internacional y uno 4 mil millones del Estado dominicano. Sin embargo, si se adicionan los compromisos asumidos por el Estado en nuestra Contribución Nacional Determinada (CND), se requiere una inversión adicional estimada de 3.5 mil millones de dólares.
En la actualidad, el financiamiento climático de la República Dominicana procede de varias fuentes, a saber: (i) bilaterales, provenientes principalmente de Alemania, Francia, la Unión Europea, Estados Unidos, entre otros; (ii) multilaterales, como el BID, Banco Mundial, Corporación Andina de Fomento, Banco Centroamericano de Integración Económica, Climate Investment Fund y Climate Technology Fund; y (iii) Mecanismo de la CMNUCC, como es el caso del Fondo de adaptación, Fondo Mundial para Medio Ambiente, Fondo Especial para el Cambio Climático y el Fondo Verde del Clima.
En este contexto el Centro para el Desarrollo Agropecuario y Forestal (CEDAF) desarrolla juntamente con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales un proyecto para el “Fortalecimiento de la Autoridad Nacional Designada (AND), para la participación del sector privado y para la acreditación (CEDAF), como Entidad de Acceso Directo ante el Fondo Verde del Clima (FVC)”.
El Estado dominicano dentro de su estrategia de movilizar el financiamiento internacional y la inversión privada para propiciar un nivel bajo de carbono en el país, ha diseñado diferentes líneas de trabajo, que buscan generar las condiciones que permitan la movilización de recursos para financiar la acción climática. Dichas condiciones contemplan el fomento de la alianza público-privado, el diseño de planes sectoriales, la formación de recursos humanos y por supuesto el diseño de nuestra taxonomía, entre otras acciones. De manera paralela, el Estado trabaja en el desarrollo e implementación de instrumentos y/o proyectos para acceder al financiamiento climático a través de varios mecanismos como por ejemplo el canje de deuda por clima, la emisión de bonos verdes, así como el desarrollo de una banca nacional de desarrollo verde.
Todas estas acciones están encaminadas a dar cumplimiento a lo acordado por el país en su Contribución Nacional Determinada (CND), que no es más que el compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero al que se comprometió el país dentro del contexto del Acuerdo de Paris.
En virtud de lo anterior, los proyectos susceptibles de financiamiento serán priorizados en función de su aporte al cumplimiento de nuestra CND. Por ejemplo, hemos mencionado la emisión de bonos verdes. Estos son instrumentos financieros cuyos recursos son utilizados para financiar proyectos verdes. Ejemplo de este tipo de proyecto pueden ser: proyectos de energía renovables, construcción sustentable, agua, transporte limpio, agricultura, forestación, manejo de residuos, entre otros. Nuestro país ya cuenta con su Guía de Bonos Verdes, lo cual se traduce en una alternativa de inversión que protege el medo ambiente al tiempo que se fortalece nuestro mercado de valores.
Otro instrumento importante que se promueve en el mundo de las finanzas climáticas es el cambio de deuda por clima. Bajo esta modalidad se permite canjear deuda externa soberana de un país a cambio de financiar proyectos de conservación de la naturaleza. En el caso dominicano, las autoridades ya sostienen conversaciones para explorar este instrumento, el cual permitiría disminuir de manera importante los compromisos de deuda al tiempo que se trabaja en la conservación y/o protección al medio ambiente.
Otro elemento importante dentro de las finanzas climáticas tiene que ver con necesidad de educación y capacitación para generar empleos verdes, los cuales son trabajos y/o actividades en el mercado de bienes y/o servicios que contribuyen de manera importante con el cuidado y preservación del medio ambiente. En nuestro país ya se están realizando los análisis sectoriales correspondientes para la potencial conversión de más de 400 mil plazas de trabajo en empleos verdes.
Finalmente, el tema del cambio climático es un desafío que todos los Estados deben importantizar en sus agendas. En el caso de las economías insulares el desafío es aún mayor. Así las cosas, se necesitan recursos para operativizar la estrategia nacional de acción climática. Como hemos visto, las finanzas climáticas son trasversales a toda actividad que tenga al ser humano como protagonista, por lo que debemos continuar aprendiendo sobre ella e incorporarlas en nuestro quehacer cotidiano.