Conversando con la Ley 136-01 de protección a los menores

¡Por Dios, que pare esta ola de violencia y abuso contra tantas mujeres y adolescentes en nuestras escuelas y en la sociedad en general!

En el mundo de hoy los depredadores no andan ni por las montañas y mucho menos por los bosques, a propósito del cuento de Caperucita Roja. En la insatisfacción de sus ansías devoradoras ya no necesitan de grandes andanadas por esos lares en búsqueda de su nueva víctima. Las tienen como un menú permanente a través de las redes que, en su ingenuidad, se muestran. Ya no se visten de mansos corderos sino de hombres y mujeres con tizas y borradores en mano, administradores de la palabra sagrada, como incluso de paternidad “amorosa”. No es nuevo es solo que su ropaje se ha diversificado, pero siguen siendo lobas y lobos hambrientos buscando su nuevo manjar que sacie su lujuria y su crónica necesidad de “carne fresca”. Por supuesto, no tienen que esconderse detrás de una piedra o un árbol, sino delante de una pantalla o detrás de su función protectora o educadora.

((A propósito, el depredador de turno pasó por un concurso docente reciente, pues estaba en su primer año de ejercicio, acaso no debería el Ministerio de Educación, además de apoyar el curso que sigue la ley, revisar las pruebas psicológicas que éste tuvo que tomar en aquel momento, pues uno de sus amigos dice que no es la primera vez que el depredador ha actuado. Es decir, parece que estamos ante un modo de accionar.))

Ante los acontecimientos que envuelve el fallecimiento de la joven adolescente en la Provincia de La Altagracia, quise tener un conversatorio con la Ley de Protección a los niños, niñas y adolescentes, el instrumento legal por vocación, que sirve de marco para protegerlos de las y los depredadores de turno; pero también con los Medios de Comunicación que deberían ser instrumentos de eso, comunicar y educar, contribuyendo con el desarrollo de la conciencia ciudadana, en este caso, de protección, precisamente, de nuestras niñas, niños y adolescentes. Con ello solo procuro aclararme a mí mismo y quizás posibilitar algunas reflexiones que puedan ser de utilidad en medio de tanta náusea provocada ante los hechos contados por medios y redes.

¿Me podría decir quién es usted y para qué sirve?

Oh, por supuesto, yo soy la Ley 136-01, es decir, el Código que contiene el sistema de protección y defensa de los derechos fundamentales de niños, niñas y adolescentes, y estoy para garantizarles a todos ellos un ejercicio y disfrute pleno y efectivo de sus derechos fundamentales…

¡Ah! ¿sí?

Claro y por tanto, defino y establezco la protección integral de sus derechos regulando el papel y la relación entre el Estado, la sociedad y la familia y, por supuesto, toda persona que quede bajo el amparo de mí, que soy la Ley.

¿Y quiénes son esas personas?

No te lo imaginas, todas las personas menores de 18 años sin establecer ninguna diferencia por ninguna razón, así sea de raza, color, sexo, idiomas, pensamiento, conciencia, religión, creencias, cultura, opinión política o de otra índole, como tampoco posición económica, origen social, étnico o nacional, discapacidad, enfermedad, nacimiento, en situaciones de riesgo o cualquier otra condición de ellos y de sus padres, representantes o responsables o de sus familias.

¿Y con qué se come eso?

Bueno, hay un conjunto de principios, como por ejemplo el de prioridad absoluta[1] que plantea que el estado y la sociedad deben asegurar, con prioridad absoluta, todos los derechos fundamentales de ellos, a través de las políticas públicas, como recibir protección especial en cualquier circunstancia…

Usted habla del estado, de la familia, incluso, de la sociedad, ¿y qué le toca a cada quién?

Bueno, para eso están los principios de la Ley, sobre todo el VII, el VIII y IX que son muy claros: mientras el primero, el VII, dice que el Estado debe tomar todas las medidas administrativas, legislativas, judiciales y de cualquier otra índole, para garantizarles que disfruten de sus derechos de manera plena y efectiva, el segundo, el VIII, señala que las familias son las responsables en primer término de asegurarles ese disfrute, y el otro, el último, le toca a la sociedad y sus organizaciones ser garantía de los mismos. ¡Más claro de ahí…!

Hasta ahora, usted solo menciona derechos, ¿y de deberes qué?

Por supuesto que hay deberes y están contenidos en el Cap. I, Art. 2, que de manera resumida dicen que los niños, niñas y adolescentes deben honrar a la Patria a través de sus símbolos, sus héroes y heroínas, valorar y respetar a la familia, es decir, a sus padres, además de que deben ir aprendiendo a ser respetuoso de la libertad y la diversidad pensamientos y creencias. Así mismo, cumplir con sus responsabilidades escolares, familiares y comunitarias, como preservar el medio ambiente y cumplir y respetar las leyes.

Puedo observar que usted hace mención del derecho a la integridad, e incluso, a la restitución de derechos como a la denuncia cuando son abusados, ¿podría explicarme todo eso?

Claro, los artículos 12, 13 y 14 son los que especifican ese tema. El primero, el 12, señala que el derecho que tienen a su integridad personal, lo que significa el respeto a su dignidad, inviolabilidad de la integridad física, síquica, moral y sexual, incluyendo -óyelo bien- su imagen, identidad, autonomía de valores, ideas, creencias, espacio y objetos personales. El 13 por su parte, añade que en la defensa de esos derechos el Estado tiene la responsabilidad de hacerlo sin importar el medio que utilice en su contra, así sea la internet o cualquier otra vía electrónica. Y el último que es el 14, en resumen dice que toda persona adulta, tanto en la vida pública como privada, que tuviese conocimiento o sospecha alguna de una situación de abuso o de violación de derechos, están obligados a denunciarla ante las autoridades competentes, sin que eso le perjudique de manera legal respecto a la información que ofrezcan. Además, déjeme decirle que, en su derecho al honor, la reputación e imagen propia, a su vida privada e intimidad personal y familiar, bajo ningún concepto pueden ser objeto de injerencias arbitrarias o ilegales, ni del Estado, como de personas físicas o morales. ¿Okey?

Está duro eso…

Duro y curvero, y te digo, nadie puede alegar ignorancia, o ponerse a investigar a ver si es verdad… si le llega el rumor hágalo saber a la autoridad competente que es ella la que está destinada a investigar; de no hacerlo, usted puede caer en una situación delicada.

De manera específica, ¿hay algo que tenga que ver con las autoridades educativas, en cualesquiera de sus niveles y ámbitos?

Por supuesto, déjame decirte que no tengo uno, sino varios artículos que señalan las obligaciones para la preservación de la salud integral de todos ellos, como son los artículos 32, 45, 46, 47, 48, 49 y 50. Estas obligaciones van desde la necesidad de que la familia vele por todo lo dicho anteriormente, como a que se le ofrezca, según manda incluso la Constitución, acceso a una educación integral de calidad, que les permita desarrollar sus potencialidades y capacidades. Quienes tienen la función de dirigir los centros educativos, por ejemplo, tienen muchas obligaciones que cumplir -y si no, que renuncien- desde la más sencilla, su asistencia a clase, que después de dos faltas tienen que dirigirse a las familias o tutores, que de no hacer nada, deben llevar el caso al Consejo Nacional para la Niñez y Adolescencia (CONANI) que son quienes tienen la obligación de actuar en consecuencia. ¡Y esos del CONANI que se pongan las pilas! Pero también, deben contar con un régimen disciplinario que esté acorde conmigo, que soy la Ley principal de protección de ellos, que sea claro y conocido por todo el mundo en la escuela y la familia. ¡Nadie puede hacerse el loco y venir con aquello de que no sabía! Importante es que todos esos niños, niñas y adolescentes deben ser tratados con respeto y dignidad por parte de sus educadores. -Y usted señor o señora directora- tiene la obligación de estar atento a ello, como incluso es responsabilidad especial de los departamentos de Orientación y Sicología y Protección Escolar, tanto el de la Sede Central como el de las regionales, distritos y centros educativos. Todos ellos tienen que hacer todo lo necesario para hacer efectiva la protección de los derechos que le confiere la ley a todos ellos.[2]

¿Y quién asegura que todo esto se cumpla?

Ésa es otra historia, lo que sí es cierto que tienen que crearse todos los mecanismos legales y sociales para que eso sea posible. Para eso son importantes los reglamentos que sirven para la aplicación de la ley. Tu debes saber que en la gestión de los procesos legales intervienen unos sujetos complejos muy especiales y que a veces no miden circunstancias… por casualidad viste aquella película “El abogado del diablo”, si no, te la recomiendo. Pero prefiero, por ahora, no decir nada más.

Sabe usted que hay algo que me preocupa y que no lo encuentro cuando la leo, y es aquello que tiene que ver con los muchachos y la prensa, y más todavía, las redes sociales. No obstante, me puse a indagar y me encontré con un interesante documento avalado por UNICEF Panamá, donde se hacen reflexiones y recomendaciones al respecto. Por ejemplo, la necesidad de que la cobertura noticiosa sobre temas de niñez y adolescencia se haga desde un enfoque positivo y constructivo, que permita la comprensión de la realidad que estos viven para que, de esa manera, se contribuya a lograr cambios positivos en la vida de ellos. Se señalan mecanismos que puedan preservar la integridad y la honra de niños, niñas y adolescentes que están involucrados en hechos noticiosos, no incluyendo su nombre, su imagen, de tal manera que no puedan ser identificados. En esto juegan un rol importante periodistas, fotógrafos y editores.[3] El rating y la venta noticiosa nunca podrá estar por encima de los derechos consagrados en ellos. Por supuesto, esto no significa que se oculte ninguna información, pero es posible analizar e informar sobre los hechos sin necesidad de objetivarlos en la persona de los niños, niñas y adolescentes, como ocurre con tanta frecuencia.

Todo luce que los códigos deben ser desempolvados y empleados a fondo, me temo que se están traspasando límites que a todas luces violan los principios fundamentales de protección de los niños, niñas y adolescentes. Quizás también deberían activarse los comités de ética, sobre todo, en las escuelas, haciendo que toda la comunidad educativa, sobre todo el personal docente y administrativo tenga plena conciencia de su función bajo principios éticos, e incluso, morales. Quizás todo el personal de la escuela debería firmar un documento que especifique todo esto y, sobre todo, a qué se arriesga de violarlos.

Ojalá que la sensatez, pero sobre todo la justicia, prevalezca por encima de todo. ¡Y por Dios, que pare esta ola de violencia y abuso contra tantas mujeres y adolescentes en nuestras escuelas y en la sociedad en general!

[1] Principio VI

[2] Recuperado en Ley 135-06. (oas.org)

[3] Recuperado en Niñez en los medios de comunicación.pdf (unicef.org)

Fuente: acento.com.do

Explora y descubre de forma sostenible la historia y la cultura de la Ciudad Colonial

Bolívar Troncoso
Santo Domingo

Breve origen y evolución de la Ciudad Colonial: La Nueva Isabela, construida por Bartolomé Colón en la margen oriental del río Ozama, entre los años 1496-98, por mandato de Cristóbal Colón, cuyo nombre no fue de su gusto, lo cambió por Santo Domingo, nunca de Guzmán como es planteado por algunos autores, consignado  inclusive en la Constitución, error histórico que está corregido por investigadores  de la Historia dominicana, y el Instituto Geográfico Nacional José Joaquín Hungría Morell (IGN-JJHM) lo asume y difunde por mandato de su Ley 208-14.

Las causas que producen su traslado a la margen occidental del río Ozama fueron un ciclón y consecuente plaga de hormigas, la no existencia de canteras de rocas calizas para las edificaciones, la falta de agua potable, las dificultades de comunicación con el norte o Cibao, la parte oeste y el suroeste, donde se concentraban las zonas productoras de oro, madera, ganadería, etc.

La misma fue traslada por el gobernador Nicolás de Ovando en el año 1502, construida a cuadrícula como primada de América, logrando establecer varias primacías: Primada de América, primera ciudad del nuevo mundo a cuadrícula, catedral, fortaleza, tribunal, casa de piedra, entre otras.

Santo Domingo, Vista de la Fortaleza Ozama

Construcción de la muralla en el siglo XVII: La piratería en la América colonial se inició en el siglo XVI, por los corsarios, fruto de las guerras y conflictos entre las potencias conquistadoras y colonizadores, en especial Inglaterra y países bajos, con la finalidad de acosar al enemigo.

En el caso de la Ciudad Colonial, la invasión y ocupación de la misma sucedió en el año 1586 por el corsario Francis Drake, al servicio de Inglaterra. Durante un mes la ocupó, robando sus tesoros y las joyas de sus habitantes, abandonándola después de España pagar a Inglaterra 25.000 ducados. El terror y miedo creado por Francis Drake fue horroroso, llegando a disparar una bala de cañón que cayó sobre el techo de la Catedral Primada, no explotando, según la población de la época, por un milagro.

El período de conflictos e inseguridad de la piratería indujo a la construcción de las murallas de la Ciudad Colonial de Santo Domingo, durante el siglo XVII (1600).

Permanecieron en toda su extensión hasta la era de Trujillo, destruyéndola en su casi totalidad, para la construcción de la avenida Mella, la calle Palo Hincado y viviendas a lo largo de ambas calles.

Período republicano y el ciclón de San Zenón: El descuido a la Ciudad Colonial: Este ciclón afectó las construcciones coloniales, siendo una de las más afectadas el Alcázar de Diego Colón, mismo que duró en abandono por mucho tiempo, al igual que muchas otras edificaciones.

Proyecto de reconstrucción de las edificaciones de la Ciudad Colonial y declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco: La década del 1970 marca el inicio del proceso de reconstrucción de las edificaciones de la ciudad, contribuyendo con ello a la declaratoria de la misma como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, en el año 1990.

Ciudad Colonial, integración de las clases sociales: Con el planteado deterioro de la Ciudad Colonial, la misma albergó a familias de todas las clases sociales, al punto de existir casas coloniales ocupadas por muchas familias, a manera de una vecindad, como fueron los casos de las que están en el parquecito Padre Billini, Meriño con Billini. Este proceso se generalizó a partir de la muerte de Trujillo, al punto que la ciudad era una integración de clases sociales, proceso social poco visto.

La revolución del 1965 marcó el proceso de desintegración armónica de las clases sociales en la Ciudad Colonial, generado el mismo por las inclinaciones de las familias de escasos recursos y clase media a las ideas de los Constitucionalistas, y las familias adineradas a las fuerzas de ocupación, lideradas por los norteamericanos.

Las familias más pudientes, destacándose los apellidos sonoros, se mudaron al sector de Naco, construido a partir de esta fecha.

La Ciudad Colonial y la oferta turística

La artesanía: El desarrollo del turismo de sol y playa en el país, a partir de la década del 1980, con el tour a la Ciudad Colonial, desde los destinos de Puerto Plata y Punta Cana, generó una importante oferta artesanal, predominando la artesanía haitiana, dado el poco desarrollo de una artesanía o souvenir criollo, desarrollándose la oferta de Ámbar y Larimar, unido a la muñeca sin rostro, identificando la diversidad étnica del país, hoy marca artesanal dominicana.

La Ciudad Colonial se convirtió, desde ese entonces, en un importante mercado artesanal, unido a la transformación del Mercado Modelo de la Mella en centro artesanal. Las ferias artesanales anuales han contribuido a su desarrollo, así como también la gran cantidad de tiendas, conocidas comúnmente como Gift Shop a los mercados o tiendas artesanales.

Oferta de alojamiento: Esta cuenta con hoteles icónicos como: El Beaterio Casa Museo, Hodelpa Nicolás de Ovando, Hodelpa Caribe Colonial, Casas del Siglo XVI, Boutique Hotel Palacio, Catleya Hotel, Novus Plaza Hodelpa, Billini Hotel, Luca Hotel, entre otros.

El Alquiler de apartamentos, habitaciones, entre otras modalidades, liderado por uno de los grandes vendedores virtuales del mundo, Airbnb, se ha convertido en un verdadero boom de negocio en la Ciudad Colonial.

 Oferta museológica: Los de la época colonial más relevantes son los museos de Las Casas Reales, Alcázar Diego Colón, de la Catedral, del Mar o Atarazanas Reales y de la Porcelana.

Entre los museos contemporáneos se citan el de la Resistencia contra la tiranía de Trujillo, de la Familia Dominicana en la casa de Tostado, del Ron, del Ámbar, del Larimar, de Duarte, Trampolín, en la casa de Bastidas, entre otros.

Hay que destacar que la Ciudad Colonial agrupa la mayor concentración de museos del país.

Oferta de la gastronomía dominicana e internacional

La gastronomía dominicana actualmente está viviendo un boom, siendo la Ciudad Colonial una de las zonas de la capital nacional con oferta de Alta Cocina o Nueva Cocina Dominicana a través de los restaurantes Jalao y Buche Perico. A ello se une la presencia de oferta gastronómica internacional y criolla de alta calidad con los restaurantes Maraca, Pate Palo, Ángel, Lulú, La Alpargata, Mamey, M7, La Locanda, Naca´n, del hotel Mosquito, entre otros

Finalmente, su diversidad de oferta la consolida como el primer destino de Turismo Cultural del país.

El autor es director  del Instituto Geográfico Nacional José Joaquín Hungría Morell (IGN-JJHM), Presidente de la Sección Nacional Dominicana del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), organismo especializado de la OEA.

Enamórate de la naturaleza: ¡Protégela!

 

Yvonne Arias. 
MSc. Directora Ejecutiva Grupo Jaragua

La naturaleza provee todo lo que los seres vivos necesitamos para vivir. Son sus bienes y servicios ambientales fundamentales los que ofrecen la oportunidad de que nos mantengamos vivos y disfrutemos de bienestar.

La garantía de que tengamos una calidad de vida adecuada depende de qué tan sana se encuentre nuestra madre tierra. Podemos citar la disponibilidad y acceso a aire puro, agua potable, alimentos sanos, materia prima, energía renovable, espacios idóneos para el disfrute y oportunidad de aprendizaje e investigación, entre muchos otros.

Los beneficios de la naturaleza pueden ser tangibles, que es cuando podemos tocarlos y percibirlos, de manera clara y precisa, la calidad y cantidad de esos bienes o productos ambientales, puede ser medida e incluso valorada. Son intangibles cuando no pueden ser tocados, y son difíciles de cuantificar y valorar. Para no dañarlos o alterarlos merecen extraordinario respeto.

La frase Sólo podemos amar aquello que conocemos y sólo podemos proteger aquello que amamos” parece simple, pero su significado debería ser analizado, difundido y asumido de manera cotidiana. Mientras tanto es esperanzador pensar que, precisamente porque no conocemos la cantidad y/o el valor de un servicio ambiental, deberíamos ser respetuosos, ya sea por ética, compasión o cualquier principio, valor o sentimiento.

Los servicios ambientales han existido siempre y cuando un país es consciente de su importancia los estudia y valoriza. Toma en cuenta la generación de oxígeno, la regulación del clima, la reducción del impacto de los gases de efecto invernadero, la captación y filtración del agua, la protección de la biodiversidad, el refugio de vida silvestre, la retención de suelo, la belleza escénica, entre otros.

Para lograrlo nuestras acciones cuentan

Los grandes problemas ambientales como el calentamiento global, la crisis de la biodiversidad, la desertificación y sequía, el daño que causan las especies invasoras, entre otros, afectan nuestra calidad de vida. Por esta razón, ante tan grandes retos, tenemos una gran responsabilidad. La disminución (y la calidad) de los alimentos, de la disponibilidad de agua limpia, la merma en la regulación de las enfermedades y el aumento de problemas causados por el calentamiento global deberían ser suficientes ejemplos para que contribuyamos a proteger la naturaleza.

Los malos hábitos de consumo (alimentos, producción y manejo de residuos, uso de energía proveniente de combustibles fósiles, transporte excesivo e inadecuado, entre otros) afectan severamente la calidad de nuestro ambiente, contribuyen a su deterioro y afectan nuestra calidad de vida.

La conciencia ambiental es una filosofía de vida que se preocupa por el medio ambiente, lo protege para conservarlo y garantizar el equilibrio ecológico. Solo con echar un vistazo al ambiente que nos rodea será suficiente para darnos cuenta de la crisis.

Entender la importancia del medio ambiente y la situación en la que se encuentra actualmente es el inicio para motivar la toma de acción frente al cambio climático y a la pérdida de la biodiversidad. Sus impactos son cada vez mayores y las consecuencias cada vez peores. Ambas situaciones afectan directamente a la niñez y a la juventud, sobre todo en los estados insulares pequeños y en desarrollo, como es La Española.

Opinar y actuar es camino

El futuro que queremos tiene que ser construido sobre la base del conocimiento, la educación y la sensibilización a las generaciones actuales. La orientación debe provenir de personas adultas conscientes, que, aunque no sean éstas las únicas responsables de esta debacle, son idóneas para encaminarles hacia el éxito y lograr que se conviertan en multiplicadores, tanto de su generación, como de personas adultas. Aunque según especialistas en conducta humana, cambiar patrones en personas adultas no es una tarea fácil y el esfuerzo tendría que ser mayor para superar esta crisis ambiental que hemos provocado.

Definitivamente la niñez, la adolescencia y la juventud, son la esperanza para tener un mejor planeta en que se pueda vivir con armonía y equidad. Tienen energía, curiosidad, acceso a tecnología, disponen de mucha información y están ávidos de comunicarse, a través de las redes sociales y otros medios. Como son quienes sufrirán los impactos negativos de la crisis ambiental, sus acciones e involucramiento a favor de la naturaleza son imprescindibles para lograr un equilibrio que impacte de manera significativa una mejor calidad de vida.

Un ejemplo excelente a seguir es la joven Greta Thunberg que en 2018 (con 16 años), desató un movimiento mundial de niños/as en edad escolar, para exigir mayores medidas de los gobiernos para luchar contra el cambio climático. Su preocupación por los problemas ambientales tiene un alcance que desborda las fronteras de Suecia, su país natal, y alcanza el nivel global. El 17 de enero 2023 esta valiente joven fue detenida en Alemania durante una protesta frente a una mina de carbón.

Actualmente jóvenes participan activamente en las Conferencias de las Partes (COP) sobre la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la Convención de Diversidad Biológica, entre otras cumbres, donde se reúnen los países miembros a revisar los avances y a tomar decisiones sobre cómo resolver o manejar la crisis ambiental.

Para que los problemas ambientales sean resueltos o al menos manejados, es imprescindible identificarlos. Podemos empezar por nuestro entorno con la participación de toda la comunidad educativa y el liderazgo de docentes y estudiantes. La manera más lógica es utilizar el método científico, que incluye observación, planteamiento del problema, hipótesis, diseño experimental, experimentación, análisis de resultados, conclusiones e informe. Luego de concluido este proceso se plantean posibles soluciones, se elabora un plan de acción que incluya con objetivos, actividades, fechas, responsables e indicadores (físico, químico, biológico, social o económico, que permiten evaluar la información que se tiene en un tiempo) que puede ser cuantitativos (parámetros) o cualitativos (observaciones y percepciones). Estos son importantes para evaluar la eficacia de las intervenciones y tomar decisiones por lo que deben ser de calidad y fiables, ser manejados y comprendidos con facilidad, puedan ser cambiados y ser específicos, con el objetivo de que o se den diferentes interpretaciones.

Para empezar a actuar es importante tener en cuenta que vivimos en una isla singular, rica en recursos naturales, habitada por una alta población humana con serias carencias materiales, muchas limitaciones educativas y una demanda cada vez mayor de recursos naturales.

Las dos naciones que la comparten, La Española, están expuestas a los efectos producidos por el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad (que implica la disminución del acervo biológico y genético), la deforestación, los incendios forestales, la cacería y pesca indiscriminadas, el comercio ilegal de especies en peligro y los impactos negativos de las especies invasoras, entre otros.

Ante una realidad tan compleja es necesario plantear nuevos esquemas de gobernanza democrática, con enfoque de política integral, que garantice el bienestar humano y logre un equilibrio entre nuestro entorno ambiental y el desarrollo socioeconómico. Para avanzar es fundamental el involucramiento de la ciudadanía en la toma de decisiones, bajo principios de representatividad, diversidad, participación efectiva en la toma de decisiones, transparencia y rendición de cuentas, entre otros.

¡Siempre vale la pena involucrarnos, es nuestra responsabilidad reparar o remediar el daño, para el propio bien, el de la familia y la comunidad! 

(+) Apoyo

Auspician:

Ministerio de Educación, Propagas, Fundación Propagas.

Con la colaboración de la Fundación Popular, Autoridad Nacional de Asuntos Marítimos (Anamar), Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Instituto Geográfico Nacional José Joaquín Hungría Morell, Defensor del Pueblo, Grupo Ramos, Grupo Jaragua, Consejo Nacional para el Cambio Climático y Mecanismo de Desarrollo Limpio, Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio (Inafocam), Junta Central Electoral (JCE), Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, EducaSID, Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos y la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode).

Consume con responsabilidad: reduce, reutiliza, recicla y recupera

Izaskun Uzcanga
Santo Domingo

La educación para el desarrollo sostenible (EDS) es un proceso de formación continua de una ciudadanía informada e implicada, que disponga de herramientas creativas para la resolución de los problemas, una cultura científica y social, y el compromiso de protagonizar actuaciones responsables, tanto individuales como colectivas. Estas actuaciones ayudarán a garantizar un futuro sostenible considerando todos los ejes de la sostenibilidad: social, ambiental y económica.

El objetivo de educar bajo esta perspectiva de desarrollo sostenible busca ayudar a los niños y jóvenes a evaluar críticamente el consumo de cosas, determinar sus necesidades y sus deseos y reconocer su rol en la sociedad mediante el análisis del ciclo de vida de diferentes objetos.

En la educación para el Desarrollo Sostenible, el conocimiento debe llevar a la acción

La educación para el desarrollo sostenible tiene el potencial necesario como herramienta para construir unos puentes más sólidos entre las escuelas y las comunidades. Aunque la expresión «educación para la sostenibilidad» se ha ido construyendo a partir de la educación ambiental, actualmente se nutre también de distintos movimientos como: la educación global, la educación económica, la educación para el desarrollo, la educación multicultural, la educación para la conservación, la educación al aire libre, la educación sobre el cambio climático y otras. La educación para el desarrollo sostenible es por tanto amplia y abarca distintos enfoques.

El reto que se nos presenta es el de fomentar y apoyar programas amplios, cuyas personas destinatarias asuman el compromiso de mantener comunidades sostenibles desde el punto de vista social, ambiental y económico. Hasta la fecha, el trabajo ha sido realizado en gran medida, por la educación ambiental. En el futuro, este trabajo debería centrarse en la educación global, en cuyo marco el desarrollo sostenible constituye un componente esencial.

La Tierra es nuestro hogar. Dependemos de ella para nuestra existencia de muchas maneras. Sus recursos nos alimentan y nos proporcionan los materiales para mantener nuestra forma de vida. Incluso los pequeños cambios en los sistemas de la Tierra han tenido influencias importantes en las sociedades humanas y en el curso de la civilización. Comprender estos sistemas y cómo interactúan con nosotros es vital para nuestra supervivencia.

¡Revisando nuestros residuos!

Cada vez más, vemos que los residuos que producimos los seres humanos están hechos de plástico: empaques de alimentos, utensilios de aseo e incluso textiles, están hechos de plástico y sus derivados.

Un buen porcentaje de estos residuos terminan en los ríos y en los océanos. Seguramente han visto imágenes y videos de animales marinos que han muerto por comer plástico o que han sido atrapados en los residuos que flotan en nuestros océanos.

Comprender los impactos de este material en los ecosistemas marinos es una tarea que realizan biólogos e ingenieros ambientales.

Estos, con ayuda de otras disciplinas como la mecánica y el análisis de datos, pueden monitorear el plástico en el planeta y pensar en soluciones para limpiar nuestros mares. Por ejemplo, una fuente de contaminación por microplásticos son los productos cosméticos y de aseo, muchos productos de aseo contienen micro perlas que son partículas de menos de 1 mm de diámetro. Estas partículas están hechas de polietileno o de otros plásticos. Estas perlas se usan en cremas exfoliantes, dentífricos y productos de salud.

También es importante destacar que no todos los desechos se pueden reciclar y no se les manipula de la misma manera y en muchos lugares se usan diferentes zafacones para los diferentes tipos de residuos.  Separar a mano los diferentes residuos reciclables puede ser tedioso, en muchas casas no hay espacio para tener 4 zafacones diferentes y al final resulta muy complejo reciclar. Sin embargo, y aunque al final el traslado de estos residuos los haga el mismo camión, el trabajo de separación, una vez que llega al vertedero, es más fácil si hacemos una clasificación de estos desperdicios en nuestros hogares.  En nuestro país existen muy pocas plantas para la separación de los residuos, y este es un trabajo que queda en manos de los llamados “buzos”, quienes son personas que recuperan cosas de valor que pueden ser recicladas o reutilizadas.

A menudo usamos materiales que contaminan y que podrían ser reemplazados. El diseño industrial y la química de alimentos son carreras que cooperan en desafíos como el de cambiar los empaques.  Es importante entender aspectos sobre los materiales, pero también sobre las propiedades de los alimentos y además crear productos que sean atractivos y que ayuden a vender los productos. Una combinación de ciencia, tecnología, artes y mercadeo está detrás de muchos de los empaques de alimentos que consumimos.

Las personas usamos cientos de objetos hechos de plástico en nuestras vidas diarias y este material no se descompone naturalmente.  Una buena cantidad del plástico que inunda nuestro planeta viene de los empaques de alimentos. En los últimos años hemos aumentado considerablemente el empaquetado de la comida para mejorar su calidad, facilitar su transporte y hacerla más atractiva.

El plástico es el material más usado para empaquetar los alimentos, pero, ¿puede este material ser reemplazado por otras formas más amigables con el ambiente? Ingenieros, diseñadores y otros profesionales investigan todos los días para ofrecer alternativas ecológicas a los empaques de los alimentos.

El papel de los científicos es comprender cómo se descomponen los diferentes materiales. Los microbiólogos estudian los hongos y bacterias que descomponen los residuos, incluso algunos no orgánicos como derivados del petróleo. Los microorganismos tienen capacidades metabólicas excepcionales que nos pueden ayudar a limpiar el planeta.

Una vez los desechos de la escuela son recogidos, estos van a diferentes centros de acopio. Algunos van a plantas de reciclaje, otros a rellenos sanitarios, otros son dejados en botaderos al aire libre.

¿Qué les pasa a los residuos cuando se dejan al aire libre? ¿Cambian todos de la misma manera?

Los materiales se descomponen debido a los factores naturales; los microorganismos, el agua, el viento, entre otros, van descomponiendo el material hasta que las materias primas vuelven a la naturaleza. Sin embargo, este proceso puede ser muy largo para algunos materiales.

Desde la antigüedad, los seres humanos han observado que los suelos sanos y fértiles suelen tener muchas lombrices, pero solo hasta comienzos del siglo pasado, se empezaron a usar estos animales como una tecnología para el mejoramiento de la calidad del suelo.

La lombricultura es una tecnología que se usa ampliamente para mejorar la calidad del suelo y para disponer adecuadamente los desechos orgánicos. Un animal en particular trabaja muy duro para reciclar los nutrientes y ofrecer a las plantas un suelo fértil. Por supuesto, estamos hablando de las lombrices de tierra. Muchos cultivos usan ahora la lombricultura para obtener estos beneficios. Por un lado resuelven el problema del manejo de residuos vegetales y por el otro obtienen abonos orgánicos (humus) que alimentan sus cultivos y bajan los costos de comprar fertilizantes químicos.

La ingeniería agrícola se ocupa de llevar las mejores tecnologías y prácticas para mejorar la producción en el campo, incluyendo la producción de humus o de gas para otros procesos a partir de desechos. Las plantas necesitan suelo fértil para crecer y muchos de esos nutrientes vienen del proceso que hacen pequeños animales del suelo.

Como ves, nuestros hábitos de consumo nos conectan con el mundo y con otras personas, por ejemplo, mediante las cosas que compramos, tenemos y desechamos. A veces pensamos que comprar o pedir algo es una situación que solo nos afecta a nosotros y a nuestra familia, pero que incluso, actos pequeños como comprar un dulce o un juguete puede tener un gran impacto, sobre todo si pensamos que en el mundo viven miles de millones de personas que también compran y desechan cosas. Podemos cambiar nuestros hábitos, consumiendo menos cosas, siendo conscientes de lo que compramos y reusando algunos objetos.

Podemos llevar a cabo algunas acciones, por ejemplo, formar un club ambiental en tu institución educativa o hacer anualmente campañas para reducir el uso de recursos. El desarrollo sostenible es una necesidad de todos, y solo si nos hacemos conscientes desde jóvenes que nuestras acciones tienen impactos más allá de lo inmediato podremos actuar para garantizar un futuro mejor. El consumo es nuestra forma de actuación más sencilla pero también más frecuente.

Cada vez que compramos o desechamos algo nos conectamos con el mundo y de la misma manera, cada vez que elegimos consumir de forma más responsable ayudamos a nuestro planeta.

Fuente: Guía de Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible Fundación Propagas

Fuente: Informe Anual Fundación Propagas 2019-2020

Fuente: Libro Concurso Literario Letra Natural. Fundación Propagas.

Fuente: https://www.elmundoecologico.es/wp-content/uploads/2021/01/cuanto-tiempo-tardan-en-desaparecer-los-residuos-1920×2765.jpg

 

 

Restaurar los océanos: ¿Qué podrías hacer tú?

Andrea Valcárcel Abud
Autoridad Nacional de Asunto Marítimos (ANAMAR)

 ¿Y si nuestro planeta se llamara ‘Océano? No es tan descabellada la idea. Usamos el término “la Tierra”, cuando en realidad tres cuartos de la misma está cubierta por nuestros océanos. Los océanos son masas de agua salada que, aunque están interconectadas, se dividen por los continentes en los Océanos Atlántico, Pacífico, Índico, Ártico y Antártico.

Un mundo de aventuras y diversidad

Si alguna vez has ido a la playa, lo más seguro es que hayas visto muchos seres vivos, desde los peces más pequeños hasta las algas más largas y viscosas. En los océanos, podemos encontrar un sinfín de animales, plantas y microorganismos, todos con sus particularidades y funciones, esto es conocido como biodiversidad. La biodiversidad marina es la variedad de vida en los océanos y mares, y esta mantiene el funcionamiento saludable del planeta y proporciona servicios que sustentan la salud y el bienestar humano. Los océanos son una de las principales reservas de biodiversidad del mundo, conteniendo aproximadamente 250,000 especies conocidas y muchas más por descubrir, ya que todavía no se han estudiado más de dos tercios de las especies marinas del mundo.

Pero ¿para qué cuidar los océanos?

Los océanos y la vida que contienen son fundamentales para el funcionamiento saludable del planeta, ya que plantas y microorganismos que viven en él nos suministran la mitad del oxígeno que respiramos (¡aún más que los bosques terrestres!) y absorben anualmente un cuarto de las emisiones de dióxido de carbono emitidas a la atmósfera. Son el verdadero pulmón del mundo.

A través de la historia se han desarrollado muchos asentamientos humanos cerca de la costa; con el 38% de la población mundial viviendo a menos de 100 km de la costa, el 44% a menos de 150 km, y el 67% a menos de 400 km. Más de la mitad del total del producto interno bruto del mundo entero es dependiente del océano y de las zonas costeras.

Gracias a los océanos contamos con una de las fuentes de alimentos más antiguas. En él, se ha desarrollado la economía internacional. Siendo el centro y el medio de diversas actividades económicas, los océanos son utilizados para la explotación y el transporte de materia prima. En la República Dominicana, el Océano Atlántico y el Mar Caribe nos han posicionado como punto clave para el turismo de playas en el Caribe. En fin, el océano nos proporciona con un sinnúmero de recursos y por eso debemos cuidarlo, de eso no hay duda.

¿Por qué peligran los océanos?

Muchas de las mismas cualidades que nos inspiran a cuidar nuestros océanos, son las que lo ponen en peligro. Sí, ya sabemos que los océanos suministran la mitad del oxígeno que respiramos y que son capaces de absorber dióxido de carbono, sin embargo, se le ha puesto tanta presión que ya no dan abasto. La contaminación ha deteriorado los ecosistemas de plantas y algas marinas que producen oxígeno y el cambio climático ha aumentado el nivel de dióxido de carbono al punto que los océanos se vuelven más ácidos todos los días, así afectando a los seres vivos que viven en él.

Los botes y demás embarcaciones que han hecho posible el descubrimiento de los continentes y el impulso de la economía internacional también son los responsables de mucha contaminación y del deterioro de los arrecifes y demás ecosistemas que se ven arrasados por las anclas de los botes y por diversos impactos y choques que pueden tener estas embarcaciones con el fondo marino. Sabemos lo rico que puede ser comer pescados y mariscos, pero no consideramos el daño que hacen algunos pescadores para conseguir estos recursos, recurriendo a redes de arrastre y a la pesca con explosivos que perjudican y, a veces, hasta destruyen los sistemas arrecifales. Entonces, en resumen, si preguntan que por qué peligran los océanos, la respuesta es por nosotros, los seres humanos.

Científicos en acción

Pero no todo está perdido. Hay muchísimos científicos que están tomando acción para salvar los océanos. Para contrarrestar la acidificación de los océanos por altos niveles de dióxido de carbono, se han lanzado iniciativas utilizando minerales, como el olivino, que son capaces de capturar el dióxido de carbono por sus propiedades químicas. De igual manera, se ha incentivado la protección de los ecosistemas marinos más críticos, especialmente los responsables de la producción de oxígeno masiva que acontece en los océanos. Como respuesta de la contaminación, se organizan limpiezas de playa y limpiezas submarinas, y se ha impulsado legislación que penaliza esta contaminación.

Para rehabilitar el daño hecho por botes y pesca destructiva, se han desarrollado diversos métodos de restauración arrecifal, todas respaldadas de la reproducción sexual o asexual de los corales en viveros marinos. De igual manera se incentiva la utilización de boyas de amarre para evitar el uso de anclas en zonas donde los arrecifes y demás ecosistemas marinos se pueden ver afectados.

La regla de las 3R y los océanos

¿Conoces la regla de las 3R? El término ‘3R’ es utilizado para que se nos haga más fácil recordar los pilares del consumo responsable: Reducir, reciclar y reutilizar. Esta regla es esencial para la conservación de los océanos, ya que nos ayuda a prevenir que se sigan contaminando. Desde casa, podemos reducir nuestra compra de productos que generan plásticos de un solo uso, podemos reciclar las botellas de plástico PET y los Tetrapak llevándolos a centros de acopio correspondientes, y podemos reutilizar los envases de cartón y demás materiales para hacer manualidades y tareas en casa y, si no vemos en la necesidad de utilizar las fundas de plástico en los supermercados y colmados, podemos guardar estas fundas para utilizarlas cuando vayamos a comprar de nuevo. Todas estas acciones llevan a un océano más limpio para todos.

Otras acciones que puedes tomar en casa

Si no puedes reciclar directamente, puedes separar la basura en residuos reciclables, como son las botellas de plástico PET y los Tetrapak, y en residuos no reciclables y orgánicos, para que así los que si pueden reciclar las botellas y demás envases los encuentren con mayor facilidad.

También, cuando vayas a la playa con tu familia, asegúrate de dejarla mejor de lo que la encontraste: no dejes basura, no te lleves conchas ni suvenires naturales y, si encuentras alguna basura, aunque no la hayas dejado tú, ¡ayuda al medioambiente recogiéndola! Las conchas y todo lo que puedes encontrar en la playa (¡menos la basura!) tiene su propósito y son necesarios para que el océano siga funcionando adecuadamente.

¡Aún no es demasiado tarde para actuar! ¡Aun podemos tomar medidas para que los océanos sigan siendo el verdadero pulmón del mundo!

(+) Apoyo 

Auspician:  Ministerio de Educación, Propaga, Fundación Propagas.

Con la colaboración de la Fundación Popular, Autoridad Nacional de Asuntos Marítimos (Anamar), Instituto Panamericano de Geografía e Historia, Instituto Geográfico Nacional José Joaquín Hungría Morel, Defensor del Pueblo, Grupo Ramos, Grupo Jaragua, Consejo Nacional para el Cambio Climático y Mecanismo de Desarrollo Limpio, Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode) y Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

La Escuela Planeta Tierra: ¿una ficción?[1]

Esta historia la inspiran muchos directores y directoras, como comunidades educativas que he conocido en mis años en educación y que me mostraron que siempre era posible una mejor educación.

Por JULIO LEONARDO VALEIRÓN UREÑA

Se llamaba Juan y su mejor amiguita Miguelina. La escuela fue su lugar de encuentro y allí fue creciendo su amistad que aún hoy, después de varios años, permanece. Ambos están en el sexto grado de primaria y cada día ir a la escuela, es un gran motivo de alegría.

  • Mami, mami apura que quiero llegar temprano a la escuela, era la petición casi a diario de Juan, lo que su mamá casi no comprendía.
  • ¿Y cuál es tu afán?, generalmente era el comentario de ella.
  • Oh mami, me gusta juntarme con mis amigos y ver quienes hicieron la tarea.

Como Miguelina y Juan, otros niños y jóvenes estudiantes también se habían conocido en la misma escuela. Entre ellos reinaba un ambiente muy positivo y cuando ocurrían situaciones de disgusto contaron con la maestra, Patria, que aprovechaba esas circunstancias para ponerlos a reflexionar sobre el problema que había pasado y de cómo afrontarlo. La profe era una maestra de unos 40 años que, con una formación magisterial sólida, pero, sobre todo, con una formación humana que mostraba a diario en el trabajo de clase, como en las reuniones de profesores y, sobre todo, con las familias que acudían con regularidad a la escuela. Siempre se mostraba amable con los demás, rasgo que toda la comunidad educativa reconocía en ella. Era una inspiración. De esa manera, iban aprendiendo distintas maneras de afrontar los problemas y, por supuesto, iban aprendiendo que eran posibles soluciones amistosas de las cuales aprendían mucho.

  • Equivocarnos es de humanos, decía ella, lo importante es que podamos ver por qué suceden las cosas y buscar juntos las mejores soluciones.
  • Si profe, decía Pedrito, tenemos que aprender de nuestros errores ¿no? Es lo que siempre usted nos dice.
  • Así es Pedrito, los errores siempre nos enseñan muchas cosas, pero si no lo hablamos, imagínate ¿cómo nos vamos a dar cuenta?

La Escuela Planeta Tierra estaba enclavada en un barrio muy pobre y, por supuesto, las familias que tenían a sus hijos e hijas estudiando en ella, también lo eran. Tanto las madres como los padres, en su mayoría, eran chiriperos, es decir, “empleados ocasionales”, aunque algunos que habían estudiado en la misma escuela y siguieron estudiando alguna carrera técnica y universitaria, todos ellos hacían grandes esfuerzos por mantener a sus hijos e hijas en la escuela. Reconocía lo importante de educarse.

  • No quiero que Pedrito siga mis pasos, no. Quiero que estudie, termine y vaya a la universidad…

Era el pensar de Ramiro, hombre bajito que salía muy temprano del barrio para ver con qué mantener a su familia. Su mujer, pensaba igual, y junto a Ramiro se mantenía siempre alerta para que sus tres pequeñines siempre fueran a la escuela. Ella había completado la primaria en el campo del cual venía, pero la situación se puso tan difícil que no tuvo otra que buscar suerte en la capital a casa de una tía, hermana de su mamá, que había venido años antes por las mismas razones.

  • Le pido a dios que los cuide y proteja, que de lo demás me encargo yo… era el pensamiento que Tina siempre tenía presente, cuando de sus hijos se trataba.

Hay que decir, para comprender mejor la situación, que en La Escuela Planeta Tierra su directora era una mujer de algo más de 50 años, Matilde, que había estudiado magisterio y desde hacía ya 5 años ganó el concurso para directores que hace el Ministerio de Educación, alentada por sus propios compañeros y compañeras que la animaron por el liderazgo que ella ya tenía ganado en la escuela.

  • Tú tienes que participar en el concurso, recuerda que Daniel se jubila y nos vamos a quedar sin director, así que echa pa´lante que aquí todos te vamos a apoyar.

Ése era el pensar de la mayoría de sus compañeros de la escuela. Daniel había logrado desarrollar en la comunidad educativa de la escuela un alto compromiso con la misma. No había una reunión del Equipo de Gestión, de la asamblea de profesores, pero también de las reuniones de padres, madres y amigos de la escuela en que él no animara e insistiera en que la educación era una responsabilidad compartida y que la escuela tenía que ser y mantenerse siempre como la esperanza para que los niños y niñas del barrio pudieran estudiar una carrera técnica o ir a la universidad. Pero que para ello había que cuidarla, mantenerla siempre limpia y organizada, que no era posible que un niño o una niña de la escuela no aprendiera a leer y pensar, que esa era la gran responsabilidad que todos ellos tenían y que, además, eso estaba por encima de cualquier cosa. Ése era el decir constante de Daniel y que siempre remataba con su frase preferida: “aquí no tenemos tiempo para perder el tiempo”.

La escuela era un gran espacio de participación de todos, y eso él lo había confirmado y desarrollado mucho más en la Escuela para Directores. Allí, en contacto con otros tantos directores y directoras con los cuales pudo compartir experiencias, fue fortaleciendo su idea de que su escuela tenía que poner la diferencia. Por eso organizó los organismos de participación, tanto de estudiantes como maestros; le puso mucho empeño a la Asociación de Padres, Madres y Amigos de la Escuela, pero también se reunió con las organizaciones de la comunidad, las iglesias y con líderes del barrio para que todos juntos asumieran la escuela como el proyecto más importante del barrio… y definitivamente que lo había logrado. Y no era que no hubiese problemas de muchos tipos, pero pudo mostrar que juntos todos y con un propósito común, las cosas eran diferentes. Así que Matilde, la directora que llevaba el liderazgo de la Escuela en este momento era la consecuencia del trabajo que Ramiro inspiró.

La historia de Miguelina y Juan era la historia de prácticamente todos los niños, niñas y jóvenes que estudiaban en la Escuela Planeta Tierra. Era tal el clima que reinaba en la escuela que prácticamente todos los días había que “sacar a los muchachos y muchachas” de la escuela. Era el sentir del personal de la escuela. Si algo había en todos ellos era el orgulloso por su escuela, que los hacía cuidarla y mantenerla limpia.

  • No puedo desmayar, se decía constantemente Matilde, Dios me puso aquí para que nuestros estudiantes sean mañana hombres y mujeres buenos, trabajadores.

Definitivamente, la Escuela Planeta Tierra, estuvo y sigue estando en buenas manos, pero sobre todo, de una comunidad comprometida con que siga así.

[1] Aunque se trata de una historia ficticia, algunas de las cosas que se narran personalmente he sido testigo de ellas en alguna que otra escuela de nuestro país. Es lo que mantiene mi esperanza de que es posible una mejor educación.

Fuente: acento.com.do

Sentido de vida y envejecimiento o envejecer con sentido

La necesidad de que se definan y se desarrollen políticas públicas para el acompañamiento y cuidado de las personas envejecientes es un hecho indiscutible y una necesidad perentoria.

JULIO LEONARDO VALEIRÓN UREÑA
Ante el hecho de que la esperanza de vida ha ido aumentando de manera significativa en los últimos años planteando importantes desafíos a los países, la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde finales de los años 90, ha planteado el concepto de “envejecimiento activo”, entendiéndolo como “el proceso de aprovechar al máximo las oportunidades para tener bienestar físico, psíquico y social durante toda la vida”. Destacan varios aspectos con tal de dar respuestas a dicho reto, entre ellos, el papel de la salud como predictor de un buen envejecimiento, la atención a las personas mayores y el fomento de políticas públicas que den respuestas concretas a la cuestión. Se hace énfasis en la optimización de las oportunidades de salud, como también de la participación y seguridad, a fin de responder a la calidad de las personas envejecientes.

El fenómeno tiene despabilado a economistas y políticos, que no saben qué hacer frente a este fenómeno, sobre todo por los costos que ello supone y que ponen en un primer lugar. Sin desconocer su importancia, pero admitiendo que la realidad no es otra, es lógico y necesario encaminar algunas reflexiones que contribuyan a la búsqueda de soluciones alternativas tanto en el plano personal como institucional y, por supuesto, de las políticas públicas.

El envejecimiento no es una enfermedad en sí misma, es una etapa de la vida donde se ponen de manifiesto, por una parte, las consecuencias de nuestros estilos de vida en las etapas anteriores, por otro lado, donde el desgaste natural del cuerpo requiere de atenciones particulares que los sistemas de salud, en sentido general, no colocan en sus prioridades, además de las múltiples connotaciones negativas que prevalecen sobre la misma, haciendo de ella, una carga y pesar para las familias y la sociedad. En una entrega anterior decíamos:

“La sociedad “nos jubila”, no con las perspectivas de disfrutar la vida más plenamente una vez cumplida “la función social desempeñada”, como tampoco, con las seguridades necesarias para la alimentación y la salud, sino que se nos aísla y destierra al submundo de la soledad”.

La pregunta sigue vigente entonces: ¿Cómo situarnos en el umbral del fin de nuestra existencia y cómo construir una vejez plena de sentidos y cargada de significados? No tenemos la fuerza de los años 40, ni 30 y, mucho menos, de los 20, pero sí la sabiduría de haberlos vivido de una u otra manera.

En este contexto resulta interesante lo planteado por Arthur Schopenhauer en su libro El arte de envejecer:

“Si el carácter de la primera mitad de la vida viene determinado por el anhelo insatisfecho de la felicidad, de igual modo el carácter de la segunda mitad viene determinado por la preocupación ante la infelicidad. En la primera prevalecen ilusiones, sueños y quimeras; en la segunda, el desencanto, en el cual se destaca la vanidad de todos. En la juventud predomina la opinión, en la vejez el pensamiento: de ahí que aquélla sea el tiempo de la poesía y ésta más bien de la filosofía. En la primera hay más concepción, en la segunda más juicio, penetración y fundamento”.[1]

Desde la sociología gerontológica se definen tres tipos de aproximaciones al concepto de envejecer: 1) como vejez cronológica, donde la edad es la variable a considerar; 2) la vejez funcional, en que el foco de atención son las limitaciones y discapacidades; y 3) la vejez como parte del proceso del ciclo vital con sus características particulares. En resumen: edad, estado de salud y lugar en la sociedad.[2]

Aunque reconozco la importancia de los tres enfoques, me centro en el último, el de la sociedad añadiendo a éste, el de la predisposición con que personalmente la asumimos.

Hace falta tener un propósito por cual apostar a la vida, un propósito que nos aliente a sentirnos útiles, así fuera frente a nosotros mismos, pero sin la agonía de la juventud por echar hacia adelante, como tampoco, con el desasosiego del final de la vida. Se trata de encontrar el Ikigai, es decir, lo que le da sentido a tu vida hoy, con los años que cargas y con toda la carga de los años a cuestas.

El ser humano es un ser de propósito que, por supuesto, van cambiando en la medida en que avanzamos en la vida, sin que ello signifique tampoco, la imposibilidad de darse y asumir nuevos retos y proyectos. Los ejemplos están a la vista, hombres y mujeres de edades avanzadas que deciden realizar estudios académicos en todos los niveles, como también, iniciar nuevas relaciones de parejas, como incluso, proyectos de vida social novedosos.

Un propósito que te anime, que te ponga en movimiento, que te haga experimentar nuevas sensaciones y experiencias, que te permita sentirte útil en ese momento de la vida, de eso se trata. De reconocer que cuentas con la sabiduría y la experiencia acumulada de los años vividos, sin la necesidad de la impronta de la juventud por alcanzar el éxito. Es lo que significa definir tu IKIGAI: aquello que me genera un nuevo sentido y significado porqué vivir.

Por supuesto, la edad como la salud física emocional, son factores importantes, que deben ser atendidos por la política pública. Desde aquella que deben promover la especialización de la atención médica y psicológica propia de la edad, bajo el concepto de gerontología, a aquellas que deberían promover el desarrollo de nuevas habilidades y competencias para la vida, como muy bien podría ser la “educación de adultos”, pero para adultos.

Desde que inicié la década de los sesenta he encontrado en el yoga y el taichi un estilo de vida nuevo, que me proporcionan experiencias y placeres novedosos. Que me han hecho descubrir nuevas realidades en mi propio organismo físico y mental. Aún subo a paso doble los cincuenta escalones que me llevan a mi hogar. Después de un día de actividades como las que suelo tener, no experimento cansancio. Entrados los setenta me inicio en la natación, preguntándome por qué no lo hice desde antes. Un ejercicio completo que me están ayudando a recuperar significativamente masa muscular. De eso se trata, de no acogerme al dictamen social del abandono.

Todas estas actividades, como otras, bien podrían ser parte de una educación para adultos. La pintura, la artesanía, la escultura, tocar algún instrumento, el senderismo, la jardinería, el canto, el baile y la danza, la fotografía, la observación de aves y su comportamiento, hasta de ser guía turístico. Algunas otras actividades sociales, aunque de características más complejas por lo que suponen intelectualmente, pueden ser “acompañantes éticos” ante la necesidad de tomar decisiones que suponen, precisamente, dilemas de esa naturaleza, tanto en el ámbito de la salud como de la educación. Servicio social voluntario en entidades especializadas para el desarrollo de políticas públicas, que aseguren un uso pulcro de los fondos públicos. Estas, como otras, son algunas de las tantas cosas que un “adulto-envejeciente activo” podría ofrecerle a la sociedad y con ello desarrollar nuevos propósitos de vida.

La necesidad de que se definan y se desarrollen políticas públicas para el acompañamiento y cuidado de las personas envejecientes es un hecho indiscutible y una necesidad perentoria. Pero de la misma manera, hacen falta políticas públicas y oportunidades sociales para que los envejecientes desarrollemos nuevas habilidades y destrezas que hagan de nuestras vidas, vidas útiles para nosotros mismos y la sociedad.

[1] Schopenhauer, A. (2009). El arte de envejecer. Alianza Editorial, S.A. Madrid.

[2] Rodríguez, N. (2018). Envejecimiento: Edad, Salud y Sociedad. Revista electrónica Scielo. Recuperado en Envejecimiento: Edad, Salud y Sociedad (scielo.org.mx)

Agenda 2023: la apuesta por el desarrollo de una cultura democrática

Asume la pobreza como violación de esos derechos ciudadanía y exige su superación por la vía institucional del reconocimiento, y no como un plan adicional.

Nadie ignora lo complejo del mundo de hoy. Unos hablan del agotamiento del sistema capitalista, otros, que se trata de su recomposición. Hay quienes plantean, al mismo tiempo, que el orden económico internacional impuesto tras la segunda guerra mundial parece no responder a la nueva coyuntura económico-política que impera actualmente. Por supuesto, el crecimiento económico y la influencia política y económica de China en el ámbito mundial, es hoy una realidad innegable, que cambia el panorama radicalmente.

Los cambios climáticos se muestran de forma ostensibles. Las confrontaciones bélicas en Europa, como en el norte de África, han provocado “daños colaterales” sustantivos; de manera muy particular, el incremento de una masa humana migratoria que busca el sosiego en otras partes, perdidos sus bienes y familiares, como las esperanzas de una solución real a las situaciones vividas en sus respectivos países. Se produce mucha riqueza, solo que muy mal distribuida y, como consecuencia, también se ha incrementado la pobreza en el mundo. Como si fuera poco, la esperanza de vida ha aumentado de manera significativa y con ello, una población envejeciente que ha crecido de manera significativa, sin que los gobiernos y, por supuesto, los sistemas de salud estuvieran preparados para ello. Al mismo tiempo, una población juvenil significativa no ha encontrado respuesta positiva en los sistemas educativos de sus países, dedicando sus vidas a múltiples actividades, algunas de ellas de dudosa reputación. Los organismos internacionales han empujado a los países a realizar reformas educativas en sus sistemas que aún no han mostrado su eficiencia y eficacia cuando se trata de ofrecer una educación de calidad a las nuevas generaciones que han ido emergiendo. El desarrollo impresionante de las tecnologías ha generado nuevas maneras de hacer cosas, como de relacionarnos, además de nuevas maneras de control de la población, pero al mismo, como señala Manuel Castells, un nuevo ejercicio del poder en diversos sentidos. Hoy la persuasión es una forma de poder muy compleja y que ha ido transformando nuestros esquemas mentales y conformando múltiples comportamientos para unos determinados estilos de vida muy alejados del bienestar y la felicidad. Los liderazgos políticos de postguerra han desaparecido y un nuevo personaje técnico-burócrata desde los organismos internacionales ha emergido imponiendo nuevas políticas como reglas de juego inesperadas.

La pandemia sufrida prácticamente en el mundo entero cambió significativamente las agendas personales e institucionales, nacionales e internacionales. A casi tres años de esta, aún el fantasma del coronavirus y sus múltiples mutaciones siguen generando preocupaciones en todos los sentidos. En la página del UNICEF de El Salvador se lee “El COVID-19 no sólo cambió nuestra forma de vivir, sino también la forma de morir.”[1] Definitivamente que impactó los procesos productivos, los modelos laborales, las actividades recreativas, los sistemas educativos y de salud, la vida cotidiana, hasta nuestra salud física y mental. Se sigue insistiendo que no todas sus consecuencias aún han aflorado de manera explícita.

¿Qué hacer? Es una pregunta difícil de responder y no menos compleja de encarar. No parecen existir propuestas claras al respecto. Sin pretender de ninguna manera echar un ropaje de pesimismo a la situación, sería interesante recordar lo dicho por Epicteto, aquel filósofo griego enmarcado dentro del Estoicismo, en su libro Manual de vida, en que abre con una clasificación de aquello que depende de nosotros y aquello que no. Según él, los acontecimientos externos a nosotros escapan a nuestro control, como incluso, nuestros impulsos y nuestros deseos, pudiendo tener mayor control sobre nuestros juicios, cuya importancia es obvia en la determinación de nuestra manera de actuar. El problema se complicaría solo si nuestros juicios estuvieran supeditados a nuestros impulsos y deseos. Pero en sentido general, pongámonos en la actitud juiciosa del estoico y pensemos qué hacer y por dónde empezar. Para ello quizás haga falta enfrentar y cambiar nuestros esquemas mentales, que como bien señala Howard Gardner en Mentes flexibles, es posible aprovechando los acontecimientos del mundo y, de esa manera, pensar de manera disruptiva. A este propósito, pienso que las instituciones de educación superior, las comisiones nacionales e internacionales de bioética, los comunicadores sociales, las organizaciones no gubernamentales no comprometidas con el estatus quo, así como cualesquiera otras organizaciones que sientan la urgencia del momento, deberían abrirse al debate público acerca de todas estas cuestiones. Esta situación se torna más complicada, con el inmenso cúmulo de desinformación o de información interesada que pulula por los medios y las redes sociales. Hace falta que se ofrezcan explicaciones y surjan propuestas provenientes de mentes comprometidas con el bienestar colectivo.

Con el ánimo de contribuir con ello, lanzo algunas preguntas que pudieran servir de orientación:

  1. ¿Cuál o cuáles son nuestras apreciaciones sobre la realidad que vive el mundo hoy?
  2. ¿Qué explicaciones pueden darse racionalmente que generen alternativas que fundamenten soluciones posibles?
  3. ¿Cuáles dilemas éticos se nos plantean en la situación actual? ¿Cuáles valores? ¿Cuáles actitudes?
  4. ¿Cómo nos definimos frente a tales situaciones? ¿Desde qué perspectiva analizamos la realidad?
  5. ¿Responde la visión y misión estratégica de nuestras organizaciones a la realidad que hoy enfrentamos?
  6. ¿Cuáles son los intereses que nos guían y los cuáles sostendría como estandarte del accionar?
  7. ¿Cuál sujeto para cuál sociedad?
  8. ¿Cuáles valores son primordiales y que sirvan de soporte esencial a un accionar comprometido con el bienestar de todos?
  9. ¿Cuáles son los aliados nacionales e internacionales con los que se cuenta?

No son solo estas preguntas las que tendríamos que hacernos, cada grupo humano, cada organización tiene que ser capaz de plantearse las cuestiones más relevantes a responder en aras de comprometerse por la recuperación del sentido humano que debe caracterizar nuestro accionar y la construcción de una sociedad centrada en el bienestar colectivo.

No solo me niego a perder las esperanzas, por más complicada que la realidad se me presente, sino que, además, también me niego a permanecer callado. Hoy más que nunca, la idea expuesta por Marcos Villamán en la introducción de su libro “Trastocar las lógicas, empujar los límites” cobra fuerza:

“… el convencimiento de que sólo transformando las lógicas socialmente dominantes en los en los diferentes ámbitos de la vida y, en consecuencia, empujando los límites estrechos que esa lógica impone, será posible superar los problemas más acuciantes del mundo que hemos construido y nos está tocando vivir, sobre todo, en lo referente a la pobreza y la exclusión social…”.

Tras plantearse la necesidad de visualizar nuevos caminos, nuevas lógicas, Villamán sugiere algunos temas importantes, como son:

“Pasar de una planificación económica alejada de la ética y la cultura de la solidaridad, que solo entiende de la lógica exclusiva del mercado y, en consecuencia, asume a las políticas sociales desde la perspectiva de la compensación, a una que coloque la reproducción real de las condiciones de vida de la gente en el centro de ese proceso de planificación atreviéndose a colocar la solidaridad y el derecho a la vida de todos y todas como centro y norte orientador de la planificación económica.

Pasar, como señalan con pasión algunos, de la exclusiva lógica de la competencia, que nos convierte en gladiadores mercantiles en un absurdo todos contra todos, a la colaboración como núcleo fundamental de la lógica de reproducción de la vida social.

Pasar de la violencia como estilo de vida, a la consideración de la posibilidad de establecer relaciones amigables, generosas y serviciales entre los seres humanos como base de la convivencialidad necesaria para reproducir la vida y la ternura.

Pasar de la lógica de los planes de lucha contra la pobreza a la lógica de la defensa de los derechos ciudadanos que asume la pobreza como violación de esos derechos ciudadanía y exige su superación por la vía institucional del reconocimiento, y no como un plan adicional.

En este contexto, pasar de la lógica de “los favores y las lealtades” a la de los “deberes y los derechos” y, en consecuencia, a un ejercicio de la política que la asume como proceso de ciudadanización y no de ampliación de la clientela para el mantenimiento del poder”.[2]

Apostemos por el desarrollo de una cultura democrática en el hogar, la escuela, las universidades, las iglesias y organizaciones de la sociedad civil, las organizaciones productivas y políticas, como las del propio gobierno, que nos envuelva a todos y haga posible que nuestras capacidades creativas para la vida solidaria y la convivencia afloren y se constituyan en el estandarte de nuestra vida futura.

[1] Recuperado en “El COVID-19 no sólo cambió nuestra forma de vivir, sino también la forma de morir” | UNICEF

[2] Villamán, M. (2003). Trastocar las lógicas, empujar los límites: democracia, ciudadanía y equidad. Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Santo Domingo

Fuente: acento.com.do

Sentido de la vida hoy y su espiritualidad (II)

Es imprescindible recuperar nuestra “libertad interior, que nadie puede arrebatar” y que le “confiere a la vida intención y sentido”.

 JULIO LEONARDO VALEIRÓN UREÑA

En la entrega anterior puse fin con una pregunta ¿cómo construir un proyecto de vida hoy y qué espiritualidad le daría sentido?

La literatura existencialista nos problematizaba con el tema lanzándonos la interrogante de si vale o no la pena vivir la vida, cuestión esta central en la filosofía. ¿Tiene algún sentido nuestra existencia? Muchos filósofos griegos dedicaron gran parte de sus vidas tratando de responder esta cuestión. De la misma manera, Buda como Lao Tse y Confucio, desde el mundo oriental, también se cuestionaban sobre lo mismo. Arthur Schopenhauer, en su visión un tanto pesimista, afirmaba que la existencia es sufrimiento, “si el sufrimiento no es el auténtico y verdadero fin de la vida, entonces nuestra existencia es lo más estúpido que puede pensarse”.[1] Desde una perspectiva distinta, Ignace Lepp en el prólogo de su obra Riesgos y osadías del existir, nos señala “Vivir con autenticidad verdadera significa para nosotros aceptar la condición humana con su exigencia de un perfeccionamiento creador; no resignarse pasivamente, sino aceptar activamente”.[2]

Definitivamente que el sentido de la vida es parte consustancial de la historia del ser humano. Es muy difícil vivir la vida sin el cuestionamiento sobre su valor, su sentido y significado.

En la psicología también este ha sido y sigue siendo un tema de gran importancia y relevancia. Para Viktor Frankl el sentido de la vida se define y organiza en relación con un determinado propósito y la responsabilidad por alcanzarlo. Su obra inspirada desde las peores de las condiciones, preso en los campos de concentración de la Alemania nazi[3], es una propuesta para su búsqueda. A propósito de ello él decía: “El hombre puede conservar un vestigio de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las más terribles circunstancias de tensión psíquica y física”. “El hombre no está completamente condicionado y determinado; al contrario, él decide si cede ante las circunstancias o se enfrenta a ellas. En otras palabras, el hombre se determina a sí mismo, no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia, en qué se convertirá en el próximo minuto”. Según él, “la búsqueda del sentido de su vida constituye una fuerza primaria, no una racionalización secundaria de sus impulsos instintivos”. Y es que “precisamente esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido”.[4] Fue su experiencia real y personal. Tal aseveración cobra especial relevancia con las palabras de Nietzsche cuando decía: “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.

De lo que se trata es, entonces, identificar el propósito y construir o asumir una espiritualidad que le proporcione soporte o base de sustentación. No olvide que al hablar de espiritualidad nos referíamos al conjunto de principios y actitudes que configuran la cualidad de una persona o de un colectivo. La espiritualidad, en ese sentido, nos viene desde adentro como una fuerza interna que nos impulsa a la acción, dándole un determinado sentido a nuestras vidas. Es decir, le proporciona un significado. Esta puede ser o no de naturaleza religiosa.

A lo largo de toda la vida como seres humanos siempre hemos puesto nuestra atención y nuestra mirada hacia el futuro. Visualizamos una vida distinta como persona y como colectivo. La utopía nos guía, nos genera formas de comprender el mundo y de actuar en el mundo. Revolucionan el presente como forma de negación de lo que nos impide ser y alcanzar la esencia de lo que somos. No por otra razón, en un mundo que nos cosifica, que nos ha convertido en “cosa”, que manipula nuestra conciencia y nuestros modos de pensar y actuar, que promueve en nosotros una suerte de anomia personal y social, y que, por lo demás, nos genera la sensación de sentirnos incapaces de enfrentar y cambiar esta realidad, lo que Seligman llama, indefensión o desesperanza aprendidas, nos refugiamos entonces en una suerte de esoterismo personal-colectivo, como forma de refugio.

La ausencia de proyectos sociales comprometidos con el bienestar colectivo, al mismo tiempo que el desarrollo de una cultura política clientelar y corrupta, han contribuido con el desarrollo de actitudes y comportamientos individualistas que refuerzan la negación de nuestra esencia como seres sociales.

Lea también: Sentido de la vida hoy y su espiritualidad (I)

Hace falta construir nuevas opciones y posibilidades que hagan resurgir en cada uno de nosotros las motivaciones y convicciones internas adormecidas que les den sentido a nuestras vidas, encaminándolas hacia nuevas posibilidades. Es precisamente el contenido que nos aporta Marcos Villamán en su extraordinaria obra “Trastocar las lógicas, empujar los límites: democracia y equidad”[5], en la que nos invita a “la necesidad de una recuperación de la dimensión ética como condición para la posibilidad de enfrentar con éxito los grandes problemas actuales”. Añadiendo más adelante: “para que esta interpelación tenga sentido deberá existir también el sentimiento y el convencimiento de que la situación es transformable por la acción de los seres humanos hacia formas de convivencia que se consideran más humanas y que se constituyen en finalidades compartidas, en horizontes, en utopías”.

¿Cuáles posibilidades, cuáles utopías? Quizás haga falta soñar y pensar en un mundo nuevo, en una nueva sociedad donde impere el bienestar colectivo; donde se forjen y promuevan nuevas maneras de relacionarnos, donde se desarrolle una nueva conciencia de ser en relación consigo mismo, los demás y el entorno; donde los recursos que se disponen desde los gobiernos se empleen para el desarrollo de las políticas sociales que hagan posible una vida distinta, penalizando muy duramente a quienes, en sus actuaciones, vulneren los principios fundamentales de la vida colectiva. Hacen faltas espacios de educación y formación en las escuelas, institutos y universidades, donde en el día a día, se vaya prefigurando la sociedad y el mundo en que queremos vivir guiados por una ética de la vida.

Recuperar la utopía es promover la cultura del servicio y del servidor, es la promoción del buen decir y del buen actuar en la vida familiar, comunitaria y social, es desterrar de una vez por todas el clientelismo y el nepotismo en las estructuras de los estados y de los gobiernos, es ensanchar la conciencia de que el planeta en que vivimos es nuestra casa común, como muy bien planteó el Papa Francisco en su carta encíclica Laudato SI´; es construir puentes de solidaridad y no muros de exclusión.

Recuperar la utopía y construir espiritualidades que nos impulsen al buen decir y al buen vivir, es tener escuelas limpias y seguras, higienizadas de los intereses políticos partidarios ajenos a ella, con un magisterio altamente formado, motivado y comprometido para que todos los niños, niñas y adolescentes, como los adultos que acuden a ella, aprendan: aprendan a conocer, aprendan a aprender, aprendan a vivir juntos y aprendan a ser, es decir, a construir una nueva conciencia como ser personal y social.

Recuperar la utopía pasa por la “conversión hacia una vida éticamente fundamentada, capaz de hacerse explícitamente cargo de los valores éticos que la soportan, que se dispone a confrontarlos con tolerancia y firmeza, y es capaz de transformación permanente con base a criterios de mejores condiciones para la defensa y el cuidado de la vida. Un ser humano animado por la Esperanza y la ilusión utópica de que la vida es construible por los seres humanos mismos”.[6]

Para ello es imprescindible recuperar nuestra “libertad interior, que nadie puede arrebatar” y que le “confiere a la vida intención y sentido”.[7]

Una vida con sentido, podría decirse, es aquella que se estructura sobre algo más elevado que nosotros mismos, y qué, mientras más elevado sea ese algo, por supuesto, mayor sentido tendrá nuestra existencia.

[1] Shopenhauer, A. (2018). Parábolas y aforismos. Alianza Editorial. España.

[2] Lepp, I. (1967). Riesgos y osadía del existir. Ediciones FAX. Madrid. España.

[3] Auschwix, Dachau y otros campos de concentración.

[4] Frankl, V. (2015) El hombre en busca de sentido. Herder Editorial, S.L. Barcelona. 3ª. Edición, 12ª impresión, 2020.

[5] Villamán, M. (2003). Trastocar las lógicas, empujar los límites: democracia y equidad. Instituto Tecnológico de Santo Domingo. República Dominicana.

[6] Villamán, M. Obra citada.

[7] Frankl, V. Obra citada

Fuente: acento.com.do

El sentido de la vida hoy y su espiritualidad (I)

El sentido de lo nacional, lo comunitario e, incluso, hasta lo familiar se desdibuja ante el galopante y exacerbante individualismo.

 JULIO LEONARDO VALEIRÓN UREÑA

Cada época tiene sus propias particularidades y características, al mismo tiempo que marcada por unos acontecimientos históricos determinados. Luego de la II Guerra Mundial vivimos una época bipolar caracterizada por la dicotomía ideológica capitalismo versus socialismo. Conocíamos las consecuencias de uno y contemplábamos con esperanza de que el otro instauraría otras maneras de organizar y vivir la vida. La realidad histórica está ahí y cada uno que haga su propio juicio.

El 9 de noviembre del 1989 el mundo vivió un hecho que pronosticaba un cambio radical de época, la población alemana de manera pacífica derriba el muro que les había dividido “simbólicamente” entre ambos sistemas de vida. Dicen algunos incluso, que marcó el fin de la llamada “guerra fría”, inaugurando, según otros, la construcción de un nuevo orden mundial que nos colocaba ante el futuro inmediato con muchas incertidumbres.

En aquellos años y en plena juventud, el sentido de la vida que muchos jóvenes compartíamos era la esperanza de un cambio social, muchas vidas sacrificadas en aras de este proyecto. Desde la fe en Jesús, el Cristo y el Crucificado, y guiado por su Palabra, un número importante de jóvenes procurábamos vivir la vida desde esa perspectiva. Teníamos referentes históricos importantes, algunos más radicales que otros en su accionar social. Con sus estilos de vida, permitían pensar y vivir el evangelio encarnado en las realidades en que accionábamos. En aquel entonces dos organizaciones de naturaleza eclesial, pero con características distintas, ofrecían la posibilidad de un accionar que les proporcionaba significado y sentido a nuestras vidas, fueron la Juventud Obrera Católica (JOC) movimiento fundado por el reverendo Joseph Cardijn en Bélgica y que en nuestro país tuvo el acompañamiento del P. Fernando Arango, sacerdote jesuita. Con su aprobación papal en el año de 1926 se propagó internacionalmente. El segundo, la Juventud Estudiantil Católica (JEC) que tiene sus orígenes en el Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos que nació hacia el año 1921 como una federación de los movimientos católicos estudiantiles. Es hacia el 1925 que nace como JEC, como parte de los movimientos especializados de Acción Católica. En República Dominicana se inicia hacia mediados de los años 60, luego de la Revolución de Abril, con la llegada del Hno. Lasallista Alfredo Morales. Ambos movimientos inspirados en los Evangelios procuraban promover la reflexión sobre temas sociales, políticos, económicos, culturales y religiosos, potenciando la responsabilización y participación de los jóvenes en la vida social y política. No puedo olvidar que estas reuniones seguían un riguroso método que nos permitía la unidad realidad-evangelio-acción, VER-JUZGAR-ACTUAR, mejor conocido como “Revisión de Vida”.

La vida personal como incluso estudiantil y posteriormente profesional, estaba enmarcada en la decisión asumida de manera consciente, pero también celebrada con otros, por la Palabra contenida en los evangelios y los Hechos de los Apóstoles. La Teología de la Esperanza, como también la Teología de la Liberación y muchos otros teólogos contemporáneos, se constituyeron en referentes intelectuales para darle contenido a la vida decidida y compartida. Fue lo que nos llevó a algunos a encarnarnos en el contexto de los más desamparados y asumir la perspectiva evangélica desde “los más pobres”. Los documentos conciliares (Vaticano II) como los que emanaron de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano conocido como los documentos de Medellín (1968), nos ofrecían el marco de referencia eclesial y pastoral para justificar y explicar las decisiones asumidas. Vivir la vida radicalmente desde la fe contenida en la Palabra y la opción preferencial por los pobres, se constituye en estandarte entonces.

Todo ese marco era lo que servía de base y, al mismo tiempo, se constituía en la guía para el desarrollo del Proyecto de Vida. Muchos otros jóvenes en América Latina y otros países del mundo, asumieron este reto que le daba sentido y significado a sus vidas. Unos, y no muy pocos, la perdieron en el camino asumido. Su sangre humedeció y abanó el suelo de muchos pueblos latinoamericanos. En unos más que en otros, pero no hay país en América Latina que no guarde en su memoria los nombres de un gran número de jóvenes quienes ofrendaron su vida por el bienestar de su pueblo, como respuesta inspirada en la Palabra.

Pero, como dice la canción, “la vida da vueltas y el tiempo corriendo pasa”, nos encontramos hoy en un mundo y en una sociedad distinta, diferente, donde los referentes históricos e institucionales han cambiado, son otros y con otras características.

En el terreno político, pasamos de la bipolaridad a la unipolaridad, con una consecuencia inmediata y, diría, algo complicada. El enfrentamiento capitalismo vs socialismo tenía como tela de fondo al ser humano y su dignidad, y, con ello, todo el tema de la justicia social, la lucha contra la desigualdad social y la violencia estructural, así como la reivindicación del ser y no la del tener. Es decir, la dimensión humana se colocaba en el centro mismo del accionar social y político por el cambio social. Era la esperanza, la utopía entonces.

El mundo que se estructura luego es otro, marcado por la globalización y el influjo poderoso del mercado, donde todo se hace “mercancía” y adquiere valor de compra, y que en su configuración borra y prácticamente hace desaparecer lo estrictamente humano como principio, sustituyéndolo por el objeto apetecido a como de lugar, y haciendo del éxito personal la regla de juego sin importar incluso el camino para alcanzarlo. Los jóvenes hoy tienen una frase algo complicada al respecto: “to e to y na e na”.

Por supuesto, el sentido de lo nacional, lo comunitario e, incluso, hasta lo familiar se desdibuja ante el galopante y exacerbante individualismo. El propósito de vida no va más allá del éxito anhelado o el objeto apetecido, por lo que el compromiso se torna “consigo mismo”, y solo pudiendo llegar al otro, como un ejercicio de eventual de “solidaridad humana con el más desvalido”.

Las ideologías políticas se desvanecen, lo que llevó a Francis Fukuyama a proclamar “el fin de las ideologías o la convergencia entre capitalismo y socialismo”; haciendo honor a tal acontecimiento cobra vida aquel tango que lleva como título Cambalache, escrito y musicalizado por Enrique Santos Discépolo en 1934 y que en dos de sus estrofas nos dice:

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor

Ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador

Todo es igual, nada es mejor

Lo mismo un burro que un gran profesor

No hay aplaza’os, ni escalafón

Los inmorales nos han iguala’o.

Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición

Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos

Caradura o polizón

En este mundo sin un aparente norte colectivo en procura del bienestar de todos, y solo encaminado, aparentemente, hacia el éxito personal a toda costa, o hacia el consumo de lo grotesco y lo burdo como objetos de deseos, el proyecto de vida como proyecto social se ve seriamente limitado y, hasta cierto punto, cuestionado.

En ese contexto el sentido de la vida y su espiritualidad, y con ello los principios y actitudes que configuran la cualidad de una persona o de un colectivo que guían y dan congruencias a su pensar y su actuar, se desdibuja.

La pregunta que dejo en el aire con el ánimo de recuperar posteriormente es: ¿Cómo construir un sentido de la vida hoy y qué espiritualidad le daría sentido?

Fuente: acento.com.do