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En vez de preparar cenas para tu familia, haz el desayuno

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Solía trabajar de noche. Es algo común si trabajas en un periódico, un hospital o una estación de policía, en una fábrica o una entidad financiera. Hay trabajos en los que hay personas despiertas mientras el resto duerme. No podía preparar la cena a menudo. El trabajo nocturno hace que preparar la cena sea más que un quehacer. Muchas veces, lo hace imposible.

Me sentía mal al respecto. Mis hijos eran pequeños y sabía que comer con ellos era importante. Todos lo saben, o dicen saberlo: tu pareja, tu tía, tu pediatra, Michelle Obama.

Así que preparaba el desayuno. En los periódicos, al turno de noche le dicen “el turno de la langosta”, por razones que son un misterio aún sin resolver. Mi turno era literalmente el de la langosta: era el crítico de restaurantes de The New York Times. Comía langosta de noche, lejos de mi familia. Regresaba tarde a casa para archivar mis notas y dormía un poco; después me tomaba unas aspirinas y le servía el desayuno a todos como si fuera una cena entre semana en una realidad alterna, todos sonriendo entre el vapor que desprendía la comida. ¿Qué importaba si papá usaba lentes oscuros en la cocina?

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Era grandioso. Aún lo es: una comida familiar, cinco, seis, siete días a la semana, servida por la mañana, cuando todo es posible. Preparar la cena puede ser estresante sin importar a qué hora lo hagas. También es difícil hacerlo tan a menudo como nos gustaría.

Mejor intenta preparar el desayuno.

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En primer lugar, es más fácil que preparar la cena. (No hay grandes trozos de proteína ni guarniciones ni ensalada ¡ni postre!). En general, es más barato por eso mismo, pero si lo haces bien puede parecer y saber a lujo exquisito.

Confesémoslo: nadie tiene tiempo para preparar el desayuno. Hay autobuses y trenes que alcanzar, autos que conducir, mandados que cumplir antes de que el jefe empiece a ver su reloj y todo se ponga tenso. Algunos necesitan ir al gimnasio antes del trabajo o correr unos cuantos kilómetros, recoger la ropa de la lavandería, pasear al perro. Quizá llegaste a medianoche después de que tu viaje en avión se retrasara. Estás cansado.

Preparar el desayuno es un lío que muchos de nosotros no queremos enfrentar. Por eso hay un carril para detenerse en la tienda de donas.

De todos modos hazlo. Levántate 15 minutos antes de lo habitual y verás que el sacrificio vale la pena: una pila de pan tostado con mantequilla y mermelada; tazones de yogur espolvoreados con granola y fruta recién cortada; panqueques con miel de maple, nueces y fruta seca; una sartén de huevos revueltos tiernos. No estarás solo. El grupo NPD, una empresa que rastrea puntos de venta para darle seguimiento a lo relacionado con el desayuno, calcula que las ventas de ingredientes crudos o frescos para el desayuno aumentará un nueve por ciento en 2018.

Para los estudiantes, en especial, los datos son claros: un desayuno saludable mejora la cognición y la memoria, ayuda a reducir el absentismo y, en general, mejora el humor. Un estudio de 2008 publicado en la revista Pediatrics halló que los adolescentes que desayunaban con regularidad tenían un índice de masa corporal menor que quienes no lo hacían.

Las investigaciones del mismo tipo en adultos han sido menos claras. Pero la lógica del humor es cierta en todos los casos: desayuna y tendrás una mañana mejor. Quizá comerás menos en el almuerzo. Tendrás una mejor tarde, lo cual traerá una mejor noche y un mejor sueño. Así como un mejor desayuno la mañana siguiente.

Entonces: panqués de grano entero, rebanadas de naranja, una salchicha o dos, y todos ganan.

Tómate un café mientras la radio suena bajito y los demás están dormidos; cocina un poco y después diles a todos que el desayuno está listo. (Puedes lavar la sartén por la tarde, recordando la alegría de la mañana). Preparar el desayuno es más fácil cuando lo haces por tercera ocasión que la primera vez, pero siempre será bienvenido y siempre valdrá la pena.

Puedes hacerlo desde antes o en el momento. Puedes preparar los alimentos la noche anterior, justo antes de irte a dormir: si pones avena molida a cocer toda la noche en una vaporera de arroz, tendrás una crema de avena digna de la Irlanda del siglo XIX, sedosa y caliente, combustible perfecto para las actividades matutinas. Puedes dejar listos todos los ingredientes para preparar pan francés y sumergir el pan en la mañana, o hacerlo pedazos y dejarlos en una cacerola para que se enfríen durante toda la noche, y puedas tostarlo en cuanto amanezca. Revuelve un poco de mezcla con levadura para waffles después de la cena, y en la mañana tendrás todo listo.

“Pero acabo de preparar la cena”, dirás, “¡ya basta de trabajo!”. Está bien. Espera a que amanezca y luego haz algo rápido: fruta en trozos, jugo de naranja y yogur para un licuado que acompañe un huevo frito, por ejemplo. Es un trabajo de 10 minutos. O haz como los californianos y unta aguacate en un pan tostado. ¡Cinco minutos! Ponle un poco de sal y sería lo mismo que comer en el Malibu Pier.

¿Te gusta desayunar crema de maní untada sobre un English muffin? ¿O manzanas fritas en grasa de tocino? ¿Mojar el arroz del día anterior con mantequilla y salsa de soya? ¿Una ensalada de fruta? ¿Un bagel tostado con una rebanada de jamón y una rebanada de queso suizo?

Todas esas opciones hacen un buen desayuno, si lo sirves con cuidado. Y se vuelve mejor, más fácil, hasta más rico, cada vez que lo haces.

Empieza a preparar el desayuno todos los días. Haz que el desayuno se ponga de moda.

Fuente: nytimes.com

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