A 115 años de su muerte, Cuba tiene aún presente a Máximo Gómez, prócer independentista de origen dominicano, ejemplo de internacionalismo por su entrega a la lucha por la soberanía de la isla en el siglo XIX.
El Generalísimo, como es conocido entre los cubanos, nació el 18 de noviembre de 1836 en Baní, República Dominicana, y en 1865 se estableció en Cuba con su familia donde se sumó a la gesta independentista iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 frente al coloniaje español.
Su destreza como estratega militar quedó demostrada tanto en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) como en la Guerra del 1895, cuando ocupó las más altas responsabilidades dentro del Ejército Libertador de Cuba.
Fue él quien enseñó a los cubanos a utilizar el machete como arma de combate y supo aplicar de manera brillante la guerra irregular para enfrentar a las fuerzas españolas -superiores en número y armamento- a partir de su conocimiento del terreno y el clima de la isla.
Según los historiadores, desafió la muerte en más de 235 combates sin sufrir más que dos heridas y que, a la postre, murió en su cama, fulminado por una septicemia, a los 69 años de edad.
Al producirse la intervención militar de Estados Unidos en Cuba en 1898 y los sucesos nefastos que llevaron a su destitución como General en Jefe del Ejército Libertador un año después, el calificado como genio militar decidió apartarse de la política por su condición de extranjero.
‘No he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina’, escribió Gómez en un manifiesto a la nación.
Nada se me debe -añadió- y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. ‘Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrían contar con un amigo’.
UNA MUERTE QUE ESTREMECIÓ A CUBA
Eran en La Habana las 18:00 horas de aquel 17 de junio de 1905 cuando el doctor José Pereda, su médico de cabecera, anunció: ‘El General ha fallecido’.
Un mes antes visitó Santiago de Cuba, en el oriente de la isla, y cuenta el periodista Eduardo Robreño en su libro Cualquier tiempo pasado fue… que allí ‘enfermó de popularidad’, pues de tanto estrechar la diestra a los admiradores de sus hazañas se hizo una lesión en la mano cuya infección avanzó sin remedio por todo el organismo.
Poco antes del trágico desenlace, pese a las diferencias tan irreconciliables entre el prócer mambí y el proyecto neocolonial, el entonces presidente de la República Tomás Estrada Palma consiguió, con anuencia de sus familiares, visitar al enfermo y participar en las exequias fúnebres. La noticia del fallecimiento consternó a toda la ciudadanía y su cuerpo, cubierto con banderas de Cuba y República Dominicana, se tendió en el Salón de los Actos del Palacio Presidencial, actual Museo de los Capitanes Generales.
Tres días después, el 20 de junio a las 15:00 horas, tras el toque de 21 cañonazos, La Habana presenció la más importante manifestación de duelo verificada hasta la fecha, recuerda Robreño.
Durante el trayecto del féretro hasta el Cementerio de Colón hubo alteración del orden porque muchos querían tener el honor de cargar el ataúd del prócer independentista.
No hubo despedida de duelo, porque ¿qué podía decirse de aquella vida que no supiesen sus conciudadanos? Lo importante era seguir su ejemplo: su patriotismo, su desinterés, su rectitud de principios, consideró en su libro el escritor costumbrista.
UN LEGADO QUE PERDURA
El Héroe Nacional, José Martí, consideró a Gómez ‘dominicano de nacimiento, cubano de corazón’ y el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, lo llamó ‘cubano por derecho’ dada su entrega de arrojo y valentía en las guerras mambisas por la liberación de la isla.
‘Supo convertirse en hijo insigne y entrañable del pueblo cubano por derecho ganado en su lucha por la independencia de Cuba, a la que aportó su brazo y su machete, su genio militar y su coraje, un notable talento político y un profundo pensamiento revolucionario’, expresó Fidel Castro en agosto de 1998.
Al cumplirse 115 de su fallecimiento el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, no pasó por alto la fecha y le rindió homenaje.’Un soldado leal cuyo legado de patriotismo e internacionalismo está muy presente en nuestros patrios valores’, expresó el mandatario.
Los cubanos aprendieron del internacionalismo de hombres como Máximo Gómez y también de otros más contemporáneos como el comandante Ernesto Che Guevara, oriundo de Argentina, que no dudó en contribuir a la soberanía de Cuba y otros países de África y Latinoamérica.
Tampoco olvidan los cubanos el ejemplo del estadounidense Henry Reeve, quien se sumó a la primera gesta independentista en la isla contra el dominio colonial español con solamente 19 años y actualmente en su honor el contingente de médicos internacionalistas de Cuba lleva su nombre.
Precisamente, inspirados en el Generalísimo y figuras solidarias como él, miles de cubanos se encuentran ahora en otras naciones como internacionalistas para ayudar en el sector de la salud a quienes lo necesitan en medio de una situación epidemiológica compleja debido a la pandemia de Covid-19.
El gobierno de la Mayor de las Antillas ratifica la voluntad de continuar contribuyendo con profesionales de la medicina a la lucha contra el nuevo coronavirus.
Con ese propósito más de tres mil 300 colaboradores se sumaron en los últimos meses a los más de 28 mil que ya laboraban en 59 naciones antes de la emergencia sanitaria internacional.
Ellos brindan una labor humanista, como mismo hizo en Cuba hace más de un siglo Máximo Gómez, de quien el historiador de La Habana, Eusebio Leal, expresó hace justamente un año: el sentido de humanidad estaba en su corazón.