¿Cómo se formaban los mesopotámicos? ¿Dónde estudiaban y qué materias cursaban? Te contamos algunas curiosidades de la educación en el mundo antiguo.
Una sociedad tan burocratizada como la que surgió entre los ríos Éufrates y Tigris hace 6000 años necesitaba de un cuerpo profesional capaz de recoger por escrito transacciones comerciales y documentos de propiedad. Los escribas desarrollaron una función fundamental en la Mesopotamia antigua y es gracias a ellos que los asiriólogos han podido reconstruir aspectos clave de la economía, la política y las ciencias en el Próximo Oriente Antiguo.
La escritura se desarrolló en la antigua Mesopotamia en coincidencia con el aumento de la producción agropecuaria, la acumulación de riqueza y la necesidad de contabilizar y redistribuir el excedente de esa producción. Los primeros signos de la escritura protocuneiforme que encontramos en las bullas y en las primeras tablillas hacen referencia tanto a cantidades como a productos básicos tal que la cebada, la cerveza y las cabezas de ganado. Una vez establecidos los principios básicos de un sistema de escritura eficiente, se diversificaron los contextos de uso, desde el registro de mitos y rituales hasta la notación musical, las inscripciones político-militares y la compilación de textos adivinatorios.
Para responder a esta creciente producción de textos escritos, se necesitaban profesionales formados capaces de escribir y leer el cuneiforme: surge entonces la figura del escriba (dub-sar en sumerio y tupšarru en acadio). Los escribas pertenecían a las clases pudientes y, en ocasiones, la profesión se transmitía de generación en generación. Entre las funciones principales del escriba se incluían la redacción de documentos tanto públicos como privados (contratos de arriendo y de compraventa, por ejemplo), textos administrativos y correspondencia. Aunque la mayoría de escribas mesopotámicos eran hombres, se tiene constancia de mujeres escribas que operaban al servicio de reinas y mujeres de la elite, o que realizaban tareas burocráticas dentro de la propia familia cuando esta se dedicaba a actividades como el comercio.
Los escribas se formaban generalmente con maestros o en las escuelas denominadas edubba, un término sumerio traducible por la “casa de las tablillas”. Las edubba proliferaron sobre todo durante el período paleobabilónico (ca. 1894-1595 a.C.), aunque también era posible formarse con tutores privados.
Las excavaciones de ciudades como Nippur y Sippar han revelado edificios que se utilizaron con fines educacionales en cuyo interior se hallaron tablillas con muchos de los ejercicios que los alumnos tuvieron que realizar para perfeccionar sus conocimientos. En las escuelas se utilizaban como materiales de estudio tablillas elaboradas con barro y un estilo de caña con el que se imprimían los signos cuneiformes sobre la superficie todavía blanda. Tanto la arcilla como las cañas eran materiales comunes en el contexto geográfico mesopotámico, se encontraban con facilidad en el medio natural y eso explica su elección como materiales básicos en la formación educativa.
Aunque el programa de estudios del escriba sufrió variaciones a lo largo del tiempo, los principios educativos y las materias de estudio mantuvieron una cierta homogeneidad. Se estudiaban las lenguas sumeria y acadia, y se instruía a los alumnos en el intrincado sistema logofonético de la escritura cuneiforme a través de silabarios, listas lexicales y vocabularios. El aprendizaje de los cientos de signos cuneiformes necesarios para componer textos requería tiempo y dedicación. También se aprendía a redactar contratos, se memorizaba el lenguaje formal necesario para hacerlo y se profundizaba en las matemáticas, tan necesarias para prestar servicio en las oficinas de templos y palacios. Los escribas resolvían problemas de aritmética, álgebra y geometría que luego les servirían en su vida profesional para realizar el cómputo de producción y distribución de bienes, medir campos y calcular áreas. Del mismo modo, los estudiantes recibían instrucción en el campo de la música, cuyo dominio se requería para prestar servicio en los templos.
En las fases formativas más avanzadas, se estudiaban algunas composiciones literarias complejas, así como textos de contenido religioso y sapiencial que servían para transmitir y reforzar la ideología de poder y los principios identitarios de las elites. Una vez completada la formación básica, los escribas podían ampliar sus estudios a otras ramas del saber que exigían un alto grado de especialización, como la adivinación, la observación celeste y las técnicas rituales. En este caso, emprendían un camino formativo constituido por fases progresivas del saber que cubrían los estadios desde el aprendiz hasta el experto. Es el caso de Kisir-Aššur, operador ritual que ejerció como āšīpu jefe en la ciudad de Assur y cuyo recorrido educativo conocemos gracias a la reciente investigación del asiriólogo Troels Pank Arbøll.
Para comprobar si sus estudiantes habían aprendido bien la lección, el maestro solía escribir una frase en el anverso de la tablilla que el alumno debía reproducir en el reverso. Además, por su carácter instrumental en el aprendizaje, las tablillas escolares solían reciclarse. Para ello, se sumergían en agua hasta que se deshacían y luego volvían a empastarse. Según se cuenta en algunas composiciones como la conocida Días de escuela, la vida en la escuela podía resultar dura y los castigos físicos a los estudiantes indisciplinados por parte de profesores, ujieres y trabajadores de la edubba no eran infrecuentes. El aburrimiento tampoco les era desconocido a los estudiantes mesopotámicos y, en ocasiones, expresaban su desgana y desinterés en la lección realizando dibujos y garabatos en sus tablillas escolares.
Fuente: muyinteresante.es