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El Acta de Independencia dominicana

Por Miguel Reyes Sánchez

Desde el 9 de febrero de 1822, nuestro territorio se encontraba ocupado por lo haitianos, quienes en su permanecía de 22 años hicieron distribuciones de nuestras tierras a sus nacionales y hasta cerraron la Universidad de Santo Domingo, Primada de América.

El 16 de enero de 1844, circuló clandestinamente en Santo Domingo un documento titulado “Manifestación de los Pueblos de la Parte del Este de la Isla antes Española o de Santo Domingo sobre las Causas de su Separación de la República Haitiana”, en el cual se denunciaba el trato vejatorio de los haitianos y los motivos para independizarnos de Haití.

Este Manifiesto del 16 de enero o Acta de Independencia dominicana como lo denominó Emilio Rodríguez Demorizi[1], es considerado como el primer documento oficial de la nación. Este texto sirvió como Carta Magna desde febrero hasta el 6 de noviembre de 1844, cuando fue proclamada la primera Constitución en la ciudad de San Cristóbal.

Este documento fue redactado por Tomás Bobadilla y Briones, como lo afirmó él mismo en la sesión del Tribunado el 10 de junio de 1847: “Creo, señores, que ninguno puede ser mejor dominicano que yo. Yo fui el primero que dijo: Dios, Patria y Libertad; yo fui el autor del Manifiesto del 16 de enero; yo en la noche del 27 de febrero me encontraba a la cabeza del pueblo; yo fui el Presidente de la Junta Gubernativa”.

José Gabriel García en su obra “Compendio de la historia de Santo Domingo”, relata que solo se imprimieron unas “cuatro copias: una que llevó Juan Evangelista Jiménez al Cibao, otra que circuló Gabino Puello en los pueblos del Sur, otra que dio a conocer Juan Contreras en los del Este, y la que circulaba en la capital y sus inmediaciones”[2].

Gabino Puello era músico y aprovechó que tocaba fiestas en los pueblos para difundir el manifiesto. Mientras que Juan Evangelista Jiménez “se vio tan perseguido por el general (Alexandre) Morisset, que tuvo que esconderse en La Vega en casa de la familia Villa”[3].

Esta distribución del Manifiesto era una muy peligrosa tarea, pues las autoridades haitianas tenían como espías a cada ciudadano haitiano y cualquier movimiento sedicioso detectado era castigado con la muerte.

El jurista Wenceslao Vega, al analizar el Manifiesto, expresó que “expone desde el principio, a la faz del mundo, la justificación del grave acontecimiento que va a tener lugar a las pocas semanas, bajo el argumento de la resistencia a la opresión, y al sagrado e inalienable derecho de la rebelión contra el despotismo. Se señaló, en vibrantes frases, que la ley suprema y natural de los pueblos, es la conservación y el mantenimiento de su estabilidad y la búsqueda de su futura prosperidad, y que si para lograrlo, se hacía necesario romper con un orden establecido, el pueblo estaba autorizado a derribar a sus tiranos. Estos brillantes principios, han acompañado siempre al pueblo dominicano, quien ha sabido soportar tiranías y malos gobiernos, pero cuando éstos llegan al límite del despotismo, también ha sabido rebelarse y verter su sangre en búsqueda de su merecida libertad.”[4].

Ante tantas vejaciones, la población se fue apoderando de un ánimo de rebelión y las fuerzas políticas dominicanas: nacionalistas y conservadoras llegaron a un consenso. Como señala Juan Daniel Balcácer, “aunque adversas respecto del derrotero que debía seguir el nuevo Estado que surgiría del grito independentista, concertaron una alianza táctica y estratégica que hizo posible a un tiempo la separación de Haití y la proclamación de la República”.

El Manifiesto, como analizaba el Dr. Milton Ray Guevara, contenía “26 párrafos y tres partes: la primera, el Memorial de Agravios, contiene 19 párrafos y enuncia todas las quejas, denuncia los daños sufridos que produjo la intervención a nuestro pueblo; y justifica las razones de la independencia. La parte dogmática, anuncia la formación de un Estado libre y soberano, señala los principios y derechos fundamentales que consagraría la Constitución anunciada; y la parte orgánica, relativa al régimen provincial y al gobierno provisional compuesto de 11 miembros (Junta Central Gubernativa), que tendría por obligación dotar al país de una Constitución”[5].

Los firmantes llamaron a los pueblos del Este a unirse y a sacrificar ante las aras de la patria el odio y las personalidades y que el sentimiento del interés público fuera el móvil de decisión “por la justa causa de la libertad y de la separación; con ella, no disminuimos la felicidad de la República de Occidente, y hacemos la nuestra”.

El extracto más revelador del Manifiesto es en el que se establecen los vejámenes y desconsideraciones que sufrían los dominicanos:

“Considerando que las vejaciones y violencias cometidas en veinte y dos años, contra la parte antes Española, la han reducido a la mayor miseria y completarán su ruina; que el deber de su propia conservación y de su bienestar futuro, la obligan a proveer a su seguridad por medios convenientes, siendo de derecho: (que un pueblo que se ha constituido voluntariamente dependiente de otro, con el fin de lograr su protección, queda libre de sus obligaciones, en el momento que éste le falta aunque sea por imposibilidad del protector). Considerando, que un pueblo que está obligado a obedecer a la fuerza y obedece, hace bien, y que luego que puede resistir y resiste, hace mejor. Considerando, por último, que por la diferencia de costumbres y la rivalidad que existe entre unos y otros jamás habrá perfecta unión ni armonía. Los pueblos de la parte antes Española de la Isla de Santo Domingo, satisfechos de que en veinte y dos años de agregación a la República Haitiana, no han podido sacar ninguna ventaja; antes por el contrario, se han arruinado, se han empobrecido, se han degradado, y han sido tratados del modo más bajo y abyecto, han resuelto separarse para siempre de la República Haitiana” [6].

En el Manifiesto los próceres sostenían que su causa era justa y prometieron dividir la nueva República en cuatro provincias: Santo Domingo, Santiago o Cibao, Azua desde el límite de Ocoa, y el Seybo. El gobierno se compondría de un cierto número de miembros de cada una de ellas para que hubiese una participación proporcional de su soberanía.

Todo esto, junto con la ayuda de muchos que querían librarse de los haitianos que gobernaban sobre los dominicanos condujo a la proclamación de la independencia el 27 de febrero 1844.

El historiador José Chez Checo asevera que “la más pura concepción del liberalismo no toleraba asomo despótico alguno contra los gobernados ni tampoco ningún tipo de influencia de gobierno extranjero. Es por esa razón que la palabra “separación” nunca estuvo en la expresión política duartiana. Esa palabra, plasmada en el Manifiesto del 16 de enero, fue una creación política de los conservadores que nunca creyeron que el país podría ser soberano, libre e independiente”[7].

El Manifiesto estuvo inspirado en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789, razón por la que sus firmantes propugnaron por la abolición de la esclavitud y por el establecimiento de un gobierno republicano, democrático y alternativo.

Comparto la opinión de Wenceslao Vega quien define el Manifiesto como “un hermoso y valiente documento. Contiene la expresión sensata y no fanática de un pueblo cansado de vejámenes y desconsideraciones. Refleja el reconocimiento de la imposibilidad de una unión real entre los pueblos con rasgos tan diferentes como el haitiano y el dominicano. Con palabras mesuradas, justifica la separación de esos pueblos y la decisión de que el dominicano constituirá en lo adelante una nación libre, independiente y soberana” [8].

Este Manifiesto sirvió de anuncio y denuncia a la comunidad internacional del prontuario de atropellos y maltratos que recibieron los dominicanos durante el gobierno dictatorial de Boyer (1822-1844). A lo interno, fue llama incendiaria para liberarnos del yugo haitiano y declarar nuestra independencia nacional el 27 de febrero de 1844.


[1] Ver Emilio Rodríguez Demorizi, Invasiones. haitianas de 1801, 1805 y 1822, Editora del Caribe, 1955, 371 págs. y a José María Serra, Apuntes para la historia de los trinitarios fundadores de la República Dominicana. Imp. J. R. Vda. García, 1915. 24 págs.

[2] José Gabriel García, Compendio de la historia de Santo Domingo. Tercera Edicion. Santo Domingo. Imprenta de García Hermanos. Tomo II, Pág. 271

[3] Ibidem

[4] Eduardo Jorge PratsLas decisiones pre-constituyentes de 1844. Periódico Acento, 6 de noviembre de 2015.

[5] Milton Ray Guevara. Conferencia: “Duarte y la Independencia Nacional”. Auditórium de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)-Centro Mao. 1ero de marzo de 2017, pág. 2.

[6] Tribunal Constitucional de la República Dominicana.  La Justa Causa de la Libertad. Santo Domingo, República Dominicana. Editora Búho. Segunda Edición, 2015. Págs.37 y 38.

[7] José Chez Checo,  Duarte y la independencia plena. Ob. Cit., Pág. 72.

[8] Tribunal Constitucional de la República Dominicana.  La Justa Causa de la Libertad. Santo Domingo, República Dominicana. Editora Buho. Segunda Edición, 2015. Págs.12 y 13

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