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Educación inclusiva: por una educación para todos y todas

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Según la UNESCO, podemos considerar la Educación o escuela inclusiva como «el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación». Una tipología educativa que quizás hoy puede darse por sentada en algunas zonas del mundo, pero que supone la consecución de una serie de objetivos pedagógicos y sociales que han sido defendidos durante décadas hasta que se convirtió en una opción mayoritariamente aceptada y asumida por la ciudadanía. En lugares como España, por ejemplo, este largo proceso condujo a que la educación se dividiese entre las llamadas escuela ordinaria y la escuela especial, siendo esta última la que agrupaba a alumnos que requiriesen una atención especial. Pero ¿qué recorrido ha tenido que seguir esta pedagogía para alcanzar este lugar? ¿Bajo qué principios se desarrolla?

 

Los primeros pasos de una educación en la igualdad de derechos y oportunidades

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El día 10 de diciembre de 1948, tres años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas impulsó la firma de la Carta de los Derechos Humanos. El documento asumía de forma pública la defensa de una serie de libertades que apenas tres años antes se vulneraban de forma masiva en toda Europa. Estaba compuesto por treinta artículos que defendían derechos individuales, sociales, económicos, de pensamiento, religión y, entre otros, también educativos. Concretamente, la Carta de los Derechos Humanos recoge en su artículo 26 que «toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria […]». Es decir que, independientemente de su origen socioeconómico, minusvalías o especificidades físicas o psíquicas, todo ser humano en edad de escolarización debe recibir una formación. Pero a pesar de estas buenas intenciones, ya que la Carta no dejaba de ser un documento de valor declarativo, no fue hasta décadas después, con la redacción del llamado Informe Warnock,que aparecieron los primeros brotes de lo que más adelante acabaría siendo la escuela inclusiva. En este documento, publicado en 1981 y elaborado por la Comisión Británica sobre Educación Especial, que por entonces se hallaba bajo la dirección de Mary Warnock, se afirmaba que no existían niños y niñas que no pudiera ser educados, y que la necesidad de recibir una formación en uno u otro sentido era inherente a todo ser humano, independientemente de sus limitaciones para acceder a una educación reglada. La afirmación recogía el guante lanzado por algunas de las nuevas corrientes pedagógicas que  entonces ocupaban un segundo plano, y oficializó la crítica hacia sistemas exclusivos y perpetuadores de las desigualdades sociales que la escuela inclusiva buscaría erradicar a partir de entonces.

 

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Características de una educación inclusiva

Así, tras varias iniciativas legales aplicadas con desigual fortuna y de otras iniciativas impulsadas desde plataformas como la Conferencia Mundial de Educación para Todos, se acordó que la mejor solución para la plena integración del alumnado en riesgo de exclusión (hecha desde el respeto y aprovechamiento pedagógico de sus particularidades) pasaba por una educación definida como inclusiva, y que podía implementarse a partir de los siguientes elementos:

  • Educación individualizada con el alumnado como centro y gestor de su proceso educativo en cooperación, en la medida de lo posible, con sus familiares.

 

  • En este mismo sentido, la educación inclusiva se construye sobre una visión de la pedagogía entendida como investigación y adquisición de competencias, en detrimento de una concepción memorística del aprendizaje. De esta forma, todo el alumnado será capaz de aprender en cualquier situación y dentro de sus posibilidades.

 

  • Con la intención de posibilitar la adaptabilidad de las materias a estudiar a las realidades específicas de cada estudiante, se apuesta por un profesorado capaz de actuar como guía de los alumnos con más dificultades para aprenderlas.

 

  • Espacios de formación que no se limiten al recinto educativo si no que, en caso de necesidad, contemplen la posibilidad de educar bajo formas pedagógicas más próximas a la desescolarización, el e-learning o al Flipped Classroom.

 

  • Por último, la educación inclusiva exige una visión del aprendizaje alérgica a toda competición entre el alumnado y que abrace en cambio una concepción grupal y cooperativa del acto de aprender. El intercambio de información y la estimulación del debate como forma de dirimir las diferencias entre el cuerpo estudiantil implica, a su vez, una educación en el respeto hacia los demás y sus capacidades que entronca con la que en el fondo es la base de la educación inclusiva: una formación para la convivencia, útil y válida tanto dentro como fuera del aula.

Fuente: aulaplaneta.com

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