La educación inclusiva tiene como objetivo que todas las personas puedan participar de forma activa en el propio proceso de formación. Desde los propios alumnos, pasando por profesores, padres y terminando en la sociedad como conjunto.

De acuerdo con la Declaración de Salamanca de la UNESCO de 1994, la educación inclusiva implica acoger a todas las personas, independientemente de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, culturales o de género, en un sistema educativo que responda a sus necesidades individuales.

Es una meta que integra y compromete a la comunidad en general. Así, esto incluye a los alumnos, docentes, familia, instancias de la localidad y el entorno. Es un trabajo de todos, que vela por el respeto de los derechos humanos y la democracia. Así, esencialmente reivindica el derecho del niño a la educación, la igualdad de oportunidades y la no discriminación o exclusión por discapacidad (1).

La educación inclusiva tiene como objetivo que todas las personas puedan participar de forma activa tanto en la sociedad como en la educación. De esta manera, la educación inclusiva representa una especie de transformación de los sistemas y centros educativos. El fin de esta transformación es responder a las necesidades del alumnado (2).

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Lo que se pretende es fomentar la promoción y aceptación de la diversidad como valor fundamental del aprendizaje. Así, podría decirse que la educación inclusiva representa un proceso y un desafío en materia de derechos humanos (2).

Profesora con alumnos, educación inclusiva

Elementos de la educación inclusiva

Según el autor Ainscow, los cuatro elementos de la educación inclusiva son(2):

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  • La inclusión en un proceso debe considerarse como la búsqueda de formas para atender de manera efectiva a la diversidad. Ello implica aprender a convivir con la diferencia y aceptar la diversidad como valor positivo dentro del aprendizaje.
  • La inclusión se centra en la identificación y eliminación de barreras que limitan el aprendizaje y la participación del alumnado con discapacidad. Ello supone evaluar y planificar mejoras en la política, en las prácticas educativas y en la cultura escolar.
  • Esta inclusión también pone especial atención en aquellos grupos de alumnos en peligro de ser excluidos, marginados o con riesgo de no alcanzar un rendimiento óptimo.
  • Se considera que la inclusión es participación, asistencia y rendimiento de todo el alumnado.

Las necesidades educativas especiales

Este concepto surge a partir de la atención a los diferentes tipos de discapacidad que necesitan de la participación de profesionales debidamente formados. Estos deben contar con los apoyos necesarios para llevar a cabo el proceso escolar.

Sin embargo, parece que, aunque han habido avances, la realidad en el sistema educativo está lejos de responder de manera efectiva a las necesidades de las personas con discapacidad dentro de la escuela ordinaria (2).

Lo normal y lo anormal

Históricamente, las personas con discapacidad han sido segregadas. Se diferencia entre los docentes para la enseñanza de los niños sin una discapacidad identificada y los docentes preparados para la atención a los alumnos con discapacidad.

Se trata de un modelo educativo separado, que responde a las concepciones pedagógicas, psicológicas y médicas de los siglos XIX y XX. Parece que estas han influido en las prácticas educativas que llevan a considerar a la discapacidad como anormalidad (4).

Esta concepción de normalidad-anormalidad señala a la educación especial como un lugar privilegiado. En él, se desarrollarían los métodos y las evaluaciones destinadas a los «deficientes». Con ello, se desdibuja a las personas con discapacidad, alejándolas de su condición social como sujetos plenos, con potenciales a desarrollar, como ciudadanos, etc. (5).

Niños con las manos levantados

Aspectos necesarios en la educación inclusiva

Según los autores Muñoz y Martuny, una verdadera educación inclusiva debe tener presente los siguientes aspectos (6):

  • La diversidad de estilos de aprendizaje. No todos aprendemos igual, por eso es necesario generar estrategias creativas que potencien las habilidades del alumnado.
  • La diversidad es una variable fundamental: su valor, además, es positivo. No se puede permitir convertir la diferencia en desventaja a lo largo del proceso educativo.
  • Existe también una diversidad de ritmos. Todos tenemos tiempos y diferencias en la asimilación de contenidos y aprendizajes. En este sentido, los calendarios rígidos son una forma efectiva de crear desigualdades, favoreciendo la exclusión.
  • También se da una diversidad de intereses, motivaciones y expectativas ante el aprendizaje escolar.
  • A su vez, hay que tener en cuenta la diversidad de capacidades y de ritmos de desarrollo. Todas las personas desarrollan de manera específica diferentes potencialidades, sin que se deba establecer una jerarquización cerrada de las mismas. Todo alumno, con independencia de sus características, es capaz de actuar, de interesarse, de obtener conocimientos y aprendizajes. Sin embargo, es necesario comprender que requieren ayudas, tiempos, recursos y contextos de aprendizaje adaptados a sus necesidades (6).

Como hemos podido ver, la educación inclusiva puede definirse como educación de calidad para todo el alumnado, independientemente de sus características sociales, personales, culturales o de género. Así, parece necesario el desarrollo de este tipo de educación en el futuro, favoreciendo un aprendizaje en el que se tiendan más puentes y se marquen menos fronteras.