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La pedagogía salesiana de Don Bosco; una alternativa para la formación de jóvenes y adolescentes

La pedagogía de Don Bosco, centrado en la caridad pastoral (Constituciones 10), se encarna y se manifiesta en la experiencia educativa del santo en el Oratorio de Valdocco-Turín, que él llamó Sistema Preventivo.
Bravo y decidido luchador por la causa de todas las novedades morales y pedagógicas, y muy especialmente por la revolución (conseguida) de la
pastoral y la espiritualidad, que su movimiento acarreaba, le volvieron decididamente innovador y moderno sin pretenderlo.
Queremos subrayar que el santo, moviéndose con la más refinada naturalidad, en su sistema pedagógico, ofrece una triple realidad dinámica, interrelacionada: un impulso pastoral, es decir, un proyecto educativo integral; una pedagogía como propuesta de vida cristiana y un método práctico.
Las raíces más fuertes en su pensamiento y convicciones nos llevarían lejos. Pero de su pasión por lo clásico y tradicional de la escuela de espiritualidad española del siglo XVI y la escuela italiana del XV y del XVI, extrae su realización individual y los argumentos del camino de sus oratorios. San Ignacio de Loyola, san Francisco de Sales –que dará nombre a sus discípulos–, san Felipe Neri, san Vicente de Paúl y san Alfonso María de Ligorio sitúan su verdadera pedagogía, dentro de la vida cotidiana de educadores y educandos. Conectado con ellos, pluralmente,
la historia de su pedagogía es la historia de un éxito.
El gran acierto del “Padre y Maestro” de la juventud, declarado así por san Juan Pablo II, fue la mezcla de la cotidianidad y el biografismo entrelazados con el humanismo cristiano y los arquetipos de Pío IX y León XIII.

Pedagogía de la amistad

El primer don que san Juan Bosco ofrece a sus  discípulos y a sus muchachos es una relación humana serena y abierta. El dominio de sí mismo, elaborado en profundidad, le permite ofrecerse a los demás de manera sutil y eficaz, en un cauce pastoral, sobre todo.

Dentro de esta perspectiva, son dos los aspectos que más sobresalen de la humanidad del santo pedagogo. Primero, un afecto intenso. Su segundo sucesor, Pablo Albera, lo recuerda así:
Debo decir que Don Bosco nos quería como nadie, de manera única: ejercía sobre nosotros una atracción irresistible. Yo me sentía como prisionero de una fuerza afectiva que se apoderaba de mis pensamientos, palabras y obras. Me sentía querido como nunca me había querido nadie, era algo especial, por encima de todo cariño. Nos envolvía a todos por completo una atmósfera de alegría y felicidad. […] Y no podía ser de otro modo, porque, de cada una de sus palabras y obras, brotaba la santidad de su unión con Dios que es la caridad perfecta. Y nos atraía hacia sí mediante la plenitud del amor sobrenatural que le abrasaba el corazón. De esta singular atracción brotaba esa acción que conquistaba nuestros corazones. Los múltiples dones naturales que tenía se habían
trocado en sobrenaturales por la santidad de su vida.
Y al afecto, hay que añadir su talante constante de amistad. Muy diversas y variadas fueron sus amistades, desde pequeño, adolescente y joven hasta su madurez. Señala uno de sus sucesores, Juan Vecchi: Cultiva la amistad con sacerdotes, religiosos, cooperadores y jóvenes, escritores, perseguidos, políticos, autoridades. Lo dejará documentado en una serie de recomendaciones de este tenor: Haz de modo que todos aquellos con quienes hables se hagan amigos tuyos. La amistad será un tema de su pedagogía.
Pedagogía de lo cotidiano
Resulta fácil definirse como cristiano de forma teórica, pero no tanto en lo concreto del día a día, abriéndose a las exigencias de las bienaventuranzas. Esta
experiencia requiere en la persona el don de la unidad.
Cuando nos acercamos a la figura de Don Bosco, destaca este don de la unidad; es decir, una humanidad en total armonía con la santidad. “Su humanidad es la manifestación de su santidad, al tiempo que esta parece como el esplendor de su humanidad” (Vecchi).
El texto constitucional de los salesianos lo recoge así, en su artículo 21:
El Señor nos ha dado a Don Bosco como padre y maestro. Lo estudiamos e imitamos admirando en él una espléndida armonía entre naturaleza y gracia. Profundamente humano y rico en las virtudes de su pueblo, estaba abierto a las realidades terrenas; profundamente hombre de Dios y lleno de los dones del Espíritu Santo, vivía como si viera al Invisible.
Ambos aspectos se fusionaron en un proyecto de vida fuertemente unitario: el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso: no dio un paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud. Lo único que realmente le interesó fueron las almas.
Es decir, tal talante llevaba a Don Bosco a valorar el día a día, lo cotidiano y a […] proponer una verdadera escuela de trabajo, donde se sigue una pedagogía del deber que educa en la forma práctica de vivir la espiritualidad (CGXXIV, 28). Sin rodeos, a la base de tal consideración se sitúa el misterio central del cristianismo, el de la Encarnación, como lugar preferido para encontrar a Dios, precisamente en la realidad humana: “Os aseguro –certificaban los salesianos capitulares– que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.  (Mt 25,40)
Por consiguiente, es la vida humana la que nos introduce en el acontecimiento de la Encarnación, como paso obligado para descubrir y amar lo cotidiano como realidad nueva donde Dios actúa como padre que previene, acompaña y precede.
Pedagogía de la alegría
Una de las características que llama más la atención en la pedagogía de Don Bosco es su actitud, constante y perseverante, de la alegría. La alegría en él significa muchas cosas: el profundo sentido del bien y la convicción total de que este es más fuerte que el mal, la confianza en las personas (hay mucha bondad en el ser humano), el singular interés por los hechos de cada día como expresión de la voluntad de Dios y cómo la vida suele ser lo que jamás resulta; también la alegría es la acogida matizada de valores novedosos. Asumida, honda y tan de veras fue
su alegría que la venía a identificar con la santidad.
En la biografía que escribió de uno de sus alumnos, hoy santo, Domingo Savio, pone en labios de él las palabras que le dirigió a un nuevo llegado al colegio:
“Nosotros aquí hacemos consistir la santidad en estar alegres” (Canals 186). Asimismo, para Don Bosco el arranque y el impulso de esa alegría debe ser Dios, el Dios revelado en Jesucristo (“Como es Jesús, así es Dios” dice el teólogo Rojano, 2018), de ahí su insistencia en los sacramentos. El horizonte de cualquier vida debe seguir siendo una esperanza, el cambio radical (la conversión), un aliciente. Siendo todavía adolescente, fundó la Sociedad de la Alegría entre sus propios condiscípulos; desde que inicia la obra de sus oratorios o colegios, quiere que se conviertan todos en una sociedad de la alegría (casa, colegio, taller, iglesia y patio), en la que a los muchachos se les dé “amplia posibilidad de saltar, correr, gritar a placer”, siguiendo así las recomendaciones de san Felipe Neri, uno de sus modelos: “Haced todo lo que queráis, a mí me basta con que no cometáis pecados” (Bosco, Escritos 2012). Bien entendido y con datos que nos llevarían lejos, para Don Bosco la alegría no está reñida con la ascesis. Cierto es que nunca buscó la mortificación por sí misma, pero la vivió desde pequeño en su casa y la contagió entre sus seguidores, a los que a veces tuvo que atemperar.
¿Don Bosco se pretendió un asceta? No, de ninguna manera. Se pretendió un comunicador de vida y de ideas vividas, un recreador de intensidades, un vitalista, adobado con ingredientes propios, personales, eficaces, directos. De hecho, fue un fundador. Es bien sabido que su obra despertaba continuadores. Sus muchachos, llanamente, le compraban. Y sin disimulo.
Pedagogía de religiosidad popular
La pedagogía que Don Bosco vive y ofrece, es vivacísima, atrapadora, por su sencillez, en lo que se refiere a las prácticas de piedad. Las recomendaba por activa y por pasiva, las comunes en su ambiente, a excepción de lo que él llamó ejercicio de la buena muerte (una vez al mes ponerse en punto de muerte, una especie de retiro, pero como ejercicio escolar), al que él siempre concedió gran importancia, pautado por un librito que se usó primero en el oratorio donde él empezó. El joven cristiano y después en todos los demás. Así pues, la vida religiosa que promociona el santo se iba articulando en un sistema atinado de prácticas comunes, las sugeridas por el catecismo diocesano de Turín y de otras diócesis del Piamonte.
Nos referimos a las sencillas oraciones de la mañana y de la tarde, la misa, “en la que se recitaba el rosario”, la visita al Santísimo y, sobre todo, la frecuencia de los sacramentos (Stella, 1968). En su opúsculo sobre su sistema educativo, que él denominó Sistema Preventivo (prevenir antes que curar) escribía:
La confesión y la comunión frecuente y la misa diaria son las columnas que deben sostener el edificio educativo, del cual se quieran tener alejados la amenaza y el palo. No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos: pero sí se les debe animar y darles comodidad para aprovechar de ellos. (Bosco, vol. XVIII, 918)
Pedagogía de la confianza
San Juan Bosco fue ante todo y sobre todo sacerdote católico, formado en seminarios ultrancistas, pero que vivió asediado por las calles de la prerrevolución industrial y nacionalista de la “Nueva Italia”, como todos los educadores y formadores paisanos suyos: José Cafasso, Benito Cottolengo, Leonardo Murialdo, por ejemplo.
Convencido de que “la familiaridad engendra afecto y el afecto confianza”, pide al educador confiar en los muchachos para hacer posible la confianza de estos en el educador. En la introducción al Reglamentonde los salesianos, escribe que “la juventud no es de por sí perversa… Si sucede alguna vez que ya están dañados a esa edad, es más por inconsciencia que por malicia consumada”.
Uno de sus recursos habituales fue la presentación de modelos y testigos a sus muchachos a través de biografías ejemplares escritas por él. En ellas, Don Bosco destaca distintos aspectos de acuerdo con la diferente personalidad de los biografiados (Stella, 1969). Así, en Luis Comollo, la ascesis; en Domingo Savio, la lucidez de espíritu; en Miguel Magone, la disponibilidad a la gracia de Dios; en Francisco Besucco, el poder de la oración vocal.
El santo fue precursor de muchas cosas, y las escribió, con calidad y con rigor, con personalidad y con estilo. Muy de su época se adelantó a su tiempo. Afirmaba que, en cada uno, hay un punto accesible al bien y el primer deber del educador es buscar la cuerda sensible del corazón y hacerla vibrar (Bosco MB V, 367).
Pedagogía de los “Tres blancos amores”
En el encuentro que tuvo lugar en Turín el 21 de junio de 2015 entre el papa Francisco y los salesianos, llamó así a los tres amores que Don Bosco inculcó siempre a sus muchachos y a los salesianos. Nos referimos a Jesús Sacramentado, a María Auxiliadora y al Papa. Hijo de la teología de su tiempo, para él, el Papa significa la Iglesia.
Don Bosco, hombre lleno de anhelos, de quimeras, de ideal; luchador contumaz y fragoso, expresó en “sueños” sus cauces pedagógicos, sus apuestas y sus compromisos. Así, en el “sueño” llamado por él de las dos columnas (Bosco MV VII, p. 153 ss.), identifica a la Iglesia con una gran nave que, guiada por el papa como gran timonel, padece la amenaza de otras naves que la atacan. Es el momento en que en medio del mar surgen dos columnas a las que esta gran nave tiene que anclarse para no sucumbir, una más alta, la eucaristía, y otra un poco más baja, la Virgen María, auxilio para vivir la fe en “tiempos recios”.
Fuente: https://bibliotecadigital.usb.edu.co/bitstream/10819/2147/2/1086356_ANEXO_Articulo.pdf

La pedagogía del abrazo: comprensión, afectividad y cariño por doquier

En ocasiones enseñamos con pocas muestras de afecto, sin ser conscientes de todos los beneficios que aporta el amor a la hora de educar

Bienvenida a Irina, una niña ucrania, que le dedican sus nuevos compañeros de clase con entrega de dibujos y abrazos.

Una de las cosas que más recuerdo de mi infancia es la suerte que tuve al recibir muchos abrazos. No fui una niña besucona y siempre recurrí a este gesto para expresar mi cariño o pedir aliento. Conservo en mi memoria cómo me los daban mis padres, hermanas, tíos o abuelos cuando las cosas se torcían y necesitaba que me mimasen. Cómo esas muestras de cariño calmaban mi alma, acompañaban mis emociones sin juicios o me animaban a seguir intentándolo. Parecía que durante esos instantes el tiempo se detenía y los problemas se hacían mucho más pequeños. No hacía falta pedírselos, ellos siempre sabían cuándo dármelos y no necesitaban sumarles palabras para que hiciesen su efecto, especialmente aquellos días donde parecía que las fuerzas del firmamento se habían conjurado en mi contra. Pero también aprendí que podía pedir los abrazos sin miedo o vergüenza.

Dicen que el abrazo es el único traje que se amolda a todos los cuerpos, el mejor compañero de los triunfos y los fracasos. Desde que soy madre son parte imprescindible de mi acompañamiento, de mi empatía hacia mis hijos y de mis muestras de afecto. En ocasiones enseñamos con pocas muestras de cariñosin ser conscientes de todos los beneficios que aporta el amor a la hora de educar. Buscamos metodologías innovadoras que nos acerquen a un mejor rendimiento académico olvidando cuidar la emoción, el apego y las muestras de amor.

Abrazar a tu hijo: mucho más que amor

Nos obsesionamos con que nuestros hijos aprendan muchos contenidos o sepan diferentes idiomas y, sin subestimar este aspecto, olvidamos realmente aquello que les va a hacer crecer felices. Hemos llenado nuestros hogares de tecnología capaz de conectarnos e interactuar con personas de cualquier punto del mundo, pero que nos aleja estrepitosamente de las que tenemos más cerca. Ojalá fuésemos capaces de poner de moda la pedagogía del abrazo. La más sencilla de todas, basada en la comprensión, la afectividad y el cariño por doquier.

Y que está cargada de paciencia, de ternura y arrumacos. Donde los abrazos, acompañados de besos y miradas que alienten, se conviertan en el mejor medio para educar. Utilizando el lenguaje de las emociones que susurra desde el interior, ese que explica todo lo que nos transita por dentro, que nos permite conocernos y aceptarnos. Ese idioma que protege, que crea vínculos, que espanta el miedo. Que motiva y nos ayuda a querernos. Que construye puentes, cura heridas y acerca posturas.

Un niño con un desarrollo afectivo y emocional adecuado será una persona adulta más segura, empática y feliz. Tendrá una mayor capacidad de autocontrol y tolerancia a la frustración.

Existen tantos tipos de abrazos como personas, como circunstancias, como necesidades. Amo esos abrazos que hacen que las tristezas se vayan del cuerpo, que liberan, que cicatrizan heridas, que reparan lo que está a pedazos. Que acarician las penas, espantan fantasmas, acercan distancias y detienen el tiempo. Repletos de seguridad y nuevos motivos para volver a empezar. Esos que alargan las oportunidades y abrigan los sentimientos. Que conectan emociones, comparten madrugadas y sintonizan sueños.

Y tienen un poder casi medicinal: inyectan energía, rescatan esperanzas y se convierten en grandes aliados ante el error. Facilitan la comunicación afectiva, el sentimiento de pertenencia y la comprensión. Nos ayudan a fortalecer vínculos, a regalar consuelo, a educar desde el respeto y la comprensión.

En la educación faltan abrazos

Creo que en la educación faltan abrazos que arropen, que contagien esperanza, que acaricien las dificultades y regalen fortaleza. Muestras de amor que generen compromisos, que faciliten la comunicación afectiva, que ayuden a vivir en el aquí y el ahora. Gestos que diseñen caminos, que enseñen a entender el mundo que nos rodea, que empoderen.

Me gustan los que provocan sonrisas, comparten victorias, reinician por dentro. Llenos de mensajes, confidencias y de serenidad. Que engrandecen los deseos, cargan de optimismo y se vuelven eternos. En casa utilizamos diferentes tipos de abrazos.

  1. Está el abrazo de oso polar, consolador, cariñoso, que persigue animar y que quien lo recibe sienta que puede contar contigo. Un abrazo cargado de seguridad, apoyo y reafirmación.
  2. El abrazo de pingüino es corto y juguetón, donde las mejillas se juntan y con él la risa está asegurada si se acompaña con una buena dosis de cosquillas. Abrazo para compartir en momentos distendidos y reconfortantes.
  3. El abrazo volador, mi preferido, es aquel que nos dan nuestros hijos cuando echan a correr con ímpetu al vernos llegar. Abrazo lleno de magia, ilusión, espontaneidad y sorpresa. Cortos pero muy intensos.
  4. El abrazo zen: aquel que te llena de energía y te recarga las baterías. Un abrazo sublime, largo, abierto, tranquilo, agradecido y genuino; dado en silencio.

Llenemos nuestra educación de presencia y disponibilidad, de apego seguro y un acompañamiento emocional que haga sentir a nuestros hijos únicos. Una relación basada en el respeto mutuo y la pertenencia, convirtiéndonos en adultos significativos que cuiden y protejan, amables y firmes al mismo tiempo. Que sepamos valorar el esfuerzo y enseñemos a aceptar el error como parte imprescindible del aprendizaje.

Plaguemos nuestras casas y aulas de abrazos que les hagan sentir especiales y afortunados. Que les recuerden a diario que estamos a su lado sin condición, creando un vínculo cómplice y sincero, ayudándoles a superar los tropiezos. Como decía un sabio vietnamita: “Un abrazo sincero es la mejor manera de decir te quiero”.

 

Fuente:  elpais.com

 

Pedagoga aboga por un sistema de enseñanza igualitario en RD

La socióloga María Josefina Cantisano Rojas abogó por que República Dominicana adopte un sistema de enseñanza que fomente la igualdad entre los niños y las niñas, con un enfoque en el que los derechos humanos, así como los sexuales y reproductivos, sean respetados.

Al dictar el seminario “Coeducación: ambiente ético afectivo”, en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec), la pedagoga afirmó que es necesario un cambio en la cultura educativa que debe iniciar con la formación del profesorado con enfoque de género.

En un lenguaje llano, exhortó a los profesores, orientadores y psicólogos de los niveles de primaria y secundaria que asistieron a la actividad a modificar de manera general la forma en la que educan porque advirtió fomenta la desigualdad, al ordenar roles distintos para las niñas y los niños.

Dijo que las capacidades y actitudes que se deben fomentar en los estudiantes suceden con mayor facilidad cuando en las escuelas -y de manera participativa las y los protagonistas de proceso aprendizaje enseñanza- diseñan, desarrollan, gestionan y evalúan sistemáticamente, para avanzar en la reconstrucción de una sociedad en la que quepamos todos.

Manifestó que la coeducación incluye acciones prácticas que han de favorecer el desarrollo de las dimensiones socio-afectivas y ética de los estudiantes, por lo que “es impostergable considerarla como un elemento constitutivo esencial de las dinámicas educativas de nuestras escuelas”.

Cantisano favoreció la construcción de una pedagogía feminista crítica y postcolonial, la cual, según su consideración, permitirá la transformación de la ciudadanía en clave de igualdad, equidad y justicia social.

Cómo ser un mal profesor

Con el fin de no crear confusiones, y para aquellos profesores motivados y con vocación de ayudar a los jóvenes, haz lo contrario de lo que aquí aparece para que los alumnos desarrollen una alta autoestima y aprendan a creer en sí mismos.

  1. Utiliza la competitividad como herramienta fundamental de aprendizaje

Se sabe que la competitividad es una de las mejores herramientas para aumentar el rendimiento. La tensión generada por la competición libera cortisol lo cual es fundamental para que los alumnos mejor dotados estén preparados para asumir los retos. Sólo en los alumnos más débiles un tiempo prolongado de exposición ante el cortisol afecta al hipocampo, desacelerando la generación de puentes entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo.

  1. Expón públicamente los fracasos

La comparación social y el sentirse valorado por los demás es uno de los principales factores para aumentar la motivación de los alumnos. Cuidado con esto, si expones los buenos resultados en lugar de los fracasos crearás líderes en el grupo que pueden llegar a quitar el poder.

  1. Genera miedo al error

Responde inmediatamente al error con un castigo o con un refuerzo negativo. Sólo los alumnos más débiles desarrollarán fobia escolar, el resto aumentará rápidamente el rendimiento, ya que el miedo les hará reducir los errores. Algunos profesores dicen que los alumnos deben errar para aprender, pero eso es porque quieren justificar que no saben hacer que sus alumnos acierten a la primera. Si generas miedo al error, los alumnos que no sepan la respuesta estarán callados y sólo responderán los buenos.

  1. Da más importancia al resultado que a la actitud

Está demostrado que los alumnos que centran su motivación en la tarea tienen una mayor capacidad para aprender de manera autónoma. Utiliza rankings o premios y evalúa siempre en función del resultado en lugar de la actitud y de esta manera tú tendrás el control sobre su aprendizaje. Imagina que los alumnos pudieran aprender por ellos mismos, entonces perderías poder. Haz que dependan de ti.

  1. Evalúa el conocimiento no el proceso de mejora

Los alumnos de bajo rendimiento deben entender que no vale sólo con mejorar. Si no son capaces de estar al nivel de los mejores alumnos y demostrar que alcanzan los conocimientos que pide el profesor se han equivocado de lugar. Si te centras en su progresión les subirás su autoestima y eso puede hacer que crean en sí mismos más de lo que deben.

  1. Etiqueta a los alumnos

Una de las cosas que mejor funcionan para bajar la confianza de algunos alumnos es ponerles una etiqueta a principio de curso. El efecto pygmalion hará el resto. Esto te hará tener un mayor control sobre tus alumnos porque ellos se comportarán como tú esperas que se comporten (el vago no hará nada, el despistado siempre olvidará su material en casa…)

  1. Utiliza el castigo para reducir conductas no deseadas

Está demostrado que el castigo reduce la probabilidad de que se produzcan conductas no deseadas. Si sólo utilizas el castigo los alumnos tendrán miedo a actuar y bajarás su confianza, lo cual aumenta tu autoridad como profesor.

  1. Atribuye los malos resultados a la falta de interés de los alumnos

Muchos profesores piensan que los malos resultados de los alumnos se deben a su acción docente. Aunque nuestras lecciones sean aburridas y no enganchen lo que está claro es que si los alumnos no alcanzan el éxito es porque no se esfuerzan, o al menos eso debemos hacer que ellos piensen. Si no lo hacemos podemos caer en el error de que los alumnos sean críticos con nosotros.

  1. Prioriza el orden al disfrute

Algunas estrategias metodológicas pueden ser muy divertidas para el alumnado y eso les hará generar una mayor confianza en sí mismos dentro de la escuela. En cambio estas técnicas normalmente hacen que los alumnos se levanten, jueguen hablen con otros. Si haces esto puedes perder el control de la clase.

  1. Mantén la distancia con el alumno, no seas demasiado cercano

El ser una persona cercana con los alumnos hace que ellos sientan una mayor confianza y que se atrevan a hablar contigo con libertad. El problema de esto es que los alumnos te pueden perder el respeto. No te arriesgues, utiliza una tarima para estar más alto, llámales de usted, no utilices su nombre, no te preocupes por sus cosas personales y no hables con ellos fuera del aula.

Fuente: Actualidad Pedagógica

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