Carolina JiménezSanto Domingo
La educación y los buenos valores que se nos otorgan en el hogar desde la niñez, nos condicionan para el futuro desde múltiples ángulos: afectivo, psicológico, educativo, moral, relacional e incluso físico.
Atesorar el cálido trato con nuestros padres, hermanos, cónyuges, hijos, y hasta con nuestra familia política es tan importante que puede evitar cualquier incógnita familiar. Sin embargo, algunas familias se olvidan de esta verdad a la hora de organizar la convivencia, las leyes, los horarios, las exigencias laborales, los hábitos de consumo, etc.
La familia como institución
La familia se considera como una institución, porque es donde se da el origen de la vida; donde se transmiten los valores éticos y morales que marcarán la personalidad de cada individuo y se construyen los primeros criterios educativos y las normas de conductas para la convivencia en grupo.
Aparte, la familia ha de ser una comunidad de amor. Existen grupos donde carece, precisamente, el cariño y el trato amoroso, lo que puede afectar principalmente el estado emocional de los hijos, quienes son el resultado del ejemplo que ven en el hogar por parte de sus padres.
“La libertad, el respeto, el afecto, la alegría, la empatía, la capacidad de entrega, el sacrificio gratuito y el acompañamiento incondicional son características de la familia, porque son también características del amor. En la familia se quiere, se valora y se respeta a la persona por lo que es, no por el cargo que ocupa o la actividad que ejerce”. (forofamilia.org)
Familia del siglo XXI
La familia del siglo XXI, según la escritora Francia Fernández, se puede describir con la palabra diversidad. Dice que a diferencia de lo que ocurría hasta mediados del siglo pasado en todo el mundo cuando primaba el modelo de matrimonio formal –predominio del marido y autoridad de los padres–, hoy solo el 37% de las familias responden a la versión tradicional padre-madre.
Un aspecto negativo que señala la profesora Erika Barajas, es que existe una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí. Así como las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores.
Otra variable es que el modelo de la familia tradicional que décadas pasadas se vivía, se está perdiendo cada vez más. Ahora la familia moderna ha dado el salto a la sociedad y las uniones entre personas son distintas. También los roles han cambiado en los últimos años.
“La familia en los tiempos modernos, ha sufrido quizás como ninguna otra institución la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura. Muchas familias viven esta situación, permaneciendo fieles a los valores que constituyen el firmamento de la institución familiar. Otras se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Otras en fin, a causas de diferentes situaciones de injusticia, se ven impedidas para realizar sus derechos fundamentales”. (elimpulso.com)
Retos y oportunidades
En la actualidad, la familia enfrenta grandes desafíos, como son el cambio de roles, la transformación cultural, la migración, el desempleo y hasta los bajos salarios.
Según el artículo “Crisis de la familia”, los cambios culturales han actuado también como factores desafiantes en la vida familiar, debido a que hoy en día las relaciones entre las generaciones dentro de la familia se están volviendo más inciertas y confusas. Los padres están enfrentando problemas con respecto a cómo mantener su autoridad en una sociedad y una cultura que da más espacio a los niños y jóvenes.
La rapidez con la que se vive en estos tiempos, es otro factor que ha desintegrado a la familia del siglo XXI. Cuando los padres se pasan el mayor tiempo en sus trabajos y los hijos en la escuela y actividades fuera del hogar, fácilmente se pierde la comunicación. Es importante que a pesar de los compromisos laborales, tanto mamá como papá saquen su momento para estar al tanto de lo que acontece en la vida de los hijos y de tal manera saber orientarlos cuando estén haciendo algo que no esté correcto.
Hoy en día los roles de padre y madre han cambiado mucho e incluso se ha tratado de equipararlos. Andrea Villamar, escritora, explica que: “Esto se ha cimentado bajo un “egoísmo” personal, porque cada quien busca crecer más que el otro, tener más o mejores cosas que el otro, dejando el verdadero sentido de familia de lado”.
Por esta razón, los hijos sufren grandes pérdidas, relaciones entre padres rotas y falta de atención, lo cual produce como consecuencia desconcentración en el ámbito escolar, baja autoestima, rebeldía y malos patrones de conducta que se repiten y que alteran el proceso educativo.
Los padres que demuestran amor el uno al otro, respeto, consideración, ayuda a que los hijos crezcan seguros, confiados, listos y dispuestos a afrontar los obstáculos que se les pudiera presentar a lo largo del camino, pueden asegurar que ese mismo patrón de conducta se va a ver reflejado en el momento en que ellos formen una familia.
De ahí la importancia de enseñar valores y principios a través del ejemplo. El maltrato, ya sea físico, psicológico o espiritual provoca distanciamiento, rechazo, falta de motivación, incluso en cada uno de los miembros de la familia.
El verdadero desafío de la educación de hoy en día es fomentar la educación familiar, la unión familiar. Enseñar a los padres a saber comportarse y obrar con sabiduría, demostrar que el amor filial es la base y la fuente de seguridad que sembramos en nuestros hijos.