Por: Emelinda Padilla Faneytt Dra. Ed.
La participación de la República Dominicana en PISA 2025 no solo nos deja una radiografía del rendimiento académico de los estudiantes de 15 años, sino también una oportunidad invaluable para preguntarnos si lo que se enseña en nuestras aulas responde realmente a los desafíos de la época. Entre el 21 de abril y el 30 de mayo de 2025, fueron evaluados más de 8,600 estudiantes dominicanos, con edades entre 15 años y 3 meses y 16 años y 2 meses, seleccionados por edad —no por grado escolar— en 275 centros educativos públicos y privados distribuidos por todo el país. La prueba abarcó competencias clave como lectura, matemáticas, ciencias, inglés y aprendizajes digitales. Más allá de los puntajes, las competencias evaluadas apuntan a algo más profundo: ¿estamos formando ciudadanos capaces de pensar críticamente, resolver problemas complejos y actuar con sentido ético en un mundo incierto?
En una sociedad saturada de información, marcada por la automatización, la polarización y los cambios constantes, las habilidades críticas son esenciales. No basta con memorizar contenidos o repetir lo que otros dicen. Nuestros estudiantes deben aprender a analizar, a construir sus propias ideas, a argumentar con fundamentos, a contrastar fuentes, a tomar decisiones informadas y a colaborar con otros para imaginar y construir soluciones. Sin embargo, en muchas aulas del país, todavía predominan prácticas centradas en la repetición, en el dictado, en los libros de texto como única fuente, y en evaluaciones cerradas que no permiten pensar más allá.
Frente a este panorama, comparto siete claves que pueden orientar la enseñanza de habilidades críticas desde nuestras aulas dominicanas:
1. Revalorizar la pregunta
Educar para el pensamiento crítico implica enseñar a preguntar. Las preguntas abiertas y provocadoras estimulan el pensamiento complejo y creativo. “¿Por qué crees que esto ocurrió?”, “¿qué otras soluciones propondrías?”, “¿cómo lo explicarías desde otra perspectiva?” son formas de abrir espacio a la reflexión, al análisis y al diálogo en el aula. Una escuela que se permite la duda es una escuela viva.
2. Leer para pensar, no solo para repetir
La lectura comprensiva debe ser una práctica transversal, no exclusiva del área de Lengua Española. Comprender y analizar textos científicos, noticias, estadísticas, fragmentos literarios o documentos históricos con una mirada crítica fortalece la capacidad analítica y la autonomía intelectual. Esto requiere docentes formados y acompañados en metodologías de lectura crítica y mediación textual.
3. Aprender desde contextos reales
Las habilidades críticas se fortalecen cuando se aplican a situaciones significativas. Proyectos escolares, debates, análisis de problemáticas sociales, actividades comunitarias o simulaciones prácticas ofrecen oportunidades auténticas para desarrollar pensamiento complejo. Los estudiantes se involucran más cuando el aprendizaje tiene sentido y conexión con su vida.
4. Evaluar para aprender
La manera en que evaluamos condiciona profundamente lo que enseñamos y cómo lo hacemos. Si seguimos priorizando exámenes de opción múltiple o listas para memorizar, será difícil que florezca el pensamiento crítico. Necesitamos más portafolios, rúbricas, autoevaluaciones, diarios reflexivos y retroalimentación constructiva. Evaluar debe ser una oportunidad para crecer, no solo para calificar.
5. Formación docente situada y reflexiva
Los docentes son el motor del cambio. Pero enseñar a pensar exige condiciones, tiempo y formación adecuada. La formación docente debe ser continua, situada en las realidades de cada escuela y orientada a la práctica reflexiva y colaborativa. No basta con talleres aislados: necesitamos comunidades de aprendizaje profesional, donde los maestros también piensen juntos sobre su práctica.
6. Currículo basado en competencias y articulación entre áreas
Un currículo centrado en competencias promueve la integración de saberes y el aprendizaje con sentido. Esto implica reorganizar los contenidos, priorizar aprendizajes clave y promover articulaciones entre áreas. La realidad no está fragmentada; el conocimiento escolar tampoco debería estarlo. La interdisciplinariedad es clave para pensar críticamente.
7. Escuchar a los estudiantes
El pensamiento crítico se potencia cuando los estudiantes sienten que su voz cuenta. Incluir sus ideas, inquietudes y propuestas en las decisiones pedagógicas les permite reconocerse como sujetos activos del aprendizaje. Escuchar no es ceder autoridad, es reconocer al otro como interlocutor válido y construir desde ahí.
Fortalecer las habilidades críticas no es un lujo, es una urgencia nacional. La educación dominicana del siglo XXI necesita formar generaciones capaces de pensar con libertad, dialogar con otros, actuar con responsabilidad y comprometerse con la construcción de un país más justo, más democrático y más humano. Las pruebas internacionales como PISA pueden ayudarnos a ver dónde estamos. Pero el verdadero cambio vendrá desde dentro: desde cada aula que se atreve a cuestionar lo dado, desde cada maestro que decide enseñar de otro modo, desde cada estudiante al que se le ofrece una voz. Formar pensamiento crítico es también formar ciudadanía.