La Trinitaria. Un día como hoy, 16 de julio, pero del año 1838, nueve jóvenes dominicanos decidieron cambiar el rumbo de la historia. Reunidos en la modesta casa de doña Josefa (Chepita) Pérez, frente a la iglesia del Carmen en Santo Domingo, fundaron la Sociedad Secreta La Trinitaria, con el firme propósito de liberar la parte Este de la isla de la ocupación haitiana.
El líder de ese grupo fue Juan Pablo Duarte, un joven comerciante de 25 años, visionario y profundamente comprometido con el ideal de la libertad. Junto a él estaban Pedro Alejandrino Pina, Jacinto de la Concha, José María Serra, Juan Alejandro Acosta, Juan N. Ravelo, Felipe Alfau, Félix María Ruiz, Benito González y Juan Isidro Pérez. Tenían entre 17 y 27 años. Eran jóvenes comunes, pero con un compromiso extraordinario.
Un juramento para la historia
Durante esa mañana del 16 de julio, los trinitarios realizaron un juramento solemne y estremecedor. Prometieron luchar con “su persona, vida y bienes” por la independencia de su país. Aquel acto, que sellaron con su sangre, no fue simbólico: era un pacto de vida o muerte, y su lema fue tan claro como eterno: Dios, Patria y Libertad.
El juramento completo decía:
“En el nombre de la santísima, augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente, juro y prometo… cooperar con mi persona, vida y bienes, a la Separación definitiva del gobierno haitiano y a establecer una República libre…”
Una red revolucionaria en silencio
La Trinitaria no fue solo un grupo patriótico. Fue una organización conspirativa, inspirada en modelos secretos como los Soles de América. Su estructura en células de tres personas garantizaba la confidencialidad y evitaba filtraciones. Cada miembro debía iniciar a dos más, hasta formar una red sólida y encubierta.
Los trinitarios usaban seudónimos, códigos, colores e insignias para comunicarse. Duarte era “Arístides”; Ravelo, “Temístocles”; y Alfau, “Simón”. Duarte eligió el color azul celeste, símbolo de gloria. Pina, el rojo, por el fuego sagrado que lo movía. Sánchez, el verde, por la esperanza.
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La llama se convierte en incendio
El movimiento no se limitó a reuniones secretas. Duarte impulsó también sociedades públicas como La Filantrópica y La Dramática, desde donde se promovían ideas patrióticas a través del arte y el teatro.
Con el tiempo, los trinitarios supieron aprovechar los movimientos internos en Haití para fortalecer su causa. En 1843, apoyaron discretamente el golpe contra el presidente Boyer, y aunque el grito de independencia se adelantó, ya era imposible apagar el fervor.
El ideal sembrado en 1838 se convirtió en una verdadera revolución.
Una juventud que nos inspira aún hoy
La historia de La Trinitaria es un testimonio del poder de la juventud organizada, de la fuerza de las ideas y del valor de actuar con convicción. A casi dos siglos de aquel juramento, sus nombres siguen grabados en la memoria nacional como símbolo de entrega, coraje y fe inquebrantable en la libertad.
Recordar a La Trinitaria no es solo hacer memoria: es volver a comprometernos con una ciudadanía activa, crítica y responsable.

