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Sobre la delimitación territorial entre la República Dominicana y Haití

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De las generaciones dominicanas del siglo XXI, son muy pocas las que tienen pendiente que el país perdió 4 mil kilómetros cuadrados que le fueron arrebatados por Haití, en una ocupación pacífica después de finalizada las invasiones haitianas de la independencia y los dominicanos haber logrado su restauración en 1863.

La ocupación de los haitianos de un territorio que había sido parte de la colonia española, obligó a la migración de decenas de familias que se establecieron en varias poblaciones sureñas como Las Matas de Farfán, San Juan, Azua y Baní, así como en el Este. Esas familias provenían de las poblaciones, ahora haitianas, de San Rafael, San Miguel de la Atalaya, Hincha y Las Caobas.

Esa ocupación de los territorios del centro de la isla fue el principal diferendo de las discusiones entre los dos países, que hasta con un Papa buscaron un mediador y se extendió, desde finales de los 60 del siglo XIX hasta el 21 de enero de1 929 cuando se firmó el acuerdo de los límites, mediante el cual los dominicanos perdieron para siempre sus 4 mil kilómetros cuadrados y Haití se reconocía como dueño de casi un 10% del territorio dominicano, fijado por el tratado de Aranjuez de 1777.

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Pero no fue hasta el 14 abril de 1936, cuando Trujillo y el presidente haitiano Sténio Vincent ratificaron el acuerdo de 1929 para darle vigencia y reafirmar la necesidad de construir la Carretera Internacional desde Bánica hasta Restauración que serviría de límite fronterizo, y el río Artibonito, aguas abajo de Bánica, era la línea limítrofe de los dos países.

La firma de ese acuerdo por parte de Trujillo, aprobando el despojo definitivo del territorio, quedó como una espina en el cerebro del dictador dominicano para que por los roces fronterizos en la zona de Dajabón, y en octubre de 1937 ordenó el exterminio, con el uso de machetes y cuchillos, de miles de haitianos residentes en la Línea Noroeste. Las cifras estimadas de seres humanos asesinados nunca han sido bien estimadas y miles pudieron huir heridos hacia su país de origen ya que habían sido testigos de la masacre y narraban los hechos en los centros sanitarios de Juana Méndez y Cabo Haitiano donde fueron atendidos.

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Ese hecho provocó un repudio internacional en contra de la incipiente dictadura dominicana, y el asediado gobierno haitiano elevó tímidamente sus protestas, hasta que en Washington, los ministros plenipotenciarios de los dos países firmaron un acuerdo de entendimiento el 31 de enero de 1939 en que los dominicanos se comprometían pagarle al gobierno haitiano la suma de 750 mil dólares por resarcir por los daños ocasionados por la matanza y así compensar a los familiares de las víctimas de esa horrible tragedia.

Ese acuerdo de Washington le daba vigencia al de límites de 1929 y de 1936 para de esa manera establecer las bases de una convivencia en que Trujiillo, desde entonces, ponía y quitaba a su antojo a los políticos haitianos de la presidencia y obligó establecer las bases de una rígida inmigración controlada para utilizar la mano de obra en el corte de la caña y en algunas obras agrícolas en los arrozales del Cibao.

Ahora, esa ocupación pacífica del territorio dominicano por las masas hambrientas de centenares de haitianos, arraigándose en casi todo el territorio dominicano, es mucho más delicada que la de 1937. No se trata de los bateyes azucareros, ocupados por los remanentes de aquellos picadores de caña que envejecieron y languidecen en terribles condiciones, sino que sus asentamientos en las periferias de las grandes poblaciones es causa de malestar y de enfermedades con los nativos como ocurren con frecuencia en el entorno de Santiago.

Además, los haitianos desplazan a los dominicanos de decenas de puestos de trabajo, que estos rechazan por baja remuneración, ya que sueñan con el éxodo al exterior o una botella en el gobierno de turno, ya que han visto cómo se premia la holgazanería con miles de botellas que han sido estimuladas por los políticos y su clientelismo, con lo que el dominicano ha perdido su amor al trabajo.

En las gráficas, vemos arriba como estaba dividida la HISPANIOLA cuando el tratado de Aranjuez en 1777 y como quedó después de que los Haitianos nos la quitaron. 

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