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La mejora de los aprendizajes: una tarea pendiente

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Jeanette Chaljub Hasbún

Los procesos de enseñanza y aprendizaje, tal como su nombre lo indica, abarcan dos matices que están interrelacionados entre sí y que se llevan a cabo de forma sinérgica. No hay enseñanza sin aprendizajes. Vamos a detenernos en el concepto de “aprendizaje”, que no es más que la manera en la que los seres humanos desarrollamos o transformamos habilidades, destrezas y conductas que son el resultado de observación, indagación, análisis y experiencias motivadoras y enriquecedoras; sobre todo, desde el ámbito de la educación. Por lo tanto, para que la enseñanza tenga un impacto transformador, debe tener un carácter formativo, motivador y dinámico.

Jeanette Chaljub
Jeanette Chaljub Hasbún

Sabemos que existen un conjunto de factores que inciden en el logro de la tan anhelada educación de calidad. Por ejemplo, la cultura misma de nuestro país y el entorno social y económico de los estudiantes, tomando como base la familia. También, se debe tener en cuenta la escuela. ¿Cómo es la planta física y su estructura funcional? ¿Cómo se distribuye el tiempo de clase? ¿Con qué recursos se cuentan para llevar a cabo una clase de manera óptima? ¿Qué tipo de maestros están guiando los procesos? Si seguimos analizando, faltaría espacio para responder.

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Trataré de abordar las preguntas, de forma general, empezando por la última y no es por nada en especial, sino por mi condición de docente, oficio al que me he dedicado por los últimos casi 40 años de mi vida, porque yo creo en el efecto transformador de la educación. Una clase bien pensada, desde el punto de vista de un diseño didáctico, busca implementar adecuadamente actividades que han de llevar a cabo los estudiantes con el fin de adquirir saberes robustos. Los nuevos conocimientos se convierten en el resultado de un proceso estratégico de enseñanza, con una intención pedagógica centrada en el logro de los aprendizajes esperados. Como bien sabemos, estos últimos son declaraciones explícitas y medibles de aquellas habilidades y destrezas que puede alcanzar el alumno al final del proceso de formación. Puede ser una clase, una unidad o un período académico. Y, por lo tanto, va más allá del documento de planificación escrito, en cuanto a contenidos y competencias. Para lograr un aprendizaje real y profundo, se han de establecer condiciones en el entorno áulico que apunten a resultados efectivos y concretos. La sensación de “ya entiendo, profe” o “¡ahora sí aprendí cómo se hace!”, ha de reflejarse en cada uno de nuestros estudiantes. Sabemos que todos aprendemos de forma y ritmos distintos. Por eso, las estrategias de enseñanza se deben elaborar de manera que conduzcan a diversos tipos de experiencias dinámicas y que estén lo más relacionadas posibles a las vivencias de los estudiantes y su realidad circundante.

Lo anterior no se da de manera fortuita, requiere de un compromiso por parte del profesor y preparación integral con la formación profesional. Por preparación integral, me refiero a prepararnos nosotros, como docentes, en aspectos neurálgicos como son la comprensión lectora y la correcta redacción. También, un maestro debe esforzarse en adquirir y perfeccionar habilidades esenciales, tales como una correcta ortografía, caligrafía nítida y legible, y conceptos matemáticos que nos permitan desarrollar el pensamiento lógico y analítico, para un abordaje de clase con nuevas estrategias de enseñanza de acuerdo a las rutas de aprendizaje de nuestros estudiantes. Sin embargo, la idea de poder atender a todos nuestros alumnos y que podamos llevarles una buena clase, donde cada uno aprenda según su ritmo, se puede hacer un poco complicada para cursos masivos. No obstante, si pensamos en actividades diversas, con una estructura flexible y con ligeras adecuaciones, o como también se le conoce “adaptaciones de aula”, podríamos obtener mejores resultados en los aprendizajes. Muchos se estarán preguntando, ¿y cómo podemos lograr esto? Parece utópico, pero no lo es. ¡Es una tarea pendiente en muchas escuelas de nuestro país! Si continuamos con el orden ascendente de las preguntas planteadas en las líneas anteriores, debemos asegurarnos de que la planta física del centro educativo cumpla con las condiciones adecuadas para el proceso de aprendizaje y que sus instalaciones, así como el mobiliario, deben tener un diseño ergonómico que ponga énfasis en la comodidad física del estudiante y ajustado a su edad. Debemos recordar que los niños pasan entre cinco y ocho horas en el recinto escolar, por lo que la ergonomía juega un papel importante en el ambiente áulico. El diseño de la clase y los recursos educativos necesarios deben estar al alcance, tanto de los docentes como de los estudiantes, para que se puedan distribuir equitativamente y se optimicen las experiencias de aprendizaje. Con esto, nos referimos desde lo más sencillo que puede ser un lápiz, hasta manipulativos y herramientas tecnológicas. Igualmente, es importante tener conciencia del tiempo que se dedica a cada actividad y los andamiajes que se necesitan como apoyo a la docencia. Aunque una vez en el aula y con los estudiantes, el plan de clases original puede y debe tener variaciones para dar respuesta a las necesidades de los estudiantes, no es correcto dejar al libre albedrío y sin control el transcurso de las clases. Es deber de la escuela, respetar los momentos pedagógicos y comprometer a los docentes a establecer, de forma estructurada, una relación de confianza y respeto con los estudiantes, quienes deben saber qué se espera de ellos y cuáles son los objetivos de la clase. El seguimiento de los resultados de aprendizaje, también, es esencial para monitorear y analizar el desarrollo del proceso. La evaluación asertiva, acompañada de una apropiada retroalimentación, ayuda mucho a que los estudiantes puedan aprender de sus errores, da pautas al docente de cómo se debe replantear lo que está enseñando y qué estrategias debe seguir. Esto ha de convertirse en un compromiso real para lograr aprendizajes verdaderos y efectivos.

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Con relación a las familias, es un tema que llevaría un tiempo analizarlo. Todos sabemos la incidencia de los miembros del hogar en el desarrollo de las personas. El ambiente en que crecemos y las costumbres con las que vivimos son determinantes en nuestra conducta y forma de enfrentar las situaciones de la vida. Por eso, la conjunción familia-escuela es vital para un proceso de aprendizaje y no debe quedar al margen de cualquier mejora educativa. La familia y la escuela deben trabajar en conjunto para un mismo fin: que nuestros niños y jóvenes aprendan.

Por último, no podemos dejar de mencionar la cultura que tenemos como país. Con ella, nos identificamos como parte de este pedazo de isla y qué queremos como nación. Para lograr una calidad en la educación, las políticas públicas, tanto en materia económica como social, han de abocarse a una mejora de los aprendizajes, en procura de que cada segmento del componente educativo se desarrolle de forma excelsa y que las decisiones que se tomen sean para lograr aprendizajes reales. Firmemente creemos que la educación, así como la salud, debe estar fuera de cualquier matiz político, y que toda buena obra que inicie cualquier gobierno de turno, sea continuada por el que sigue, sin que esto afecte el desarrollo intelectual de nuestros niños y jóvenes. Nuestro país ha venido haciendo grandes esfuerzos en busca de una educación transformadora, pero aún nos falta lograr ese punto de inflexión para promover aprendizajes de calidad y que realmente nuestros estudiantes desarrollen las competencias esperadas concretadas en resultados evaluables.

¡La mejora de los aprendizajes es un proceso continuo y por eso, es y seguirá siendo una tarea pendiente de todos!

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