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Las huellas que perduran de los héroes magisteriales

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Año tras año la conmemoración del Día del Maestro, celebrada cada 30 de junio, llega como recordatorio para valorar la ardua labor de aquellos que con pasión entregan cuerpo y alma en la formación de estudiantes que posteriormente servirán a la nación.

Son varios los profesionales de la educación, tanto primaria como la superior, que por su larga trayectoria se han destacado por el empeño que día tras día demuestran en las aulas y centros de estudio, a pesar del sinnúmero de adversidades que se les puedan presentar.

Tal es el caso de Midelgisa Concepción Paulino, quien lleva cinco décadas de ejercicio en educación primaria, desde que siendo muy pequeña fuera puesta en ella la semilla que germinaría en un profundo deseo de enseñar.

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“Ella veía que cuando yo captaba que una compañera o un compañero como que no entendía bien hacer la tarea o los ejercicios, pues yo iba de manera voluntaria a ayudar. Entonces ella dijo: ¡Oh, ya yo tengo aquí a una ayudante!”, narra la educadora Concepción, oriunda de Navarrete, al recodar cómo desde pequeña su profesora se percataba de su vocación.

Con igual empeño y compromiso, Midelgisa inició su propia escuela para que con el mismo interés que sentía de niña, continuar educando a las nuevas generaciones, a las que también forma en el área de catecismo.”Sentirme que estoy con mis hijos e hijas, y es sentir que tengo que darles la oportunidad de trabajar”.

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Su entrega con los infantes, la llevó a desarrollar un método de aprendizaje personalizado en búsqueda de priorizar la investigación y el trabajo en equipo.

“Primero tú debes de hacerle una evaluación diagnóstica para ver cuáles son sus necesidades pedagógicas, cognitivas, pero también afectivas, porque ahí tú vas captando muchísimas situaciones de ellos”, explica Concepción.

A partir de la evaluación diagnóstica se le realiza la programación al niño en combinación de estímulos y herramientas didácticas.

Midalgisa participó en la primera maestría educativa de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Este fue el punto de origen que la motivaría a crear un programa radial para niños. Además, las investigaciones la han llevado a ser escritora de textos infantiles.

Por su trabajo a favor de los niños y niñas, el Ateneo Amantes de la Luz le concedió en el 2022 el Premio Peña y Reinoso al Magisterio Nacional, en la categoría Educación Primaria.

Pasión por la enseñanza

La maestra María Altagracia Jiménez Calderón es oriunda de Santiago de los Caballeros y tiene más de 40 años de experiencia docente.

Estudió en el Politécnico Nuestra Señora de las Mercedes cuando todavía era femenino, donde comenzó su pasión por la enseñanza desde temprana edad, “alfabetizando a las muchachas que no sabían leer”.

En un primer momento estudió para ser maestra en la Escuela Normal Luis Napoleón Núñez Molina, y luego de su graduación fue enviada a trabajar en el centro educativo de Colorado, en 1974, como maestra de octavo y tercer curso de primaria.

Para 1978, motivada por la necesidad de esta comunidad, ella y otros amigos deciden formar el primer liceo. “Dos profesores más que estaban conmigo, acordamos formar un liceo donde ellos pudieran recibir el primer curso de bachillerato, porque aquí en colorado no había nada dónde ellos pudieran estudiar”, cuenta Jiménez Calderón.

Durante los tres primeros años del liceo, luego de las tandas matutinas y vespertinas, trabajó gratis en la tanda de la noche, hasta que el liceo se oficializó en 1981.“El premio más grande que he tenido ha sido ser maestra, y yo digo que aunque duré todo ese tiempo enseñando, aprendí más que lo que enseñé”.

Allí enseñaba lengua española, ciencias sociales, formación humana, artes, “de todo lo que aparecía, eran sólo tres maestros y teníamos que bandearnos como pudiéramos”.

Siguió formándose en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), graduándose de Educación mención Filosofía y Letras y Derecho. Por más de 40 años de enseñanza, estuvo ligada a la escuela de Colorado y como un homenaje, hoy el centro lleva su nombre.

Jiménez Calderón, luego de pensionada, trabajó en sala de tarea y se dedicó a asesorar monografías. Sus momentos más impresionantes en las aulas las compiló en su libro: “Coleccionando vivencias”.

El Ateneo Amantes de la Luz también le otorgó en el 2022 el Premio Peña y Reinoso al Magisterio Nacional, en la categoría Educación Secundaria, por su compromiso con la educación de calidad a

Fascinado por los números

Oriundo de Baní, desde muy joven Dinápoles Soto Bello se dejó seducir por la escritura aunque lo suyo eran los números. “Nosotros teníamos también muchas inquietudes sobre todo literarias, no tanto en la ciencia y teníamos un periódico que se llamaba ‘Estudiantino’, ahí escribíamos poesía, artículos, participábamos en muchísimos eventos”.

En la época post-trujillista y pesé a que “todo el mundo pensaba que iba a estudiar abogacía”, decidió estudiar ingeniería en la Universidad de Santo Domingo, que todavía no era autónoma.

El gobierno del profesor Juan Bosch ofreció becas para ir a prepararse al extranjero y esto transformó su futuro cuando él y su compañero consiguieron ir a México a estudiar ingeniería.

Cursó un semestre en Ingeniería Civil, y estando allá se dio cuenta que ofrecían una licenciatura en Ciencias Físico-Matemáticas, y entendió que eso “le atraía más que la ingeniera”, y cambió de carrera.

Los números lo han hecho viajar a lugares inimaginables, dos de sus paradas han sido Francia y Alemania. Fundó un movimiento literario sobre poesía físico-matemática, con el cual publicaban poesía en la revista “Magister”.

Soto Bello tiene más de 50 años como docente en las carreras de Medicina e Ingeniería en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y es además fundador de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.

En la categoría de Educación Superior, el Ateneo Amantes de la Luz le otorgó el Premio Peña y Reinoso al Magisterio Nacional, en la categoría modelo de enseñanza por vocación.

Enseñar es su pasión

Alejandrina Abad tiene 30 años de edad y los últimos 10 los ha dedicado en cuerpo y alma al servicio magisterial por vocación.

Su pasión por enseñar, la sonrisa de sus niños y el orgullo que ha provocado con su éxito a sus padres, es lo que la mueve a continuar viviendo en el seno de La Ciénaga, en el Distrito Nacional, rechazando ofertas de empleos fuera, a la espera de ser agraciada por el Ministerio de Educación y recibir su nombramiento.

Después de tres ocasiones, en 2016, 2019 y el año pasado, en las que la maestra, quien incluso tiene una maestría para enseñanza de niños sordos, se presentó al concurso para nombramiento de profesores del Minerd y, aunque la primera no fue así, en sus dos últimos exámenes salió con la certeza de que había pasado, pero ha chocado de frente con la decepción.

“Verdaderamente yo no sé qué es lo que pasa. En mi primer examen, reconozco que no me fue bien, pero en los últimos estudié bastante y realmente salí confiando en que me había ido muy bien. Estaba segura”, dijo Abad, quien fue reconocida por el cuerpo administrativo del Centro Educativo Comunitario IAM, donde labora, como una de sus mejores cartas.

De acuerdo a lo que refirió Evangelista Mercedes, directora de la fundación del centro semi privado, que es apoyado por la iglesia católica y la Fundación Compasión, en siete años de labor en sus aulas, no ha existido un padre que no quede encantado por el trabajo de la joven que manifestó profesar la fe cristiana.

“Es una de nuestras mejores cartas, es una excelente maestra, sobre todo preparada, que ama lo que hace y eso se ve y se nota porque sigue aquí, aunque ha pasado más decepciones de las debidas esperando por ese nombramiento”, mencionó Mercedes.

Un regalo de Dios

Abad aseguró recordarse a sí misma, siendo bastante niña, admirando la labor de su profesora, y lo hacía con tanto amor y devoción que sembró en ella el deseo de un día hacerlo igual.“Crecí con el anhelo de graduarme y de un día ser profesora, de un día ser maestra”.

Aunque soñaba con un día graduarse de magisterio, sus posibilidades descansaban en que pudiese conseguir una beca universitaria, para la que aplicó en la Universidad Salomé Ureña y, aunque en principio le avisaron que había sido negada, sorpresivamente un día recibió el regalo de Dios que había estado esperando.

“Me dijeron en un culto que Dios me iba a dar un regalo, yo no sospechaba de nada ni lo estaba esperando, pero un día me llamaron y me dijeron que si me interesaba obtener una beca para estudiar magisterio y lo entendí todo. Ese era el regalo que Dios me estaba preparando”, manifestó.

Se graduó con honores, estudió y posee un buen nivel de inglés y consiguió graduarse con un promedio de 96 puntos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), aunque nada fue fácil.

Para poder alcanzar su licenciatura, la universidad le cubría los costos de mensualidad en principio, pero su pasaje y mantenimiento de útiles y materiales escolares corrían por su cuenta y la de sus padres, con quienes vive aún, por lo que tuvo que buscar alternativas para mantenerse.

“Nunca me ha gustado depender de nadie y tenía que llegar y volver de la universidad, así que me puse a vender arepas”, mencionó Abad, realizando el recuento de cómo pasó de vender arepas de maíz en su sector, a hacerlo en la universidad.

Tenía solo 20 años, y empezó simultáneamente a trabajar en un colegio que le dio su primera oportunidad para descubrir que su área específica eran los niños entre cuatro y cinco años.

“Es hermoso. Una de las cosas que más amo de mi trabajo es ver como un niño llega sin saber, sobre cualquier cosa, y al terminar el curso ya si se sabe los colores, las vocales o cualquier otra cosa”, mencionó Abad, quien encuentra placer en día a día en que sus alumnos le llamen “mamá”. 

Fuente: listindiario.com

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