Como parte del programa Huellas de Cambio, colegio dominicano implementa la metodología Tini, reconocida por la Unesco como práctica de educación para el desarrollo sostenible.
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Santo Domingo, RD
El contacto regular y positivo con la naturaleza tiene múltiples beneficios para niños y niñas. Impacta su desarrollo cognitivo, social y emocional, crea en ellos un compromiso a largo plazo con el ambiente y les enseña a valorar todas las formas de vida.
“Está probado científicamente”, asegura el peruano Joaquín Leguía Orezzoli, quien, convencido de la favorable influencia que la relación con la naturaleza tiene sobre los pequeños, fundó en 1995 en su país la Asociación para la Niñez y su Ambiente (ANIA).
Empatía activa por la vida. Así llama la ANIA a ese sentimiento de identificación que surge de la conexión con la naturaleza y que define como “la capacidad de priorizar el bien común a través de acciones cotidianas que generen bienestar en uno mismo (mente, cuerpo y espíritu), las demás personas (quienes queremos, quienes vemos y quienes no vemos) y nuestro planeta (plantas, animales, aire, agua, suelo, ecosistemas)”.
A partir de este año, un estimado de 1,300 estudiantes del Colegio Dominicano De La Salle, con sedes en Santo Domingo y Santiago, podría percibir estos beneficios gracias a Huellas de Cambio, programa de responsabilidad social lanzado en 2022 por la firma Bupa Dominicana y que en su segundo año patrocina la implementación en República Dominicana de Tini, el método desarrollado por la ANIA para fortalecer el vínculo de los chicos y chicas con el medioambiente.
La metodología Tini (Tierra de Niñas, Niños y Jóvenes) consiste en destinar un espacio de tierra (desde algunas macetas o unos pocos metros cuadrados) para que los menores siembren plantas y las cuiden.
La Madre Tierra, una maestra
En el contexto escolar, el programa permite que la naturaleza se convierta en un recurso pedagógico y esa es, desde la óptica de Leguía, la novedad de la metodología. “La gran innovación acá es reconocer e incluir a la Madre Tierra como una maestra en el sistema de educación formal”, dice.
Para Gerardo Pérez, director general del Colegio Dominicano De La Salle en Santo Domingo, que en 2023 celebra 90 años de su fundación, la iniciativa que lanzaron oficialmente en un acto junto a estudiantes y autoridades educativas el pasado 2 de febrero rompe con la monotonía libro-butaca-pizarra-salón de informática. De ahí el interés de las autoridades del plantel por adoptarla.
“Ese proyecto -afirma el educador- va a hacer felices a los niños”.
Cómo se implementa
En uno de los salones del Colegio Dominicano De La Salle, en Santo Domingo, una maestra lee en voz alta una escena del cuento El gran tesoro de la naturaleza. Su auditorio, compuesto por colegas profesores, escucha con atención la historia protagonizada por dos niños, Ania y Kin, que se lanzan a una aventura en busca de un tesoro escondido en el corazón de la selva.
Los educadores participan en los entrenamientos para la implementación en el centro educativo de la metodología Tini (Tierra de Niñas, Niños y Jóvenes), que nació en Perú hace 27 años con el objetivo de acercar a los pequeños a la naturaleza.
La metodología Tini, desarrollada por la Asociación para la Niñez y su Ambiente (ANIA) y que llega al país como parte del programa Huellas de Cambio, consiste en entregar a niños y niñas un espacio de tierra para que siembren plantas y para que, con cariño y responsabilidad, cuiden su biodiversidad.
Pero la estrategia, en la cual los menores son los protagonistas y los adultos fungen como acompañantes y guías, persigue mucho más que sembrar plantas para verlas crecer y producir. Según su creador, Joaquín Leguía Orezzoli, director y fundador de ANIA, que encabezó los talleres en el colegio, busca que los chicos desarrollen un compromiso con el medioambiente y se conviertan en mejores seres humanos.
“Podemos lograr que las niñas y los niños salgan primeros en matemáticas, ciencia y lenguaje, pero si no tienen valores y actitudes por la vida, si eso que han aprendido no lo plasman en bienestar suyo, de los demás y la naturaleza, entonces seguimos en el mismo mundo”, argumenta.
En cambio, si tienen un lugar donde aplicar lo aprendido para el bienestar colectivo, salen de la escuela con un sentido de propósito. Y una vez experimenten la alegría de cuidar la naturaleza en la escuela, pueden convertirse en multiplicadores y llevar la idea a sus casas y a la comunidad.
Para llegar a este punto, la metodología debe cumplir con una serie de fases y requerimientos. Para empezar, debe enmarcarse dentro de la política educativa del país, y dentro de la misión, visión u objetivos del centro educativo, de modo que sea sostenible a largo plazo.
El proceso de ejecución incluye la creación, dentro de la escuela, de un mural que recoja en palabras sencillas su misión y visión. Asimismo, la creación de una imagen que represente a la Madre Tierra y que tenga como punto de partida la cultura originaria del país para que los niños vean a su nueva maestra “personificada en alguien con quien puedan sentir un vínculo”.
De la misma forma en que la Madre Tierra se convierte, oficialmente, en maestra del centro educativo, a la parcela se le da carácter de aula (el aula de la Madre Tierra) igual que, por ejemplo, el laboratorio de química o la biblioteca.
Maestros y estudiantes usan este espacio como un recurso pedagógico para desarrollar sus proyectos en diferentes asignaturas y aquí radica uno de los aspectos que más valora Gerardo Pérez, director del Colegio Dominicano De La Salle, que ya antes ha puesto en marcha iniciativas para fomentar en los alumnos el amor por la naturaleza.
“El Ministerio (de Educación) está proponiendo que se haga una enseñanza por proyectos”, explica. “Este es un proyecto, porque lo que hay que hacer ahora es integrar esto que van a manipular”.
Pérez destaca otro elemento importante: por tratarse de un proyecto de grupo, los estudiantes tendrán que reunirse y ponerse de acuerdo, un antídoto contra el aislamiento en el que tanto la pandemia como el abuso de dispositivos electrónicos han sumergido a los menores.
Por otro lado, al trabajar una parcela de forma mancomunada pensando en el beneficio de las personas, los animales, las plantas, el suelo, el aire y el agua, los chicos desarrollan una visión de reciprocidad e interdependencia. En esta nueva visión los seres humanos no ocupan el centro y la naturaleza no es una cosa, sino una aliada y maestra.
De esta maestra los estudiantes pueden extraer lecciones tan valiosas como el mutualismo, la resiliencia o el biomimetismo, enseñanzas que, a decir de Pérez, durarán para toda la vida. “Lo que se memoriza se puede olvidar, pero lo que se manipula y se experimenta permanece”.
Patrocinio
La metodología Tini llega a República Dominicana con el auspicio de Bupa Dominicana, que se asoció con la ANIA para su programa de responsabilidad social Huellas de Cambio, en el entendido de que la salud de los seres humanos depende de la salud del planeta.
Marien Lamboglia, gerente general de Bupa Dominicana, informa que el programa se lanzó en 2022 en República Dominicana como parte de la iniciativa mundial One Health (antes se había desarrollado en Panamá, Ecuador y Perú).
En esa primera fase, la iniciativa consistió en la entrega de más de 300 kits de siembra a estudiantes de The ABC School y St. Michael’s School, en Santo Domingo. Los kits fueron elaborados con materiales biodegradables y reciclados y sirvieron para que los niños y las niñas crearan huertos caseros.