Indudablemente, hemos avanzado en cuanto a educación sexual y reproductiva se refiere. Lo que hace décadas se consideraba un tabú y se ocultaba con vergüenza, hoy se explica en las escuelas tanto a nivel curricular como mediante cursos y talleres destinados a este fin.
A pesar de ello, y aunque se cuente con suficiente información teórica, a nivel práctico la gestión de sentimientos sigue constituyendo un reto para las jóvenes. Por lo mismo, es necesario que los progenitores se hagan conscientes de lo que la menarquía puede suponer para sus hijas y cómo pueden acompañarlas en esta transición.
El impacto psicológico de la primera menstruación
No todas las niñas vivirán la llegada de la menstruación de la misma forma ni se adaptarán a ella al mismo ritmo. Algunas pueden recibirla con ilusión, otras con miedo; en cualquier caso, existen una serie de reacciones comunes que conviene tener en cuenta a fin de poder detectarlas y prevenirlas.
El cuerpo cambia
Tras la menarquía, el cuerpo de la joven cambia: se incrementa la masa ósea y corporal, la pelvis se expande y se produce un incremento regional de tejido adiposo, las mamas se desarrollan y el vello axilar y púbico hace su aparición.
Esta transformación puede producir complejos, rechazo del propio cuerpo e incluso a la aparición de trastornos de la conducta alimentaria.
La infancia termina
A nivel biológico y simbólico, la primera menstruación marca el fin de la etapa infantil. La niña pasa a ser considerada una joven y puede experimentar que las miradas y el trato por parte de los otros cambian a raíz de este suceso.
Para muchas de ellas, esto resulta confuso, angustioso y desconcertante pues aún no sienten internamente esa madurez que ahora se les atribuye. Esto es especialmente cierto en quienes sufren pubertad precoz, hasta el punto de que en estas niñas, el riesgo de desarrollar depresión y otras dificultades psicosociales es mayor.
Además, puede desencadenarse un proceso de duelo por la pérdida del cuerpo infantil y por el estatus de niña que se va para no recuperarse nunca. Aunque no sea fácil de verbalizar, el miedo y la tristeza pueden estar presentes.
El mundo adulto parece propio
Muchas jóvenes viven esta transición con ilusión y orgullo y pueden experimentar el fenómeno contrario: no anhelan la niñez perdida, sino que se lanzan a explorar el mundo adulto. Se sienten maduras, independientes y capaces y pueden tener la tentación de quemar etapas más rápido de lo adecuado.
El deseo sexual comienza a manifestarse y los padres pueden observar, atónitos, cómo el estilo de vestir, la actitud o los gustos de la adolescente cambian drásticamente.
Las emociones resultan incontrolables
La acción hormonal juega un importante papel en el estado emocional; por lo mismo, las adolescentes pueden comenzar a experimentar una labilidad emocional difícil de comprender y gestionar.
La tristeza, la euforia, la ira o la irritabilidad aparecen y desaparecen sin un motivo claro y con una intensidad inusitada; especialmente en aquellos casos en los que se padece síndrome premenstrual. Esto puede asustar a la niña si no recibe acompañamiento.
Miedo, culpa y vergüenza
Aunque estos casos son cada vez menos frecuentes, en algunos hogares la desinformación o la falta de comunicación respecto a este asunto es tan grande que las jóvenes pueden experimentar la llegada del periodo con miedo, culpa o vergüenza.
Pueden sentir, o entender por los mensajes implícitos que reciben del entorno, que es algo deshonroso que debe ocultarse; o, incluso, no tener conocimiento de lo que está ocurriendo en su cuerpo y vivirlo con verdadero pánico.
¿Cómo prevenir el impacto psicológico de la primera menstruación?
Desde el hogar existen una serie de pautas que pueden implementarse para prevenir o reducir el impacto psicológico de la primera menstruación:
- Ofrecer información suficiente y relevante acerca del ciclo menstrual y reproductivo. Explicar qué ocurre y qué pueden esperar en cada momento. Saber cómo reaccionará su cuerpo y que cambios emocionales pueden experimentar reducirá el temor y la angustia.
- Igualmente, ha de hablarse acerca de las distintas opciones disponibles: tampones, compresas desechables o reutilizables, copa menstrual… Si es necesario, puede acudirse a un profesional de la salud que pueda responder a las dudas de la joven.
- El trato de los progenitores hacia la adolescente no debe cambiar a raíz de la menarquía. Es decir, han de seguir establecimiento límites adecuados para la edad y mostrándose cercanos y emocionalmente disponibles. Aumentar la vigilancia o las restricciones por el miedo de los padres a que la joven pueda salir embarazada suele ser contraproducente.
- Ayudar a la niña a gestionar los cambios en su imagen física y permanecer alerta ante posibles comportamientos de riesgo, como la restricción de la ingesta calórica o ejercicio físico excesivo. Pueden ser indicativos del inicio de un problema mayor.
Acompañar para evitar el impacto psicológico de la primera menstruación
Ante todo, es fundamental acompañar a la joven en el proceso, permitiendo que exprese sus emociones.
El periodo menstrual no ha de ser un tabú, ha de tratarse con naturalidad en el seno de la familia. De este modo, evitaremos que el impacto psicológico de la primera menstruación derive en trastornos a largo plazo.