Pese a tratarse de un valor harto cuestionado por algunos sectores de la sociedad por considerarlo erróneamente como conservador, lo cierto es que pocas cualidades resultan tan indistinguibles de la profesión docente como la de la responsabilidad. Definida como cargo u obligación moral que resulta para alguien del posible yerro en cosa o asunto determinado, toda figura docente que se precie, dentro o fuera del ámbito escolar, sería indigna de tal nombre si no contase con unos mínimos de sentido de la responsabilidad para con los pupilos a su cargo. Aunque eso no significa, como analizaremos en la próxima película y libro, que este sea un valor fácilmente aplicable o carente de zonas oscuras.
Una película… La profesora de parvulario
Remake o nueva versión de la película israelí homónima del año 2014, La profesora de parvulario en su versión estadounidense del 2018 dirigida por Sara Colangelo cuenta, como ya hacía el film primigenio de Nadav Lapid, el periplo de Lisa (Maggie Gyllenhaal) una maestra de párvulos de mediana edad que, hastiada de su rutina familiar y vital, sólo parece encontrar consuelo en sus pequeños alumnos y, también, en las clases de poesía para adultos a las que asiste regularmente. Un pequeño oasis de realización personal que amenaza con inundar el resto de su gris vida cuando descubre que uno de sus alumnos, Jimmy (Parker Sevak), tiene talento como poeta. Esta revelación desencadena un renovado interés por parte de Lisa hacia el pequeño de cinco años de edad, llegando a presentar bajo su firma algunos de estos poemas en clase de poesía para comprobar de primera mano el talento que se adivina tras los versos de Jimmy y sobrepasando todas las fronteras éticas que se le presuponen a los de su profesión, en aras de proteger el supuesto don del niño ante los embates de un mundo visto por la profesora como un nido de vulgaridad que acabará con todo resquicio de desarrollo verdaderamente sensible y artístico en cuanto tenga la oportunidad.
De plasmación formal más convencional que en el original israelí, pero quizás por ello también más concreta en su exposición de los conflictos morales que se plantean en ambas películas, La profesora de parvulario plantea un drama personal que, pese a nunca abandonar la senda de lo cotidiano, acaba por dar un saldo considerablemente turbio en cuanto no ofrece ninguna respuesta o resolución satisfactoria. Y es que, a pesar de sobrepasar muchos de los límites éticos propios de la profesión docente ¿no tiene razón Lisa cuando considera que el arte de Jimmy probablemente caerá en saco roto a menos que alguien se ocupe de alimentarlo y cuidarlo? ¿O sencillamente está proyectando sus propias frustraciones en el supuesto talento de un niño, que para más inri no parece darle un excesivo valor a lo que su maestra considera un precioso don para la palabra? En cualquier caso, La profesora de parvulario es todo eso y también una película excelentemente interpretada que a buen seguro generará un siempre productivo debate sobre los límites de la responsabilidad docente.
Un libro… Matar a un ruiseñor
Premio Pulitzer de ficción en 1961, un año después de su primera publicación y uno antes de su célebre adaptación cinematográfica protagonizada por Gregory Peck, Matar a un ruiseñor es una novela situada en los años de la Gran Depresión estadounidense de principios de siglo XX en la localidad ficticia de Maycomb, en el estado de Alabama. Un lugar modesto y apacible que ve trastornada su paz con la acusación de violación que una de las lugareñas vuelca venenosamente sobre un joven de raza negra llamado Tom Robinson, cuya defensa ante los tribunales recae sobre los hombros del abogado Atticus Finch, viudo y padre del niño Jem y la más pequeña Scout. Niña co-protagonista, y también narradora en primera persona de esta historia sobre la batalla ética, y también legal, de su progenitor contra el racismo de la sociedad en la que viven los oriundos de Maycomb, que dan por buenas la acusación por violación hacia Robinson por su raza. Única novela publicada por la escritora Harper Lee (1926-2016) hasta que en el año 2015 se editase Ve, y pon un centinela, continuación de esta que nos ocupa, Matar a un ruiseñor sigue siendo considerada, a día de hoy y con justicia, todo un clásico de las letras estadounidenses y de la literatura del siglo XX en general.
Y lo es tanto por la sensibilidad de su retrato social, extraído de los recuerdos de infancia de la autora en un tono nada amable pero tampoco demagógico, como, y sobre todo, por su composición del personaje de Atticus Finch, convertido en todo un modelo de rectitud moral sin estridencias ni necesidad de grandes y engolados discursos para generaciones enteras de lectores tanto dentro como fuera de los EE.UU. Una excelente novela que se disfruta en cada una de sus páginas y que funciona tanto como relato de iniciación de su joven narradora en un mundo lleno de amenazas (pero también de valientes capaces de hacerles frente en la medida de sus posibilidades) y, también, como inspiración para todos aquellos que quieran sentirse reconfortados ante un valor, el de la responsabilidad, no por devaluado menos necesario social y personalmente. Sea por un motivo o el otro, no os perdáis su lectura.
Fuente: aulaplaneta.com