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Padre soltero, una tarea difícil pero no imposible

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Carlos tenía 30 años cuando su esposa, de 27, murió en un accidente. Quedó solo, con una niña de 5 años y un bebé de ocho meses. Al principio pidió apoyo a su madre, pero ella aún tenía niños pequeños y una nieta a su cargo, por lo que no podía ayudarlo. Su suegra tampoco era una opción, pues vivía en otra ciudad.

Así las cosas, este padre de profesión tecnólogo en sistemas pensó en ese momento que no podría con tanta responsabilidad, pero hoy dice: “Me equivoqué al creer que la crianza de los hijos es función exclusiva de las madres”.

Para la psicóloga Andrea Marcela Carrero, docente de la Unad (Universidad Nacional Abierta y a Distancia), la sociedad suele etiquetar “Solo las madres son quienes pueden instintivamente asumir el cuidado y crianza de sus hijos, y en muchos casos se tiende a desdibujar el papel de los padres”. La experta añade que esto es una cuestión cultural. Sin embargo, “hay que comprender que en el proceso de crianza, un hijo requiere que los padres ejerzan ciertas funciones para contribuir a su desarrollo y a la consolidación de los vínculos afectivos, que generen en los niños un ambiente estable y de protección emocional”, asegura.

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En Colombia, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Ends 2015), el 49 por ciento de los niños viven con ambos padres; el 36 por ciento, solo con la madre; el 7 por ciento, con un familiar diferente a los padres; el 5 por ciento, con ningún familiar y el 3 por ciento, es decir unos 400.000 menores, están solo con su padre.

Para Carlos, entender que debía asumir el papel de padre y madre no fue fácil. “Pasé muchas noches tratando de encontrar una solución, pero antes debía entender algo aún más complicado: por qué me pasó a mí, y luego explicarlo a mis hijos”. Decidió contratar una persona para que los cuidara, pero los recursos se agotaron y además sentía que sus niños no recibían la atención que necesitaban, en especial el bebé.

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Después de tantas noches de escuchar opiniones de amigos, conocidos y hasta de su propia madre, él asumió que no podía seguir trabajando en la empresa en la que estaba, pues cumplir horarios complicaba la situación. Entonces empezó a trabajar desde su hogar, revisando y actualizando computadores, pero faltaba algo muy importante…¿Cómo organizar el tiempo, el espacio y su mente para el empleo?, ¿cómo alimentar a sus niños, criarlos y ser una familia con todo lo que esto implica?

Atender al bebé, aunque podría parecer lo más complicado, no lo fue tanto porque ya tenía experiencia con su hija. Él acompañó a su esposa en tareas como los teteros, cambiar pañales, bañarlos o vestirlos. Sin embargo, cocinar sí fue un reto, así como lavar, planchar, arreglar las casa y lo propio del día a día. Organizar su tiempo y dividirlo en todas las actividades, dice, fue en realidad su mayor desafío.

Para cocinar, le pidió a una vecina que le enseñara lo básico. Cómo hacer arroz, sopas, carne, pollo y algunos remedios caseros para el resfriado, el dolor de estómago y hasta para combatir los indeseables piojos. “Un día, no recuerdo exactamente cuándo, me di cuenta de que cocinaba, que a mis hijos les gustaba, que la casa se veía bien y que podía ser un padre diferente para ellos: no solo aquel que lleva plata a la casa, sino el que está de verdad”.

Criar es un reto

Juan Carlos Cuervo, psicólogo, magíster en asesoría familiar y profesor del Instituto de la Familia, de la Universidad de La Sabana, explica que “el ideal familiar en los procesos de crianza es un trabajo compartido por papá y mamá, pero ese ideal, por diferentes razones como la muerte de la esposa, el abandono o las separaciones, supone un reto, y sobre todo cuando el encargado es el padre.

“Lo primero que él debe incorporar en su estilo de vida es la disposición por asumir, de forma responsable y constructiva, conductas propias de lo que es ser padre”, advierte Cuervo. En otras palabras, ser consciente de que está solo y debe meterse en su rol de padre, pero así mismo en el de madre, con lo que significa en materia de sentimientos, responsabilidades y actitudes frente a la crianza.

Por su parte, Andrea Carrero indica que los padres no tienen un manual para ejercer ese rol sino que “esa tarea está en un continuo aprendizaje sobre las diversas exigencias y necesidades que los niños enfrentan en cada etapa de su desarrollo. Un padre que deba afrontar solo la crianza de los hijos es una persona que tiene que aprender a distribuir el tiempo de una forma eficaz con el objetivo de cumplir todo lo que encierra formar, orientar, amar y acompañar a la vez”.

Con el pasar de los años, Carlos hizo su propio manual. “Cuando mi hija tenía unos 14 años, vi que podía apoyarme en algunas cosas. Le empecé a poner ciertas responsabilidades, entre ellas ayudarme con las tareas escolares del niño, algunas cosas de la casa y hasta respaldarme emocionalmente, pues para nosotros era la figura femenina, y necesitaba eso para seguir adelante. Hoy, ella tiene 20 años y aún estamos batallando los tres”.

Y es que en verdad, su hija fue un gran apoyo y se convirtió en el motor y la motivación para Carlos. “Me he esforzado por ser un ejemplo para ellos, que se sientan orgullosos, y por eso terminé mi carrera”. A sus 45 años, es ingeniero de sistemas, le va bien económicamente y lo cuenta con emoción. “Quiero que mis hijos también se realicen profesionalmente, pero en lo que los apasione. Los voy a impulsar en todo lo que me sea posible”.

Al respecto, los psicólogos añaden que es primordial que los padres trabajen día a día, realizando actividades y abriendo espacios para que sus niños se vinculen afectivamente en su entorno y se les genere un estado de seguridad en el que vean garantizados sus derechos, de acuerdo con sus necesidades en cada edad. Así mismo, recomiendan autoevaluar su labor como guías en torno a la crianza, e identificar las carencias que sus hijos muestren para darles una respuesta oportuna en pro de su bienestar.

La importancia de la figura materna

“La madre es la persona con quien todo niño crea su primer apego, pues, al nacer y durante los primeros meses, consideran que los dos son uno solo. Son las que satisfacen todas sus necesidades básicas y con quien generan esa conexión emocional especial”, explica la psicóloga infantil y familiar Jackeline Martínez.

En tal sentido, Carrero afirma: “El impacto que para un niño o una niña tenga el no crecer al lado de su madre depende de muchos factores, entre ellos la historia familiar. No es lo mismo que la madre no esté porque murió en un accidente o por una enfermedad, que por causa de un abandono. Cada niño asumirá esto de diversa manera. Lo importante es que quienes lo eduquen y acompañen jueguen un papel fundamental en sus vidas, pues de la calidez, el amor y la seguridad que le brinden dependerá su yo emocional y afectivo”.

A su manera, Carlos asumió que su esposa y madre de sus hijos ya no estaría con ellos, y eso les explicó. “Como mi hija sí convivió con ella, la preguntaba y la extrañaba mucho. Yo no sabía qué decirle, pero tenía claro que hablar con la verdad era lo mejor; el punto era cómo. Entonces lo hice lo más natural posible, explicándole que mamá ya no estaría más con nosotros porque se había ido al cielo, un lugar desde donde nos podía ver y cuidar, pero nosotros no a ella, y que en la medida en que la recordáramos estaría acompañándonos”. En su momento, la niña fue quien se encargó de hablarle de la mamá a su hermanito. Dónde estaba, por qué se había ido y lo que significaba para ellos.

Bibiana Castillo, especialista en psicología de la niñez y la adolescencia, sostiene que el impacto que puede ejercer en un niño la ausencia de la figura materna depende de cómo se le ha explicado y enseñado sobre el rol de madre. “Sea cual sea el motivo por el cual ella no está, es importante que exista. Puede ser en la presencia de las abuelas, las tías o las madrinas, pues ese referente femenino es importante”.

Por su parte, el profesor Cuervo añade que lo valioso es enseñar a los hijos la importancia de crecer en situaciones que requieren un esfuerzo adicional, e incluso en las capacidades particulares que se desarrollan cuando se tienen que superar dificultades; en otras palabras, cómo aprender a ser resilientes en la vida. Carlos lo ha aprendido y aplicado sobre la marcha.

“Con el pasar de los años, entiendo que pude haberme equivocado muchas veces, pero creo que no estuvo tan mal. Aunque todos los niños deberían tener una madre y un padre, las circunstancias en cualquier momento pueden cambiar, y asumir el papel de padre no solo como título, sino realmente amando, cuidando, enseñando, me hizo entender que la crianza no es solo de las madres; los padres podemos y lo hacemos bien”, puntualiza.

Fuente: abcdelbebe.com

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