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No basta con decirle a los niños que no deben hablar con extraños

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Pensaba que ese consejo era suficiente para protegerlos, pero estaba equivocada

Jackie Goldschneider
REBECCA NELSON

Un fin de semana llevé a mi niña de seis años a la fiesta de cumpleaños de una compañerita de su salón; una más de las interminables fiestas que han venido a plagar mis fines de semana como madre. El evento se llevó a cabo en uno de esos enormes salones llenos de niños gritones que se la pasan corriendo y con esos enormes castillos inflables para brincar.

Cuando entramos, mi hija se quitó los zapatos y corrió atrás de sus amigos dentro de un castillo inflable el doble de grande que mi casa. De vez en cuando la veía trepando por un tubo, pero seguir todos sus movimientos era imposible. Así que me fui a otra zona a platicar con las otras mamás, para tratar de relajarme y que la situación no fuera estresante.

Pero la calma me duró unos minutos porque no pude resistir la urgencia de echarle un ojo otra vez. Di un vistazo por el enorme salón, buscando su larga pelo castaño, pero no la vi. Me asomé en cada castillo, en cada resbaladilla inflable y en cada espacio para brincar, siempre tratando de ver su sudadera morada, pero sin suerte… hasta que por fin la vi.

Nunca le expliqué que hay gente que miente y puede decirle que me conocen y que les pedí que le ayudaran, o que la conocen a ella y que la van a llevar a un lugar increíble.

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Se alejaba caminando de la mano de un adulto al que yo nunca antes había visto. Era un tipo de 40 años, robusto y pesado, con una chaqueta de cuero y jeans. Mi corazón se estremeció y salí corriendo, sin saber exactamente qué decir.

“¿Qué pasa?”, pregunté, intentando no asustar a mi hija, quien se quedó paralizada.

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“Le ayudo a encontrar a sus amigos. Soy amigo de la familia”, dijo el tipo con mucha calma y sin soltar la mano de mi pequeña.

Me llevé a mi hija de regreso en tanto la mamá de la niña del cumple llegó y me explicó que el hombre era un amigo y que mi niña estaba buscando a la festejada.

“Yo la llevo”, le dije mientras nos alejamos bruscamente.

Mi primer pensamiento fue de rabia por la increíble estupidez de que un adulto piense que es correcto tomar de la mano a una niña que no conoce y ofrecerse para llevarla a cualquier lugar.

Mi siguiente pensamiento fue de enojo con mi hija, a quien le he dicho que no debe hablar con extraños, puesto que ella había permitido que este hombre la tomara de la mano y caminara con él a cualquier lado. ¿Cómo podía ser ella tan despistada?

Pero luego me di cuenta de que aquí yo era la culpable. Le he dicho a mi hija que no debe irse a ningún lado con un extraño, pero nunca la preparé para enfrentar una situación en la que alguien pudiera planear que esto sucediera. Nunca le expliqué que hay gente que miente y pueden decirle que me conocen y que les pedí que le ayudaran, o que la conocen a ella y que la van a llevar a un lugar increíble.

Nunca le dije que algunas personas detienen sus autos junto a los niños, que intentan enseñarles fotos de perritos extraviados y luego les dicen que se suban con ellos. Nunca le dije, en los términos más claros, que nunca debe darle la mano a un adulto extraño y luego caminar así a cualquier lado.

¿Y si hubiera cambiado de opinión y la hubiera sacado a la calle y subirla a su auto? ¿Si se la hubiera llevado a un baño o dentro de un clóset?

Creí que con decirle que los niños no hablan con extraños era suficiente. No los quería asustar con detalles de un escenario que a lo mejor nunca verían o minar su inocencia con las vulgaridades que puede haber en nuestro mundo. Pero tuve que enfrentarlo y conseguí decirlo.

En esta ocasión, el tipo en cuestión no representó ningún peligro, pero sigo pensando en el momento y me pregunto: si no me los hubiera encontrado, ¿a dónde la hubiera llevado? ¿Y si hubiera cambiado de opinión y la hubiera sacado a la calle y subirla a su auto? ¿Si se la hubiera llevado a un baño o dentro de un clóset?

Esa noche junté a mis hijos y esposo, y tuvimos una larga charla sobre los extraños y sobre lo que tenían que hacer en caso de que se les acercaran, así como el tipo de mentiras e historias que podrían escuchar.

Así que, por favor, hablen con sus hijos sobre los extraños. Si no lo han hecho todavía hablen ya con ellos.

via GIPHY

Este artículo fue publicado originalmente en The Huffington Post y posteriormente fue traducido y editado para su mejor comprensión.

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