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La sorprendente historia del año bisiesto

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Brian Handwerk

El esfuerzo de sincronizar los calendarios con la longitud de un año natural fue causa de tremenda confusión durante siglos, hasta que el concepto del año bisiesto permitió compensar el tiempo perdido.

“Todo se reduce al hecho de que la cantidad de veces que la Tierra gira alrededor de su eje –lo que llamamos días- no equivale ni se relaciona de manera alguna con el tiempo que la Tierra tarda en rodear al sol”, explica John Lowe, líder de la División de Tiempo y Frecuencia, en el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) de Estados Unidos.

El año solar, o tropical, dura cerca de 365.2422 días. Pero ningún calendario compuesto de días completos puede corresponder a esa cantidad; y limitarnos a ignorar esa fracción, aparentemente insignificante, crea un problema mucho más grande de lo que puedes imaginar.

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La prueba podemos encontrarla en una larga historia de fechas tremendamente cambiantes, y el caos civil, agrícola y religioso que se desató.

Es por eso que la mayor parte del mundo moderno ha adoptado el calendario gregoriano y su sistema de año bisiesto, a fin de que los días y los meses sigan el paso de las estaciones.

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“Hemos creado un calendario muy aproximado –dice Lowe-, pero para que funcione, tenemos que hacer este truco de los días bisiestos, los cuales obedecen reglas muy peculiares”.

Medición del tiempo en la antigüedad

Desde el principio, los esfuerzos para hacer que el calendario de la naturaleza se adecuara al nuestro han sido imperfectos. Algunos calendarios antiguos, que datan de la época de los sumerios, hace 5,000 años, se limitaban a dividir el año en 12 meses de 30 días cada uno. Ese año de 360 días era casi una semana más corto que nuestro viaje anual alrededor del sol.

La costumbre de añadir días extra al año es, por lo menos, tan antigua como esos sistemas de 360 días.

“Cuando los egipcios adoptaron este calendario, ya sabían que había un problema, pero no añadieron más días al calendario –dice Lowe-. Solo agregaron cinco días extra de fiestas, de celebración, al final del año”.

Los egipcios de los periodos más antiguos (antes de 3100 a.C.) y otras sociedades, desde China hasta Roma, alguna vez utilizaron el calendario lunar para medir el paso del tiempo.

Sin embargo, los meses lunares promedian 29.5 días, así que los años solo tienen unos 354 días. Por ello, las sociedades que se regían por el tiempo lunar rápidamente perdían la sincronización con las estaciones a causa de ese desfase de 11 días.

Los romanos trataban de ajustar su calendario regularmente añadiendo días o meses de vez en cuando, pero esos intentos irregulares solo pusieron de relieve la necesidad de una reforma.

“Año de la Confusión”

Cuando Julio César disfrutaba de su célebre romance con Cleopatra, el calendario de Roma ya tenía una disparidad de unos tres meses respecto de las estaciones. En cambio, Egipto observaba un año de 365 días, e incluso desde el siglo III a.C. había establecido la funcionalidad de un sistema de año bisiesto para corregir el calendario cada cuatro años.

Julio decidió adoptar el sistema, y empezó por decretar un Año de la Confusión de 445 días (en 46 a.C.), con el cual corrigió los muchos años de discrepancia de un solo golpe. Luego, ordenó un año de 365.25 días que, simplemente, añadía un día bisiesto cada cuarto año.

No obstante, hasta ese sistema era defectuoso, porque ese 0.25 de día que el año bisiesto agregaba anualmente, era apenas un poco más largo que la fracción de día sobrante del año solar, que es de 0.242. Esto hacía que el calendario anual fuera unos 11 minutos más corto que su contraparte solar, de modo que ambos divergían un día completo cada 128 años.

“Pero resulta que si metes un día cada cuatro años, es demasiado”, dice James Evans, físico de la Universidad de Puget Sound y uno de los editores de Journal o History of Astronomy.

Entre 46 a.C. –época en que Julio César introdujo el sistema- y el siglo 16 a.C., esta pequeña discrepancia había ocasionado que importantes fechas, incluidas numerosas festividades cristinas, variaran hasta en diez días. El papa Gregorio XII encontró insostenible esta situación, así que presentó su calendario gregoriano en 1582, después de otra medida drástica que trastornó el tiempo.

“Gregorio reformó el calendario y abolió diez días de octubre de ese año –informa Evans-. Luego, cambiaron las reglas del día bisiesto para corregir el problema”.

Hoy día, se omiten todos los años bisiestos divisibles entre 100 (como el año 1900), a menos que también sean divisibles entre 400 (como el año 2000), en cuyo caso son observados. Ninguna persona viva recuerda haber perdido un día bisiesto, más la omisión de esos tres días bisiestos cada 400 años permite mantener a tiempo el calendario.

Calendarios alternativos

Incluso en nuestros días, hay algunos calendarios que descartan el año bisiesto que nos permite mantener la sincronía de nuestra órbita, o ignorar al sol por completo.

El calendario islámico es un sistema lunar que cuenta solo 354 días, y cada año cambia unos 11 días respecto del calendario gregoriano; pero a veces añade un día bisiesto.

Y aunque China usa el calendario gregoriano con propósitos oficiales, la vida cotidiana aún se rige por el calendario lunar tradicional, el cual sigue las fases de la luna e implementa todo un mes bisiesto, más o menos una vez cada tres años.

“Nada tiene de sacrosanto fijar un calendario con el año solar, como hacemos nosotros –dice Evans-. La gente puede acostumbrarse a cualquier sistema calendario. Pero una vez que se habitúan, lo que realmente les molesta es que algo cambie”.

Decisiones futuras

El calendario gregoriano hace que los días fraccionales del año solar y el año calendario bisiesto sean casi iguales al omitir, ocasionalmente, un día bisiesto.

Este sistema produce un año promedio de 365.2425 días, apenas medio minuto más largo que el año solar. Con esa diferencia, harán falta 3,300 años antes que el calendario gregoriano difiera un día de nuestro ciclo estacional.

Eso significa que las generaciones futuras tendrán que tomar la decisión de introducir un año bisiesto, aunque eso no ocurrirá en mucho tiempo.

“Dentro de unos 3,000 años, la gente tal vez decida ajustarlo –dice Lowe-. Habrá que que esperar a ver qué pasa”.

Fuente: National Geographic en Español

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