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La historia del diccionario: un recurso que se olvida en las aulas

¿De dónde salieron los diccionarios? ¿Quién avala las palabras que aparecen en ellos? Contestamos estas y más preguntas sobre esta enigmática herramienta.

El habla es una de las formas de comunicación más antiguas de la humanidad, y no se sabe con exactitud la cantidad de idiomas que existen, pero la revista lingüística Ethnologue estima que, en la actualidad, son alrededor de 7000 lenguas diferentes en el mundo. Para comunicarnos eficientemente, es necesario conocer el uso adecuado del vocabulario, por lo que los diccionarios resultan ser una herramienta esencial.

Los diccionarios son aquellos libros que nos enseñan la ortografía y definiciones de las palabras que componen el vocabulario de un idioma específico. Más allá de esta definición cotidiana, usualmente no se cuestiona lo que hay detrás de la creación de esta herramienta elemental del lenguaje que ha evolucionado drásticamente, casi al mismo paso que lo ha hecho la humanidad. Además, el proceso para su creación es diferente dependiendo de cada lengua.

Antecedentes

A través del artículo, De la arcilla al móvil: antiguos y nuevos diccionarios, el profesor de lengua Española, Iván Ramírez Sánchez, dice que los primeros ancestros de los diccionarios surgieron en Sumeria, lo que fue anteriormente una zona entre Irak y Siria, aproximadamente 4000 años atrás. Con la finalidad de descifrar la lengua de la civilización anterior que ocupaba el territorio, los sumerios formularon un glosario para traducir lo que encontraban a su propia lengua; dando lugar así a los primeros glosarios de la humanidad. Vale la pena señalar que estos no fueron como los diccionarios con hojas de papel que conocemos en la actualidad, sino que fueron hechos en tablas de arcilla, luego en papiro manuscrito, seguido de la imprenta y, finalmente, la gran mayoría se ha digitalizado en diccionarios electrónicos.

Cabe destacar que los diccionarios y los glosarios no son lo mismo, pero pertenecen a la misma familia. Mientras que un diccionario recopila las definiciones de muchas palabras de una sola lengua, el glosario agrupa palabras de una materia en específico y se pueden definir y/o comentar de manera limitada, por lo general siendo mucho más pequeños que los diccionarios. Algunos otros tipos de diccionario son:

  • Diccionarios bilingües: estos no ofrecen las definiciones de las palabras, sino que enseñan al usuario la equivalencia de la palabra en otro idioma. Además, usualmente muestran la pronunciación, categoría y nivel de uso.
  • Diccionarios etimológicos: explican de dónde vienen y el significado de su origen.
  • Diccionarios de dudas: este tipo, como su nombre lo dice, da una explicación a las dudas más comunes del idioma, tales como el uso adecuado de las palabras, la ortografía, las diferencias entre conceptos, entre otros.

Más que un libro, los diccionarios son herramientas: no los leemos, sino que los utilizamos mientras hacemos otra actividad.

La creación del diccionario: ¿qué va, qué no va y quién lo decide?

Para los países de habla hispana, la Real Academia Española (RAE) fundada en 1917, es la institución oficial que se encarga de “fijar la norma común sobre léxico, gramática y ortografía para todos los hispanohablantes”. Hasta la actualidad, la RAE actualiza cada año las palabras del idioma en el Diccionario de la lengua española de manera digital e impresa con tres objetivos: “enriquecer el Diccionario, modernizarlo y hacerlo más coherente”.

“La lengua es como un organismo que crece y que se transforma. Hay palabras que mueren y otras que nacen”. – Victoria Espinosa Santos.

La lengua evoluciona con el paso del tiempo y la RAE se encarga no sólo de documentar la adición de nuevas palabras, sino también de suprimir aquellas que ya no se usan y enmendar total o parcialmente los artículos. Pero, ¿cómo es que una palabra llega a ser reconocida por esta institución? Esta no es una travesía sencilla, ya que las nuevas palabras que van a ser parte de los diccionarios tienen que pasar por diferentes etapas para finalmente ser aceptadas. A grandes rasgos, y a través del conocimiento de Victoria Espinoza, el Manual del Español Incorrecto de Adrián Chávez describe este proceso para las palabras en español:

  1. Distintas academias, lexicógrafos y cualquier persona hablante del idioma puede proponer palabras a través del Formulario de la Unidad Interactiva del Diccionario.
  2. El Instituto de Lexicografía de la RAE reúne las propuestas y las analiza. Además, se estudia las regiones donde se utiliza, la frecuencia, entre otros parámetros. Este instituto es “el instrumento técnico de que se vale la Academia para elaborar sus obras lexicográficas”, en especial el Diccionario de la lengua española (DLE).
  3. Luego, el instituto hace una selección de todas estas palabras para enviarlo a los altos mandos de la Real Academia Española, donde ellos deciden el destino de estas propuestas.
  4. Después, la RAE envía de vuelta las palabras seleccionadas al Instituto de Lexicografía, donde se les atribuye una definición y se pone a consideración de la Asociación de Academias de la Lengua Española, las cuales están conformadas por varias instituciones que se encuentran en distintas ciudades hispanohablantes como: Argentina, Chile, Bolivia, México, entre otras.
  5. Finalmente, las palabras aprobadas regresan a España para ya aparecer en la versión actualizada de los diccionarios electrónicos de la RAE y la versión impresa del DLE.

Como se mencionó anteriormente, la RAE también suprime palabras del diccionario. Esto no significa que la palabra no exista o sea incorrecta, sino que simplemente la mayoría de las personas han dejado de utilizarla. De igual manera, se dejan fuera varios neologismos, tecnicismos y regionalismos para contar con una herramienta manejable para la mayoría de las personas que hablan español; y como es trabajo de la institución actualizarse, habrá que hacer también espacio para las palabras nuevas que sí se usan en el vocabulario actual de uso común (si esto no se hiciera, tendríamos diccionarios gigantes e interminables).

Una herramienta atemporal

Verdaderamente, esta nota lo inspiró un diccionario empolvado solitario en el estante de libros de un supermercado, en donde al verlo, me hizo pensar por unos momentos que ya es una herramienta obsoleta, que ya ha sido reemplazada por la conveniencia de los teléfonos inteligentes. Sin embargo, en varias escuelas primarias continúan siendo parte de la lista de útiles escolares de muchos niños y niñas en la República Mexicana. Esto, con la finalidad de ampliar su vocabulario, buscar, reforzar el abecedario por medio de búsquedas, corregir la ortografía, entre otros.

El uso de los diccionarios físicos se disipa poco a poco conforme las y los alumnos atraviesan los grados de primaria, donde puede llegar a ser reemplazado por la búsqueda cotidiana en celulares. Sin embargo, no descartemos que en algunas carreras universitarias y dentro de distintos ámbitos profesionales pueden utilizar diccionarios especializados.

Aun así, la gran mayoría reemplaza el diccionario por la rapidez del celular, donde nos es posible consultar al instante la manera correcta del uso, definición, sinónimo, etc., así como ejemplos y hasta foros de discusión sobre las formas correctas para utilizar las palabras. Todo en un solo lugar. Una de las maneras más populares para consultar esta información es a través de los buscadores como Google o la inteligencia artificial (IA) generativa, como ChatGPT, los cuales responden fácilmente nuestras preguntas y son capaces de arrojar resultados en segundos. Pero, ¿vale la pena intercambiar veracidad por accesibilidad?

Recordemos que estos buscadores o chatbots tienen un propósito mucho más amplio que el de actuar como un diccionario, por lo que las respuestas que ofrecen pueden perder matices importantes y no dar la información completa. Para todo contenido que encontramos en Internet es siempre necesario cuestionar la autenticidad de la información.

No se debe confiar ciegamente en los resultados que proveen los buscadores, y es mejor buscarlas directamente a través de las páginas o aplicaciones oficiales de fuentes confiables, tales como Merriam-Webster, diccionario en inglés o recursos provenientes de instituciones oficiales como la RAE y otros asesorados por ellos, como lo es FundéuRAE. De igual manera, diccionarios todavía más especializados como el que provee la Academia Mexicana de la Lengua también son recursos informativos veraces y valiosos. De lo contrario, se puede caer en utilizar información que no está actualizada, usar palabras inadecuadamente, no obtener las definiciones correctas, entre otros.

Para muchas personas, los diccionarios actúan como el punto de referencia definitivo que instruye a las personas como escribir y hablar, pero realmente somos todos los hispanohablantes quienes construimos el lenguaje y quienes realmente lo vamos modificando. Los diccionarios son una guía elemental que documenta la historia de nuestro idioma y nos proporcionan el uso adecuado de las palabras, y a pesar de que el formato tradicional impreso es dejado atrás conforme pasa el tiempo, este siempre será una herramienta necesaria para incrementar la calidad de nuestra habla y escritura.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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