Aura Núñez
Vínculos de la escuela con el entorno social ¿Qué papel juega la familia?
(Segunda entrega)
Cuando prevalece el modelo de escuela abierta, que empezó a gestarse a finales del Siglo XX, y que estimuló en términos políticos, sociales y educativos la generación de espacios de mayor participación comunitaria y de mejor convivencia entre sus miembros, surge la premisa de que la relación con la comunidad es uno de los aspectos que se debe incluir en el proyecto institucional.
A partir de este enfoque se intenta canalizar las demandas sociales, coincidiendo con las actividades sustantivas de enseñar y asistir a los alumnos. La enseñanza ya no se circunscribe al escenario de la escuela, sus docentes, alumnos y padres, sino que se abre al espacio público local, incluyendo como agentes de enseñanza y aprendizaje a las familias, iglesias, clubes, juntas de vecinos, bibliotecas y organizaciones productivas, con el objetivo de construir un proyecto educativo y cultural que parta de las necesidades y posibilidades de la comunidad.
Esta gestión implica la reconfiguración de una nueva ética, que a partir del involucramiento de sus integrantes, demanda la posibilidad de iniciativa, invención e imaginación de sus actores. El vínculo escuela-comunidad contempla estrategias de participación que incluyan expectativas, demandas y/o necesidades de los referentes familiares de los alumnos u organizaciones sociales territorialmente cercanas a la escuela.
Es evidente que el hombre vive en familia, aquella en la que nace y posteriormente en la que él mismo crea. Es innegable que cada hombre o mujer, al unirse como pareja, aporta a la familia recién creada su manera de pensar, sus valores y actitudes; trasmite a sus hijos los modos de actuar con las cosas, la forma de relación con las personas, las normas de comportamiento social -que reflejan mucho de cómo eran ellos mismos en su temprana niñez- y lo que durante toda la vida aprendieron e hicieron suyo en sus respectivas familias, para así crear un ciclo que vuelve a repetirse.
Si nos remitimos a la dinámica de los grupos familiares, es notorio que un conjunto de factores estructurales y económicos han incidido en la reconfiguración de la estructura de los hogares de los niños y adolescentes. En República Dominicana esto se expresa en el incremento de nuevos hogares monoparentales, en general de jefatura femenina, por ausencia del padre, lo cual también implica una mayor participación laboral de las mujeres, en ciertos casos, como únicas responsables del sustento y manutención del hogar.
En los sectores de mayor pobreza, los grupos familiares sufren cambios más agudos aún: gran cantidad de niños y jóvenes no han visto trabajar a sus padres, por lo menos con regularidad. Es por eso que ha cambiado notoriamente la vieja idea de padre proveedor material y madre proveedora de afecto. Si bien estos fenómenos se dan en el conjunto de la sociedad, son más frecuentes en los sectores más vulnerables, por lo que tienen una incidencia nefasta en las relaciones escuela- enseñanza- aprendizaje- familia, negándose en el proceso el clima moral y afectivo que debe predominar en una familia estructurada. (2)
El hogar como espacio propicio para el desarrollo de competencias
La familia es la primera institución social del niño y determinante en su proceso. La vida cotidiana del hogar es el marco en el cual se aprenden los primeros comportamientos interpersonales. Los padres, los hermanos y otros adultos significativos cumplen el rol de primeros modelos, fundamentales en la formación socio afectiva, en tanto dispensan guías de comportamiento y vinculación emocional, sistemas de creencias y valores por medio de sus prácticas y discursos. (1)
Si el hogar es un pilar fundamental para la formación socio afectiva y moral de sus miembros, lo es también para su desarrollo académico. Cuando los padres están verdaderamente comprometidos con la educación de los hijos enfrentan el desafío de establecer vínculos reales con la escuela. (3)
Como poderosos influyentes en este aspecto ciudadano se pueden citar competencias afectivas como la organización y convivencia de la familia, el clima afectivo positivo, la estabilidad emocional proporcionada por padres y hermanos, la socialización lingüística, la disposición, cooperación y participación en las tareas y hacia el aprendizaje de los hijos. (Arón y Milicic)
En ese sentido podemos citar algunas actividades en el hogar para lograr el desarrollo de ciertas competencias, que pueden ser de áreas académicas pero que finalmente influyen en el comportamiento ciudadano de sus hijos, y que se constituyen en aprendizaje significativo para toda la vida.
La cotidianeidad de la lectura en el hogar (libros, diarios, revistas), etc., se logra estimular la competencia de lecto- escritura, razonamiento verbal, pensamiento reflexivo, crítico y creativo.
Preparar un huerto o jardín, sembrar semillas y árboles para incitar a la soberanía alimentaria, además de la conservación del planeta. De este modo se desarrolla la competencia de cuido del ambiente y la salud.
Visitar el lugar de trabajo de los padres o lugar de servicios en la comunidad, para fomentar el desarrollo de la competencia ciudadana.
Confeccionar el presupuesto de gastos del mes en el hogar, hacer lista de compras del mercado y farmacia para incitar las competencias de matemáticas, y ahorro familiar.
Colocar y clasificar la basura, como aspecto ecológico para preservar el medioambiente y trabajar las competencias de ciencias y salud.
Establecer diálogos familiares donde los hijos ejerzan el derecho de emitir sus opiniones y que sean recibidas con respeto. (ética, comunicativas dialógicas)
Hacer trabajo comunitario, visita a hospitales, ayuda y solidaridad con el prójimo para el desarrollo de las competencias ciudadanas.
Con respecto al apoyo de padres y madres en la ejecución de tareas escolares, así como la promoción y refuerzo de los aprendizajes, las familias tienen una influencia directa sobre los aprendizajes, los logros académicos de los alumnos y su comportamiento ciudadano.
La participación de los padres o representantes puede darse en esta área en las más diversas formas, tanto en el hogar como en la escuela. En casa, los padres pueden participar supervisando los progresos de sus hijos, motivando la realización de tareas, el estudio y la lectura. Ayudándolo a obtener ciertas competencias como: higiene, limpieza, orden, disciplina, respeto y consideración con los otros, enseñándole normas, pautas de conducta y proceder, tanto en el hogar como fuera de él.
En resumen, es fundamental que los padres y/o representantes comprendan su papel protagónico y puedan estar informados de las actividades realizadas en la jornada diaria dentro del aula de clases. En tal sentido, la decisión será más fácil en la medida en que los padres tengan un conocimiento real de las habilidades y necesidades de sus hijos, sepan qué les ofrece la alternativa escolar e identifiquen sus propias inquietudes, necesidades, habilidades, capacidad de compromiso y participación en el proceso educativo.
Educar con calidad requiere que la familia se comprometa con la escuela y que padres, madres y apoderados(as) estén atentos a lo que aprendan sus hijos(as) y en estrecha alianza con el (la) docente para apoyar su trabajo desde el hogar. (Bitar).
Si los padres se involucran directamente en las actividades escolares de sus hijos, serán padres más motivados a colaborar con los proyectos que emprenda la escuela, y estarán atentos al comportamiento de sus hijos, por otro lado estos serán más exitosos, mejorara el clima escolar, serán alumnos más disciplinados, más motivados, sentimiento de pertenencia a su entorno, mayor rendimiento escolar y en consecuencia, mejores alumnos, mejores hijos y mejores ciudadanos.