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Elogio del Maestro

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Angel Palacio

Hace algunos años participé en los Teques (Venezuela) en un curso para estandarizar la educación. Se trataba de preparar maestros automáticos, preparados para enseñar cualquier materia a cualquier nivel.  Se le entregaría un programa y con el entrenamiento recibido desarrollarían un curso standard. Maestros mecanizados, como paso previo para introducir máquinas de enseñar, robots educativos. Como ese intento ha habido muchos otros.

Pero los maestros siguen ahí. Y cada día crece la convicción de que siguen siendo el pivote diamantino de la educación.

Sólo podremos tener la educación que queremos, si contamos con los educadores que necesitamos. El maestro es el elemento central de la educación. Por mucho que se hable de educación centrada en el alumno, la verdad es que el elemento clave sigue siendo el maestro. Por más que se desarrollen tecnologías pedagógicas y máquinas educativas, estamos en lo de siempre: la educación sigue siendo una relación personal alumno – maestro. El encuentro educativo es ante todo un acontecimiento emocional, vivificador y profundo. Lleva consigo incluso un componente de misterio.

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Se habla de la nueva educación, de la necesidad de cambio, de las grandes responsabilidades de la educación. La educación cambiará si lo hace el profesorado. La educación cumplirá con sus grandes responsabilidades si cuenta con el profesorado.

El fracaso de muchas reformas educativas nos ha hecho ver claramente que no se puede poner el carro delante de los caballos, que no se puede implementar una reforma educativa sin contar con los maestros.

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Los trabajos de investigación han mostrado lo que es de sentido común: Que la calidad de los docentes es el factor más importante que influye en los logros de los estudiantes.

Alumnos asignados a un buen maestro pueden aprender un grado completo más que los asignados a un maestro inefectivo, según un estudio. Varios maestros malos seguidos pueden descarrilar la educación de un niño y el estudio también indica que los maestros son tan influyentes que las variaciones en la calidad de los docentes puede explicar por sí solas las diferencias en los logros de los niños de diferentes estratos socioeconómicos.

Vartan Gregorian presidente de la Carnegie Corporation escribe: “Mis estantes de libros se comban con la cantidad de estudios que afirman que la calidad de los docentes es la variable más importante que afecta los logros de los estudiantes. No hay duda de esto. Uno de los estudios indica que 9 de 10 americanos piensan que lo más importante para mejorar la educación es mejorar la preparación de los profesores”. Como dijo Victor Cousin: “Como es el profesor así es el aula”.

Por eso el primer paso para ser un buen maestro es sentir un sano orgullo por su profesión, que es tan digna y tan útil como la que más. Y el segundo es parecido al primero: amar su profesión, sentir pasión por enseñar. La tarea de enseñar ha dejado de ser una obra de misericordia, para convertirse en un modus vivendi. Pero esto no quita que el oficio de enseñar siga siendo un oficio vocacional. El maestro necesita fundamentalmente gusto por enseñar, disfrutar enseñando.

Por otro lado, y en consonancia con esto, el maestro debe tener un enorme respeto por su profesión. Es un quehacer delicado, misterioso, de suma trascendencia. Trabaja con almas y almas vírgenes, cuyo cultivo se le ha encomendado. Cultivar inteligencias sigue siendo un trabajo sumamente responsable y delicado.

La educación tiene que poner al ser humano en condición de sentir la enorme importancia y la inmensidad de posibilidades que lleva en potencia en su cerebro, y favorecerlo en su proceso de crecimiento que no es otra cosa sino una gradual adquisición consciente de sus potencialidades, biológicas y psicológicas, y la capacidad de administrar el cerebro con todas las potencialidades que se han desarrollado. (Michelle Trimarchi. Educar en la infancia la dignidad humana)

La educación tiene, por lo tanto, la tarea de educere (sacar afuera) las potencialidades del genoma humano, para permitir al individuo ser “sabio” y “feliz”, consciente que la vida le servirá para enriquecerse hasta el último día con conocimientos útiles a la propia expresión y a la propia evolución.

Este enfoque de la educación hace indispensable una reconversión del papel del profesor: de instructor a maestro-educador que acompaña y guía, que acoge y se hace cargo del otro, que ayuda al alumbramiento de una nueva vida, no a la repetición de lo ya dado.

El docente o maestro es la persona que forma, ayudando a sacar del interior de cada uno lo mejor que lleva dentro. Esto no se puede hacer ni imponiendo, ni simplemente informando, sino razonando, dialogando y deliberando como hacía Sócrates.

La escuela debe proporcionar al alumno el adiestramiento necesario para que actúe de manera crítica, para que ante las múltiples influencias que recibe del entorno, sobre todo a través de los medios de comunicación, pueda tomar posturas conscientes. Aprender a pensar y actuar de una manera crítica y democrática en una sociedad que no es crítica ni verdaderamente democrática.

Por eso educar es sin lugar a dudas el más humano de todos los oficios.

Estas convicciones las adquiere el hombre frente a la sociedad en que vive. La sociedad tiene sus creencias. El hombre tiene que conectar con esas creencias. Ante ellas puede adoptar una actitud de conformismo o sometimiento.

La lucha del hombre es acomodar su libertad, su destino interior a su destino biológico y a su destino exterior. Los menores necesitan y quieren orientación, límites, seguridad y amor. Hay que ayudarlos a encontrarle sentido a una vida que parece no tener sentido. Al terminar su educación el hombre debe saber a dónde va y qué no es negociable en la vida.

¿Podremos preparar a nuestros alumnos para una sociedad nueva?¿Podremos conseguir que el mundo en que vive el hombre se abra a la posibilidad de una vida con sentido? ¿Una sociedad en la que no exista ninguna alienación, en la cual todos tengan a su alcance los bienes necesarios para alcanzar la felicidad? ¿Podremos abrir la posibilidad de que la vida diaria de todos los hombres sea una vida con sentido, una vida satisfactoria, y que todos vivamos cotidianamente felices en paz? Sin duda lo podremos si sabemos conseguir hombres libres, inteligentes y responsables.

En tanto que política, la educación es en sí misma una exigencia de transformación de la realidad social en la que el educando vive, de modo que le permita a él y a los demás la realización de un ideal valioso de persona. H. Arendt se atreve a decir que educar es un acto de amor: “La educación es el punto en el que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable” (H. Arendt, 1996, p. 208).

¿Podemos encontrar una profesión con un sentido social superior a la del maestro?

“El trabajo de los maestros no se queda solo en las aulas, perdura toda la vida”.

 

¡Feliz Día del Maestro!

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