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Emociones y bienestar familiar

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Begoña Ibarrola 

Toda familia pretende educar a los hijos para que sean felices, eso nadie lo duda, pero el modo de conseguirlo varía considerablemente de unas familias a otras.

Uno de los factores que facilita conseguir ese objetivo está precisamente en cómo se maneja el mundo emocional de todos los miembros de la familia, tanto de la pareja como el de los hijos.

Existen tantos estudios sobre la felicidad que sería imposible nombrarlos, no lo voy a hace, pero si quiero destacar que los principales obstáculos para conseguir ese estado son tres:

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El miedo, sobre todo al fracaso o al rechazo de los demás, no asumir la responsabilidad (responder con habilidad) y las emociones llamadas negativas de las cuales hablaremos más tarde. Por lo tanto una parte importante de nuestra felicidad y la de nuestros hijos tiene que ver con el manejo de las emociones y sentimientos.

Como padres y madres es necesario comprender que la base de la educación emocional se forma dentro de la familia y no únicamente desde la escuela. Por eso podemos aprender y enseñar a nuestros hijos desde bien pequeños, a reconocer lo que sentimos, saber expresarlo de forma adecuada, saber lo que sienten los demás, asumir las responsabilidades de cada momento, saber tomar decisiones, son algunas de las habilidades que se pueden aprender en familia y que son necesarias para nuestro bienestar aceptar y para integrase de forma positiva en la sociedad.

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Pero es importante reconocer que los padres, dedicáis una gran parte de vuestro tiempo a enseñarles reglas de expresión emocional que están de acuerdo con las normas de vuestra familia de origen y vuestra cultura. Por eso es importante reflexionar sobre las reglas que nosotros recibimos cuando éramos niños.

Si pensamos en nuestra infancia, seguramente nos vienen a la cabeza recuerdos de situaciones muy diversas. Por una parte, encuentros entrañables compartidos con seres queridos y con los cuales los vínculos afectivos y personales proporcionaban una confianza y sentimientos especiales. Por otra, momentos de dificultad en los que la convivencia y el entendimiento de unos con otros así como el manejo de las emociones que tenían lugar ante una discusión, un conflicto o un cambio, se coinvertían en un reto para la familia, que a veces no se resolvía de la forma adecuada.

Al hacernos mayores, empezamos a percibir la complejidad que se esconde detrás de la comunicación emocional entre personas. Y al convertiros en padres, tomáis además conciencia de la dificultad educar y enseñar a nuestros hijos como navegar en el mar de las emociones.

Estoy de acuerdo con Maturana cuando dice que el modo de vivir de un adulto, está más determinado por el espacio psíquico emocional que aprendimos a vivir desde niños. Y también me gusta su definición de educar, – guiar a los niños en el camino de llegar a ser seres humano que se respetan a sí mismos y a los otros mediante la generación continua de espacios de convivencia que originen colaboración, alegría y libertad responsable-.

EMOCIONES Y TIPOS DE RESPUESTA

La dimensión emocional forma parte del día a día de todos, tanto es así que con frecuencia tratamos de expresar y compartir nuestros estados internos o sensaciones, sin saber muy bien cómo hacerlo.

Con demasiada frecuencia también, resultamos torpes o pobres a la hora de expresar adecuadamente los sentimientos, limitándonos a decir estoy bien, mal, regular, o expresiones como esto me ha afectado poco, significa mucho para mí, no me deja indiferente…

En otros casos, somatizamos la expresión de sentimientos con explicaciones del tipo tengo un nudo en la garganta, se me encoje el corazón, estoy paralizado….

Todas estas expresiones, lejos de aproximarnos a la identificación del mundo de nuestras emociones, las difuminan en vocablos poco precisos, que impiden tomar conciencia y expresarnos como en verdad querríamos hacer.

De hecho, cuando una persona expresa estar mal, puede encerrar tras de sí sentimientos tan variados como la tristeza, la rabia, la preocupación, el enojo, la envidia, los celos, la apatía, la desolación, la desesperanza….y al mismo tiempo una persona que dice sentirse bien puede tener sentimientos de satisfacción, orgullo, alegría, alivio, regocijo, esperanza, seguridad…

Las emociones son fenómenos multidimensionales caracterizados por cuatro elementos: cognitivo (Cómo se llama y que significa lo que siento), fisiológico (qué cambios experimenta mi cuerpo), conductual (hacia donde dirige cada emoción mi conducta) y expresivo (a través de que señales corporales se expresa).

Pero no todo el mundo expresa sus emociones, y si las expresa, lo hace de una forma diferente. A lo largo del proceso de aprendizaje y del establecimiento de relaciones sociales, las emociones se van modulando, y muchos aspectos van cambiando. Las personas vamos configurando unos esquemas emocionales basados en parte en la experiencia y en parte en el temperamento a medida que crecen y aprenden de lo que les sucede en la vida. Estos esquemas constituyen la esencia de las diferencias individuales, y en estos esquemas se basan los estilos de respuesta emocional que caracteriza a cada persona.

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