La adolescencia es, para muchos jóvenes, una etapa de la vida caracterizada por los cambios y la incertidumbre. No es solo que el cuerpo empiece a desarrollarse de una manera más rápida; además, hay que afrontar nuevas responsabilidades y exponerse a nuevos retos. Todo esto implica la necesidad de adaptarse a nuevos contextos y nuevas sensaciones, y ello puede llegar a generar un malestar significativo, e incluso, en algunos casos, la aparición de alteraciones mentales y trastornos psicológicos en la adolescencia.
En las próximas líneas veremos cuáles son los trastornos psicológicos más comunes durante la adolescencia, qué síntomas los caracterizan y de qué maneras pueden empezar a expresarse a través de las acciones, los pensamientos y los estados de ánimo de los adolescentes.
Trastornos psicológicos más comunes en la adolescencia
Las alteraciones psicológicas que veremos a continuación no tienen por qué manifestarse solamente durante la etapa que tiene lugar entre la pubertad y la entrada en la adultez plena, pero tienen un grado de incidencia relativamente alto en adolescentes.
Eso sí, es importante tener claro que el simple hecho de ser un adolescente no implica tener que sufrir uno o varios trastornos psicológicos en la adolescencia, u otros cuadros clínicos relacionados con la salud mental; en cualquier caso, los adolescentes son estadísticamente algo más propensos a desarrollar estos trastornos.
1. Trastorno de Ansiedad Generalizada
El Trastorno de Ansiedad Generalizada es uno de los principales representantes del grupo de alteraciones conocidas como trastornos de ansiedad, categoría a la que también pertenecen las fobias.
Los síntomas típicos del TAG pueden ser divididos en fisiológicos (temblores, sudoración, mareos, taquicardias, etc.) cognitivos (pensamientos catastróficos, ideas intrusivas que no pueden ser disipadas de la consciencia, creencia en que se corre un grave peligro, etc.) y conductuales (tendencia al aislamiento y evitación de lugares estresantes en los que podrían surgir las crisis de ansiedad).
En los adolescentes, el Trastorno de Ansiedad Generalizada suele estar vinculado al hecho de ir a la escuela y tener que encontrarse con personas semi-desconocidas, tener que hablar frente al resto de la clase, realizar exámenes, o exponerse al riesgo de sufrir bullying (siendo esto último un problema añadido cuya solución está más allá de la terapia individual e involucra a personal docente y familias).
2. Fobia social
La fobia social es un tipo de trastorno de ansiedad en la que los contextos de interacción social con personas que no forman parte del círculo social más cercano producen una gran ansiedad y estrés, pudiendo incluso desencadenar crisis de pánico.
La persona con fobia social experimenta pensamientos catastróficos acerca de lo que puede pasar si inicia una conversación con alguien o si interactúa de alguna manera con gente desconocida (por ejemplo, entrando en su campo de visión y estando más o menos cerca). De manera resumida, puede ser resumido como un fenómeno psicológico parecido a una timidez extrema, aunque sus efectos aparecen incluso sin que haya nadie cerca, mediante la evitación de las situaciones en las que hay interacción social.
A diferencia de lo que ocurre con el Trastorno de Ansiedad Generalizada, aquí existe un tipo de contexto muy concreto que siempre produce una alta ansiedad: las interacciones y la comunicación con otras personas.
La adolescencia es una etapa vital en la que este trastorno puede aflorar como consecuencia de la preocupación excesiva por la imagen de uno mismo que se va a dar ante los demás.
Por otro lado, el simple hecho de que en esta fase existen mayores desigualdades (estar físicamente más desarrollado o no estarlo, tener acceso a una vida más “adulta” o no tenerlo, etc.) hace que las inseguridades y los problemas de autoestima puedan llegar a dispararse en algunos jóvenes.
3. Trastorno de la Conducta
También conocido como trastorno disocial, este fenómeno psicológico se caracteriza por expresarse a través de una tendencia a la agresividad y a transgredir las normas constantemente.
No se trata de una oposición a algunas leyes o reglas consideradas injustas, sino de una indiferencia generalizada ante todas las pautas de comportamiento acordadas por la sociedad para vivir en harmonía y sin generar conflictos, a la que se suma el uso de la violencia: peleas, amenazas, robos, etc.
4. TDAH
Normalmente, el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) es diagnosticado durante la infancia, antes de la llegada de la pubertad. Sin embargo, a veces este reconocimiento de los síntomas se realiza tarde, y en cualquier caso en la mayoría de los casos el trastorno suele continuar durante la adolescencia.
Los síntomas de esta alteración psicológica están relacionados con la necesidad de buscar actividades de interacción con el entorno que distraigan al niño o niña, y con los problemas a la hora de focalizar la atención en un mismo estímulo durante varios minutos seguidos. Esto produce dificultades tanto en la escuela como en las relaciones sociales y en la capacidad para cumplir las normas.
5. Trastornos de la conducta alimentaria
Tal y como hemos visto, durante la adolescencia suelen ganar importancia temas como la aceptación por parte de los demás y la posibilidad de ser un miembro respetado dentro de un grupo social compuesto por los pares (jóvenes de la misma edad que suelen estar en contacto día a día).
Además, la preocupación por la propia imagen también cobra protagonismo, y se asume que la apariencia es la carta de presentación que implicará tener más o menos apoyo en estos grupos de adolescentes.
Esta presión por ofrecer la mejor versión de uno mismo, vuelve a los jóvenes, y especialmente a las mujeres, más vulnerables a los trastornos de la conducta alimentaria, cuyos síntomas acostumbran a estar ligados a una necesidad obsesiva de control del propio peso corporal.
¿Qué hacer para ayudar a estos jóvenes?
La psicoterapia es una herramienta útil para intervenir en casos de trastornos psicológicos a cualquier edad. Algunas de estas alteraciones tienden a responder tan bien a la terapia que sus síntomas prácticamente desaparecen, mientras que en otros casos, si bien el trastorno sigue estando presente, son gestionados de una manera mucho más adecuada por los pacientes, de manera que su calidad de vida mejora significativamente y su desempeño escolar también.
En cualquier caso, en estas edades tan delicadas merece la pena hacer lo posible por que los jóvenes tengan la posibilidad de adaptarse a los cambios que supone la adolescencia de la mejor manera posible, sin que un afrontamiento inadecuado de los trastornos genere problemas añadidos.