Cada año, al final de las vacaciones de verano, miles de niños regresan a las aulas con un leve pero perceptible retroceso en sus habilidades escolares. Este fenómeno, conocido como la ‘caída del verano’ (summer slump, en inglés), es una consecuencia del descanso prolongado fuera del entorno escolar, donde la estructura y la práctica diaria son claves para el aprendizaje. Mientras el verano ofrece un respiro necesario para los estudiantes, también abre la puerta a un desafío: la posible pérdida temporal de algunos aprendizajes.
Un buen ejemplo de este fenómeno es lo que nos sucede cuando tenemos mucho tiempo sin montar una bicicleta. La última vez que monté una bicicleta fue en el verano de 1998. Si hoy decidiera subir a una bicicleta, es probable que necesite varios minutos para ajustar mis movimientos y mis músculos. Es posible que comience con cierta torpeza y ande con cautela, quizás incluso sufra una que otra caída. Pero estoy segura de que, luego de varios intentos y algunos días de práctica, recuperaría esta habilidad y podría montar bicicleta como si el tiempo no hubiese pasado. La magnitud del reajuste dependerá, en parte, de qué tan consolidado estuvo ese aprendizaje antes de la pausa. En mi caso, solía montar bicicleta con mucha frecuencia en mi niñez, por lo que, al retomar la práctica, el período de reajuste duraría muy poco.
En las escuelas, la caída del verano no es igual para todas las habilidades ni para todos los niños. La lectura es una de las áreas que puede verse más afectada, sobre todo en aquellos niños que están en pleno proceso de aprender a leer y que aún no dominan completamente la lectura. Aprender a leer implica combinar varias habilidades, como entender el lenguaje y reconocer letras y palabras, y para que esto se consolide, es necesario practicar de forma constante. Cuando un niño alcanza esta consolidación, conocida como “automatización lectora”, puede leer sin tener que pensar demasiado en cómo hacerlo, y se concentra más en comprender lo que lee. Pero, si no se practica regularmente, es normal que se pierda un poco de ese progreso.
Es común notar cierta frustración cuando los niños que “antes leían” parecen haber perdido habilidad al inicio del nuevo año escolar. Esta frustración es compartida por padres, docentes y los propios niños. Sin embargo, es importante conocer sobre este fenómeno para no patologizar la caída del verano y tomar medidas que permitan que el regreso a clases sea una transición más llevadera.
Para apoyar a los niños en su regreso a clases después del verano, los padres pueden tomar algunas medidas clave. Dedicar tiempo a leer con sus hijos en un ambiente relajado, no escolarizante, es una excelente manera de reforzar las habilidades lectoras. La lectura debe convertirse en un momento agradable, donde los niños puedan disfrutar de historias junto a sus padres sin la presión de un entorno académico. Además, es beneficioso crear hábitos de lectura antes de que comience el nuevo año escolar; establecer una rutina de lectura diaria ayuda a que los niños retomen el hábito y fortalezcan sus habilidades lectoras. Otra estrategia útil es explorar juntos los materiales del nuevo año escolar. Revisar los libros y otros materiales de manera relajada y divertida permitirá a los niños familiarizarse con lo que viene, reduciendo la ansiedad del regreso a clases.
Por otro lado, los maestros tienen un papel crucial en facilitar esta transición. Es esencial que los docentes provean oportunidades de práctica lectora exitosa, adaptadas al nivel de cada niño, y que estas oportunidades sean constantes a lo largo del año escolar. Garantizar que los estudiantes participen en actividades de lectura donde puedan experimentar éxito es fundamental para reforzar su confianza y habilidades. Además, desde el inicio del año escolar, los maestros deben diseñar estrategias de monitoreo que permitan detectar si la caída del verano es temporal o si un niño necesita una supervisión más cercana. Identificar estas necesidades a tiempo permite ofrecer el apoyo adecuado a quienes lo requieran. Finalmente, crear un ambiente acogedor en el aula, con actividades que reactiven las habilidades de los estudiantes de manera progresiva y motivadora, ayudará a los niños a recuperar la confianza en sus capacidades y a retomar el aprendizaje con entusiasmo.
Es fundamental recordar que la caída del verano es un fenómeno temporal y que, con el apoyo adecuado de padres y maestros, los niños pueden retomar rápidamente sus habilidades recordando siempre que el aprendizaje es un viaje continuo que no se mide solo por lo que se pierde, sino por lo que se puede recuperar y mejorar.
Cada año, al final de las vacaciones de verano, miles de niños regresan a las aulas con un leve pero perceptible retroceso en sus habilidades escolares. Este fenómeno, conocido como la ‘caída del verano’ (summer slump, en inglés), es una consecuencia del descanso prolongado fuera del entorno escolar, donde la estructura y la práctica diaria son claves para el aprendizaje. Mientras el verano ofrece un respiro necesario para los estudiantes, también abre la puerta a un desafío: la posible pérdida temporal de algunos aprendizajes.
Un buen ejemplo de este fenómeno es lo que nos sucede cuando tenemos mucho tiempo sin montar una bicicleta. La última vez que monté una bicicleta fue en el verano de 1998. Si hoy decidiera subir a una bicicleta, es probable que necesite varios minutos para ajustar mis movimientos y mis músculos. Es posible que comience con cierta torpeza y ande con cautela, quizás incluso sufra una que otra caída. Pero estoy segura de que, luego de varios intentos y algunos días de práctica, recuperaría esta habilidad y podría montar bicicleta como si el tiempo no hubiese pasado. La magnitud del reajuste dependerá, en parte, de qué tan consolidado estuvo ese aprendizaje antes de la pausa. En mi caso, solía montar bicicleta con mucha frecuencia en mi niñez, por lo que, al retomar la práctica, el período de reajuste duraría muy poco.
En las escuelas, la caída del verano no es igual para todas las habilidades ni para todos los niños. La lectura es una de las áreas que puede verse más afectada, sobre todo en aquellos niños que están en pleno proceso de aprender a leer y que aún no dominan completamente la lectura. Aprender a leer implica combinar varias habilidades, como entender el lenguaje y reconocer letras y palabras, y para que esto se consolide, es necesario practicar de forma constante. Cuando un niño alcanza esta consolidación, conocida como “automatización lectora”, puede leer sin tener que pensar demasiado en cómo hacerlo, y se concentra más en comprender lo que lee. Pero, si no se practica regularmente, es normal que se pierda un poco de ese progreso.
Es común notar cierta frustración cuando los niños que “antes leían” parecen haber perdido habilidad al inicio del nuevo año escolar. Esta frustración es compartida por padres, docentes y los propios niños. Sin embargo, es importante conocer sobre este fenómeno para no patologizar la caída del verano y tomar medidas que permitan que el regreso a clases sea una transición más llevadera.
Para apoyar a los niños en su regreso a clases después del verano, los padres pueden tomar algunas medidas clave. Dedicar tiempo a leer con sus hijos en un ambiente relajado, no escolarizante, es una excelente manera de reforzar las habilidades lectoras. La lectura debe convertirse en un momento agradable, donde los niños puedan disfrutar de historias junto a sus padres sin la presión de un entorno académico. Además, es beneficioso crear hábitos de lectura antes de que comience el nuevo año escolar; establecer una rutina de lectura diaria ayuda a que los niños retomen el hábito y fortalezcan sus habilidades lectoras. Otra estrategia útil es explorar juntos los materiales del nuevo año escolar. Revisar los libros y otros materiales de manera relajada y divertida permitirá a los niños familiarizarse con lo que viene, reduciendo la ansiedad del regreso a clases.
Por otro lado, los maestros tienen un papel crucial en facilitar esta transición. Es esencial que los docentes provean oportunidades de práctica lectora exitosa, adaptadas al nivel de cada niño, y que estas oportunidades sean constantes a lo largo del año escolar. Garantizar que los estudiantes participen en actividades de lectura donde puedan experimentar éxito es fundamental para reforzar su confianza y habilidades. Además, desde el inicio del año escolar, los maestros deben diseñar estrategias de monitoreo que permitan detectar si la caída del verano es temporal o si un niño necesita una supervisión más cercana. Identificar estas necesidades a tiempo permite ofrecer el apoyo adecuado a quienes lo requieran. Finalmente, crear un ambiente acogedor en el aula, con actividades que reactiven las habilidades de los estudiantes de manera progresiva y motivadora, ayudará a los niños a recuperar la confianza en sus capacidades y a retomar el aprendizaje con entusiasmo.
Es fundamental recordar que la caída del verano es un fenómeno temporal y que, con el apoyo adecuado de padres y maestros, los niños pueden retomar rápidamente sus habilidades recordando siempre que el aprendizaje es un viaje continuo que no se mide solo por lo que se pierde, sino por lo que se puede recuperar y mejorar.
Fuente: listindiario.com