Anthony Almonte Minaya
El 23 de marzo, cinco días después de la proclamación de la anexión, San Francisco de Macorís, un pequeño pueblo, fue el único lugar en el país donde hubo oposición a la sustitución de la bandera dominicana por la española.
La anexión a España
La anexión a España fue proclamada en la ciudad de Santo Domingo el 18 de marzo de 1861, desde el balcón del Palacio de Justicia, antiguo Palacio de Borgella, frente a la Plaza de Armas (actual Parque Colón). En esa época, el Palacio de Gobierno se encontraba en la calle “Las Damas”, antiguas Casas Reales o Palacio de la Real Audiencia y de los Capitanes Generales. La alocución del presidente Santana fue leída por uno de los asistentes y fue una invitación a aceptar la desaparición de la República como un hecho consumado.
En el acuerdo de anexión, el gobierno español se comprometió, entre otras cosas, a: reconocer las leyes de la República Dominicana, no reimplantar la esclavitud en el territorio dominicano, eliminar el papel moneda y poner en circulación únicamente moneda fuerte.
Primeros levantamientos armados contra la anexión a España
El 23 de marzo, cinco días después de la proclamación de la anexión, San Francisco de Macorís, un pequeño pueblo, fue el único lugar en el país donde hubo oposición a la sustitución de la bandera dominicana por la española. El general Juan Esteban Ariza, encargado de proclamar la anexión en ese lugar, se encontró con una revuelta popular y tuvo que recurrir al uso de las armas. Pedro M. Archambault señala que, durante el cambio de bandera, los residentes de San Francisco de Macorís se amotinaron e incluso dispararon cuando se izó la bandera española.
Cuarenta días después del amotinamiento en San Francisco de Macorís, el 2 de mayo de 1861, se produjo la primera protesta armada contra la anexión de la República Dominicana a España, la cual no cumplía con las expectativas de los promotores de la anexión de convertir al país en una provincia, sino en un territorio colonial del antiguo imperio español. La protesta consistió en la toma de Moca y la proclamación de la independencia, restaurando al país como un Estado. Sin embargo, el movimiento duró solo unas horas, ya que el general Juan Suero recuperó el control de Moca esa misma noche y arrestó a los líderes de la protesta, encabezados por el coronel José Contreras.
Sánchez y Mella en la resistencia contra la anexión
Matías Ramón Mella, conocido por su papel en el trabucazo del 27 de febrero de 1844, planearon un levantamiento contra la anexión con Eusebio Manzueta. Fue expulsado y trató de evitar que Puerto Plata aceptara el traspaso a España. Francisco del Rosario Sánchez, al recibir noticias en su exilio sobre el plan de anexión, comenzó a organizar la resistencia y escribió un manifiesto que pensaba distribuir al regresar al país, afirmando su convicción de que la República compartía su empeño en conservar la nacionalidad frente a la anexión.
Sánchez regresó del exilio por Haití y trató de convencer al presidente haitiano Fabre Geffrard para invadir la República Dominicana y evitar la anexión promovida por Santana. Sin embargo, perdió el apoyo de los habitantes de El Cercado, quienes temían las represalias del gobierno. El 20 de junio, Sánchez y sus compañeros fueron emboscados por De Óleo en el cerro Juan de la Cruz, cerca de Hondo Valle. Durante el enfrentamiento, varios patriotas murieron, otros escaparon heridos y los sobrevivientes, incluyendo Sánchez, fueron capturados. Sánchez, herido en la pierna y la ingle, fue llevado a San Juan, donde fue sometido a juicio bajo la dirección de Santana y fusilado el 4 de julio de 1861.
Movimientos insurgentes y resistencia
Otro foco revolucionario fue liderado por el comandante Cayetano Velázquez, quien, con 150 hombres, asaltó Neiba el 3 de febrero. Allí fue arrestado el general Domingo Lázaba. Sin embargo, la operación fracasó pocas horas después de iniciarse debido a su mala organización. El movimiento en Neiba tuvo entre sus principales líderes a Cayetano Velázquez, Luis Benancia, Alejo Marmolejos y el Alférez Mesa, quien dio instrucciones a Velázquez para reunir a los hombres.
La situación se volvió insoportable después de dos años. En febrero de 1863 se produjeron tres nuevos movimientos insurgentes, que las fuerzas españolas reprimieron con rapidez y eficacia: los del 21 y 23 en Guayubín y Sabaneta, respectivamente, y el del 24 en Santiago. El movimiento de mayor resonancia fue precisamente el de Santiago.
El 16 de agosto de 1863, catorce patriotas, entre ellos los generales José Cabrera, Benito Mención, Santiago Rodríguez y Pedro Antonio Pimentel, quienes se encontraban en Haití gestionando apoyo para un nuevo levantamiento armado, ingresaron al territorio dominicano por la frontera norte y ocuparon el cerro de Capotillo. Allí, sin perder tiempo, izaron la bandera de aquel inmortal febrero y dieron el célebre grito de “¡Viva la República Dominicana!”
No obstante, el movimiento continuó expandiéndose de manera avasalladora. El 18 de agosto de 1863, en el poblado de Guayubín, se registró el primer combate importante entre las tropas españolas y las fuerzas dominicanas dirigidas por Juan Antonio Polanco, Santiago Rodríguez, José Cabrera y Benito Monción, entre otros. El objetivo era tomar el control de esa plaza militar.
La Guerra Restauradora: Un proceso de identidad nacional
El combate en Guayubín constituyó el bautismo de fuego de la Guerra Restauradora. Tras un intenso enfrentamiento, los patriotas ordenaron incendiar el caserío del pueblo, causando numerosas bajas a la guarnición española, que pronto se rindió y entregó la plaza. Para finales de agosto, casi toda la línea noroeste se había pronunciado contra el régimen de la anexión. Así, después de la toma de Guayubín, las comarcas de Montecristi, Sabaneta, Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís y Cotuí fueron sacudidas por las conmociones inherentes a todo conflicto.
Las fuerzas españolas, que estaban ventajosamente posicionadas en la estratégica fortaleza de San Luis, enfrentaron la batalla más larga en la historia militar dominicana, que comenzó el 31 de agosto y duró 14 días ininterrumpidos. El combate más significativo tuvo lugar el 6 de septiembre. Tras una intensa jornada de lucha y el incendio del pueblo, los dominicanos lograron infligir una importante derrota a las fuerzas españolas, que se vieron obligadas a abandonar una posición crucial y replegarse a la ciudad costera de Puerto Plata. Los restauradores ocuparon lo que había sido Santiago, el centro económico de la región del Cibao.
El 14 de septiembre de 1863, los restauradores instalaron el gobierno restaurador y comenzaron a reconstruir el pueblo. El historiador Frank Moya Pons afirma que «la Guerra de la Restauración, que comenzó como una rebelión de campesinos, pronto se transformó en una guerra de razas debido al temor de los dominicanos de color, que eran la mayoría, a ser convertidos nuevamente en esclavos. Así, se convirtió en una verdadera guerra popular que movilizó todas las energías de la nación para lograr su independencia y la restauración de la soberanía». Es por esta razón que en la Guerra Restauradora participaron diferentes sectores sociales como el campesinado, los sectores medios urbanos, los dueños de cortes de madera, los hateros y los comerciantes.
Para concluir esta serie de agresiones contra el pueblo dominicano, es importante destacar lo siguiente: el movimiento restaurador, que comenzó en Capotillo el 16 de agosto de 1863 y culminó con la retirada de las tropas españolas el 26 de julio de 1865, no solo buscaba recuperar la soberanía perdida en 1861, sino que también representó una reafirmación de la identidad del pueblo dominicano. La Restauración, liderada por figuras clave como Pedro Antonio Pimentel, José María Cabral, Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo y Gregorio Luperón, consolidó la identidad nacional del pueblo dominicano en el campo de batalla.
La anexión a España había sido el catalizador que llevó a la restauración de la República, y este proceso hizo evidente una realidad esencial: la verdadera identidad de los habitantes de la República Dominicana. Así, la Restauración no solo significó la liberación del dominio español, sino también la reafirmación de la identidad nacional como dominicanos, con una cultura, historia y sentido de pertenencia propios. Este momento histórico permitió a los dominicanos reconocer y celebrar su singularidad.
Bibliografía
Paulino Ramos, Alejandro. “Diez razones políticas y culturales para la Guerra de la Restauración.” Acento. https://acento.com.do/cultura/diez-razones-politicas-culturales-la-guerra-la-restauracion-8596766.html.
Archambault, Pedro M. Historia de la Restauración. Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, 1982. Sociedad Dominicana de Bibliófilos.
Bosch, Juan. La guerra de la Restauración y la revolución de abril. Santo Domingo: Editora Corripio, 1984.
González Tablas, D. Ramón. Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo. Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, 1974. Sociedad Dominicana de Bibliófilos.
Manual de Historia Dominicana. 15ª ed. Santo Domingo: Ediciones Liberia la Trinitaria, 2013.
Fuente: acento.com.do