A su llegada al Nuevo Mundo en 1492, Cristóbal Colón y sus tripulantes quedaron cautivados no solo por la exuberante belleza de las islas del Caribe, sino también por la apariencia física de los nativos, a quienes llamaron “indios”. En los escritos del propio Colón, se pueden apreciar sus impresiones sobre la hermosura de estos pueblos originarios.
Colón describió a los taínos como “gente muy hermosa”, resaltando su cabello “no crespo, salvo corredios y gruesos, como sedas de caballo”, su “frente y cabeza muy ancha”, sus “ojos muy hermosos y no pequeños” y su piel “de la color de los canarios”. Además, elogió sus “piernas muy derechas”, su ausencia de “barriga” y su complexión “muy bien hecha”.
Estos relatos no fueron un caso aislado. A partir de ese instante, cientos de documentos europeos hicieron referencia al físico de los nativos de las Antillas Mayores, tanto hombres como mujeres, resaltando su singular belleza y atractivo.
Los taínos eran el resultado de una fusión genética que se había gestado durante siglos entre diversos pueblos indígenas de la región, mucho antes de la llegada de los europeos en 1492. Sus características físicas distintivas eran el producto de esta mezcla ancestral.
Según las descripciones históricas, los taínos se caracterizaban por su estatura mediana, su piel cobriza o trigueña, su cabello grueso y muy lacio de color oscuro, y su contextura lampiña y bien proporcionada, con cuerpos fibrosos y musculosos.
Las mujeres taínas destacaban por su cabello largo, mientras que los hombres solían llevar una pollina o coleta. Ambos géneros compartían rasgos como frentes achatadas, narices cortas y rectas, ojos ovalados y rasgados, pómulos sobresalientes, labios un poco gruesos y una excelente dentadura.
Aunque los relatos resaltan la estatura mediana de los taínos, también se menciona la existencia de algunos individuos de gran estatura, como el cacique Mabó el Grande, quien gobernaba una región en el actual Añasco, Puerto Rico.
Esta descripción detallada de la apariencia física de los taínos de las Antillas Mayores, registrada por los propios europeos que los conocieron, nos brinda una valiosa mirada a la diversidad y la belleza de los pueblos originarios del Caribe antes de la llegada de los colonizadores.