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Hidratarse bien, imprescindible para mantener la salud durante las olas de calor

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Hidratarse correctamente es necesario todo el año, pero con las fuertes subidas de la temperatura en verano, se convierte en un requisito absolutamente primordial para preservar la salud y el bienestar. Las personas mayores y los niños son especialmente vulnerables a los efectos de la pérdida de líquidos por el calor, por eso te explicamos a continuación cómo garantizar el aporte que necesitan para recuperarlos.

Nuestro cuerpo es agua en un 60%, aproximadamente, lo que explica por qué la hidratación es un factor de primer orden y de reconocida importancia dentro de la nutrición y desde el punto de vista de la salud en general. Con termómetros que llegan hasta los 40 grados desde junio, hay que tener muy en cuenta las recomendaciones de los expertos para no sufrir un golpe de calor.

Cuando esto sucede, el cuerpo se sobrecalienta debido a las altas temperaturas o a un exceso de ejercicio físico, y la falta de hidratación hace que algunos órganos dejen de funcionar con normalidad. Se origina a consecuencia de un fracaso agudo de la termorregulación y constituye una urgencia médica extrema, aparece muy rápido y su evolución es fatal, ya que puede ocasionar la muerte en menos de 24 horas si no se trata rápidamente. Esto no debe confundirse ni con los bochornos ni con los sofocos.

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Requerimiento diario de agua y líquido

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) indica que el requerimiento diario de agua y líquidos en condiciones normales está en 2 litros, en el caso de mujeres adultas, y 2,5 en el de los hombres. En los niños las cantidades son, lógicamente, inferiores, y van de los 1.300 ml en las edades comprendidas entre 2 y 3 años, los 1.600 entre los 4 y los 8 años, y en torno a los 2 litros en niños de 9 a 13 años. A efectos de sus necesidades de hidratarse, se consideran adultos a partir de los 14 años.

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Estos valores sirven de guía aproximada, pero varían en función de las circunstancias ambientales, la actividad física y las condiciones fisiológicas de cada uno, y en determinados casos hay que aumentar la cantidad, como ocurre ante las altas temperaturas del verano. Además, se recomienda que un 75-80% del líquido que ingerimos a diario provenga de las bebidas y un 20-25% de los alimentos. Con esto nos referimos a las bebidas no alcohólicas que contienen más de un 80% de agua (la propia agua, bebidas vegetales, isotónicas, café, té, refrescos o zumos).

No hay que esperar a tener sed

Teniendo en cuenta el papel del agua en nuestro organismo en el transporte de nutrientes, la eliminación de sustancias de desecho y la regulación térmica, debemos asegurar que estamos respondiendo a los requerimientos diarios de líquido, manteniéndonos hidratados a lo largo del día y sin esperar a tener la sensación de sed. Una deshidratación resultante de la pérdida de al menos un 2% de la masa corporal tiene impacto a nivel físico, pero también en otras áreas, porque afecta al estado de ánimo, a las habilidades cognitivas, a la atención, e incluso a la memoria a corto plazo.

También hay que tener en cuenta que todos los alimentos y bebidas suman a la hora de contar calorías, y tienen el mismo valor que las procedentes de los alimentos sólidos, por lo que es importante ser conscientes de esto para no ingerir más de las necesarias, equilibrando lo que comemos y bebemos con lo que gastamos a través de las actividades físicas diarias.

Las necesidades de los bebés

Los bebés merecen una mención aparte porque tienen que hidratarse, por supuesto, pero de una forma distinta. Ahora sabemos que los lactantes no precisan más líquido que la leche con la que se alimentan, ya sea materna o de fórmula. El agua que necesitan ya está presente, en un 88%, en la leche. Así que no debemos darles agua, zumos o infusiones, ya que no les alimentarán, se sentirán llenos y no tomarán los nutrientes que necesitan en cada toma. Además, su aparato digestivo los tolerará mal.

En caso de que amamantemos a nuestro bebé, lo que sí podemos hacer es ofrecerle el pecho más a menudo cuando hace calor, sobre todo en los tres primeros meses de vida, cuando son más vulnerables. Si se alimentan con leche de inicio, deberás asegurarte de poner la cantidad suficiente de agua al prepararla.

De los 6 meses en adelante

Las cosas cambian cuando empezamos a incluir alimentos sólidos en su dieta a partir de los 6 meses de edad. Entonces el consumo de agua ayudará a una mejor digestión de la comida y a prevenir el estreñimiento. Pueden tomarla en biberón o en vasos con boquilla para bebés. Pero evitemos de momento los zumos, los batidos y, por supuesto, los refrescos azucarados.

Pero también pueden, y deben, empezar a hidratarse a través de los alimentos, de frutas y verduras en concreto. Conviene escoger las frutas más ricas en agua. La sandía y el melón, por ejemplo, son perfectos porque les refrescarán y los comerán fácilmente. Las papillas de frutas, los purés de verduras, el tomate… aportan bastante agua y les vienen muy bien.

No olvides

  • Dependiendo de las circunstancias ambientales, actividad física y condiciones fisiológicas, deberéis aumentar la cantidad de líquidos, como ocurre ante las olas de calor.
  • Todas las bebidas no alcohólicas con al menos un 80% de agua son fuentes de hidratación, según las conclusiones del I Congreso Internacional de Hidratación que publica la revista de nutrición RENC.
  • Todos los alimentos y bebidas suman a la hora de contar calorías, por lo que es importante equilibrar lo que comemos y bebemos con lo que gastamos a través de las actividades físicas diarias.
  • Los bebés, hasta los seis meses, no necesitan más líquido que la leche con la que se alimentan, ya sea la procedente del pecho de su madre o de leches de inicio.
  • A partir de los 6 meses, podrán empezar a beber agua y aprovechar la que proporcionan las frutas y verduras.

Fuente: saposyprincesas.elmundo.es

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