Angie KhouryEspecial para LISTÍN DIARIOSanto Domingo
La temporada de descanso se presta también para reflexionar. Es el momento ideal para crear nuevas metas, establecer una intención, encontrar inspiración y motivación. ¿En qué estamos invirtiendo nuestro tiempo? ¿Cómo estamos tratando a las personas que nos rodean? ¿Cuál será el legado que permanecerá?
En un mundo hiperinformado como este, lleno de gratificaciones y respuestas instantáneas, reducir la velocidad, estar presente y sentir compasión se convierten en actos radicales e inesperados, con mucho potencial para impactar nuestra propia vida y la de los demás.
Según un estudio realizado en la Universidad de Harvard, una persona despierta dura el 47% de su tiempo pensando en algo que no está pasando; es decir, pensando en algo que pasó (pasado) o en algo que va a pasar (futuro). Este alarmante dato evidencia que mientras una persona está realizando alguna tarea cotidiana, como conversar, lo más probable es que no esté prestando total atención. En el caso de una conversación, no está escuchando activamente a su interlocutor, perdiendo así una valiosa oportunidad de conexión, una de las necesidades humanas más básicas.
Brené Brown, investigadora y autora norteamericana, ha pasado más de una década estudiando la vulnerabilidad, la compasión, la vergüenza y la culpabilidad. En su libro “Daring Greatly” asegura que “la desconexión es la base detrás de la mayoría de los problemas que veo en familias, escuelas, comunidades y organizaciones (Ö) Hemos llegado al punto en el que, en vez de respetar y apreciar el valor y la osadía detrás de la vulnerabilidad, dejamos que nuestro miedo e incomodidad se conviertan en juicios y críticas”.
Y la historia no termina ahí.
Las personas que se mantienen conscientes en el momento presente no solo gozan de mejores relaciones interpersonales, sino también de mejor salud y bienes-tar emocional, como quedó demostrado en un estudio de 2016 publicado en el Diario de Investigación en Personalidad. El mismo arrojó que a mayor disposición de una persona a mantenerse presente en el momento, menor era su nivel de estrés, ansiedad y depresión.
La temporada de descanso se presta también para reflexionar. Es el momento ideal para crear nuevas metas, establecer una intención, encontrar inspiración y motivación. ¿En qué estamos invirtiendo nuestro tiempo? ¿Cómo estamos tratando a las personas que nos rodean? ¿Cuál será el legado que permanecerá?
En un mundo hiperinformado como este, lleno de gratificaciones y respuestas instantáneas, reducir la velocidad, estar presente y sentir compasión se convierten en actos radicales e inesperados, con mucho potencial para impactar nuestra propia vida y la de los demás.
Según un estudio realizado en la Universidad de Harvard, una persona despierta dura el 47% de su tiempo pensando en algo que no está pasando; es decir, pensando en algo que pasó (pasado) o en algo que va a pasar (futuro). Este alarmante dato evidencia que mientras una persona está realizando alguna tarea cotidiana, como conversar, lo más probable es que no esté prestando total atención. En el caso de una conversación, no está escuchando activamente a su interlocutor, perdiendo así una valiosa oportunidad de conexión, una de las necesidades humanas más básicas.
Brené Brown, investigadora y autora norteamericana, ha pasado más de una década estudiando la vulnerabilidad, la compasión, la vergüenza y la culpabilidad. En su libro “Daring Greatly” asegura que “la desconexión es la base detrás de la mayoría de los problemas que veo en familias, escuelas, comunidades y organizaciones (Ö) Hemos llegado al punto en el que, en vez de respetar y apreciar el valor y la osadía detrás de la vulnerabilidad, dejamos que nuestro miedo e incomodidad se conviertan en juicios y críticas”.
Y la historia no termina ahí.
Las personas que se mantienen conscientes en el momento presente no solo gozan de mejores relaciones interpersonales, sino también de mejor salud y bienes-tar emocional, como quedó demostrado en un estudio de 2016 publicado en el Diario de Investigación en Personalidad. El mismo arrojó que a mayor disposición de una persona a mantenerse presente en el momento, menor era su nivel de estrés, ansiedad y depresión.
Claramente, algo ocurre cuando decidimos prestar atención. Cambia nuestro estado de ánimo, y tenemos la oportunidad de ser más compasivos con las personas a nuestro alrededor. La compasión, una respuesta emocional que ocurre cuando un ser humano percibe un sufrimiento y tiene un deseo genuino de aliviarlo, es uno de los instintos más primitivos de humanos y animales por igual. “El Instinto Cooperativo”, un estudio de la Universidad de Harvard, asegura que el primer impulso de adultos y niños es ayudar a otros, en vez de competir en su contra.
Por igual, se ha demostrado que dar es tan placentero como recibir, y que entre los beneficios de salud que aporta la compasión, se cree que puede incluso alargar nuestra proyección de vida.
Poniéndolo en práctica
Estas herramientas pueden hacer factible la práctica de la conciencia momento a momento (moment to moment awareness o mindfulness en inglés) que no es más que mantenerse presente, prestar atención plena al ahora.
1. Concentrarse en un tarea a la vez. Prestar atención a la acción que se está realizando en el momento; concientizarse sobre lo que pasa por su mente.
2. Escuchar activamente. Colocar el cuerpo en la dirección del interlocutor/a, escuchar, no interrumpir, hacer preguntas cuando haya una pausa.
3. Atender a los sentidos. ¿Qué escucha? ¿Qué observa? ¿Qué huele? ¿Qué siente?
4. Respirar profundamente.
En su libro Cultívate, la escritora y empresaria norteamericana Lara Casey anota: “La vida que quiero cultivar es una vida en la que escucho intencionalmente, algo que puedo hacer porque no estoy apresurada – ni estoy apresurando a los demás. Puedo escuchar y ver más de las bendiciones que ya están justo en frente de mí”.
Si cada ser se compromete a tratarse a si mismo y a los demás con más compasión, paciencia y respeto, impacta a cada persona a su alrededor, y colabora con transformar la sociedad en un lugar con más igualdad, más oportunidades, y con ciudadanos y ciudadanas más saludables.
A veces, entre este y otro quehacer, se nos olvida que al final del día, somos seres humanos. Que al final de la jornada, la mejor inversión y el mejor acto de fe que se puede hacer es amarse y amar a los demás. El amor y la atención que brindamos será nuestro legado.
Este día, y los que vienen, propongámonos una tarea: estar dispuestos y dispuestas a ser vulnerables, a estar aquí y a amar plenamente. A dar, escuchar, ayudar. Está comprobado que la compasión es contagiosa; lo menos que puede pasar es que desatemos la mejor epidemia en la historia de la humanidad.
Claramente, algo ocurre cuando decidimos prestar atención. Cambia nuestro estado de ánimo, y tenemos la oportunidad de ser más compasivos con las personas a nuestro alrededor. La compasión, una respuesta emocional que ocurre cuando un ser humano percibe un sufrimiento y tiene un deseo genuino de aliviarlo, es uno de los instintos más primitivos de humanos y animales por igual. “El Instinto Cooperativo”, un estudio de la Universidad de Harvard, asegura que el primer impulso de adultos y niños es ayudar a otros, en vez de competir en su contra.
Por igual, se ha demostrado que dar es tan placentero como recibir, y que entre los beneficios de salud que aporta la compasión, se cree que puede incluso alargar nuestra proyección de vida.
Poniéndolo en práctica
Estas herramientas pueden hacer factible la práctica de la conciencia momento a momento (moment to moment awareness o mindfulness en inglés) que no es más que mantenerse presente, prestar atención plena al ahora.
1. Concentrarse en un tarea a la vez. Prestar atención a la acción que se está realizando en el momento; concientizarse sobre lo que pasa por su mente.
2. Escuchar activamente. Colocar el cuerpo en la dirección del interlocutor/a, escuchar, no interrumpir, hacer preguntas cuando haya una pausa.
3. Atender a los sentidos. ¿Qué escucha? ¿Qué observa? ¿Qué huele? ¿Qué siente?
4. Respirar profundamente.
En su libro Cultívate, la escritora y empresaria norteamericana Lara Casey anota: “La vida que quiero cultivar es una vida en la que escucho intencionalmente, algo que puedo hacer porque no estoy apresurada – ni estoy apresurando a los demás. Puedo escuchar y ver más de las bendiciones que ya están justo en frente de mí”.
Si cada ser se compromete a tratarse a si mismo y a los demás con más compasión, paciencia y respeto, impacta a cada persona a su alrededor, y colabora con transformar la sociedad en un lugar con más igualdad, más oportunidades, y con ciudadanos y ciudadanas más saludables.
A veces, entre este y otro quehacer, se nos olvida que al final del día, somos seres humanos. Que al final de la jornada, la mejor inversión y el mejor acto de fe que se puede hacer es amarse y amar a los demás. El amor y la atención que brindamos será nuestro legado.
Este día, y los que vienen, propongámonos una tarea: estar dispuestos y dispuestas a ser vulnerables, a estar aquí y a amar plenamente. A dar, escuchar, ayudar. Está comprobado que la compasión es contagiosa; lo menos que puede pasar es que desatemos la mejor epidemia en la historia de la humanidad.