Los episodios de violencia y bullying en las escuelas dominicanas —peleas, agresiones, amenazas, irrespeto y choques constantes entre familias y centros educativos— no son fruto de “malos estudiantes” ni de “docentes incapaces”. Son, más bien, el síntoma evidente de un sistema que no ha cumplido su responsabilidad de garantizar convivencia, autoridad y protección dentro del aula.
Como señala el profesor Jorge Mauricio Borja Ramírez (webdelmaestroCMF): “El sistema ha convertido al alumno en un intocable y ha puesto a sus padres por encima de la autoridad del docente. ¿Cómo pretenden que exista disciplina, respeto y aprendizaje real en un sistema en el que quien enseña es el único que no puede ejercer autoridad?” Su afirmación describe con claridad una realidad que se repite en cientos de escuelas: la autoridad docente ha sido debilitada hasta volverse prácticamente simbólica, mientras la normativa existe pero no se aplica, y la comunidad educativa opera sin límites claros.
Y la evidencia reciente confirma la gravedad del problema. En los últimos años, la violencia escolar ha escalado a niveles alarmantes. Ya no hablamos solo de incidentes de bullying: niños muertos, estudiantes gravemente heridos y maestros atacados incluso dentro de las aulas muestran que la situación se ha salido por completo de control. Cada caso es un recordatorio doloroso de que la escuela dominicana está funcionando sin las mínimas garantías de seguridad.
Mientras tanto, los centros educativos se convierten en espacios de tensión permanente, y el sistema —que debería prevenir, acompañar y proteger— se muestra incapaz de responder con políticas efectivas, programas de contención emocional o mecanismos reales de intervención. La violencia no es culpa del docente, ni del estudiante aislado: es el resultado de un sistema que dejó de proteger, de orientar y de poner reglas claras, y que hoy enfrenta las consecuencias de esa ausencia estructural.
El problema no es el docente: es un sistema sin consecuencias
El docente dominicano trabaja en aulas superpobladas, sin psicólogos suficientes, sin acompañamiento emocional, sin formación continua en gestión de conflictos y sin herramientas institucionales que lo protejan cuando un caso se sale de control.
Cuando un estudiante agrede, falta el acompañamiento del distrito.
Cuando un padre amenaza, no hay protocolo inmediato.
Cuando surge un caso de bullying, la respuesta llega tarde o no llega.
Los maestros no están fallando.
El sistema les está fallando a ellos, y a los estudiantes también.
Las Normas de Convivencia del Minerd: una guía que no se aplica
El documento oficial del MINERD establece principios valiosos:
derecho a un ambiente seguro, deber de respeto, responsabilidad de la familia y mecanismos para manejar conflictos.
Pero las escuelas se quejan de lo mismo:
- Falta personal para implementar los comités de convivencia.
- No llegan orientadores ni psicólogos suficientes.
- No existe seguimiento real a casos graves.
- Las sanciones no se cumplen.
- Los docentes quedan expuestos y sin protección.
Cuando las normas no se aplican, la escuela queda sin defensa.
La violencia escolar no se origina en el aula: se arrastra desde el país
La agresividad que vemos en las escuelas es un reflejo de problemas estructurales:
✔ Carencia de límites y acompañamiento emocional en el hogar.
✔ Modelos violentos normalizados en redes sociales y barrio.
✔ Falta de educación emocional en el currículo.
✔ Instituciones sin capacidad de intervenir a tiempo.
Esperar que el docente sea psicólogo, mediador, policía, juez y educador al mismo tiempo es injusto e inviable.
“Sin autoridad docente no hay escuela”: sí, pero la autoridad la construyen las instituciones
La autoridad del maestro NO es un acto individual.
No es cuestión de “mano dura” ni de “carácter”.
Es una autoridad institucional, y solo existe cuando el sistema:
- respalda al docente,
- aplica normas de convivencia,
- interviene cuando hay faltas,
- protege a la víctima,
- corrige al agresor,
- involucra a la familia,
- y envía un mensaje claro: la escuela es un espacio sagrado.
Hoy ese respaldo institucional es débil.
Y cuando el sistema es débil, la violencia gana terreno.
¿Qué debe cambiar? Un llamado urgente al sistema educativo
✔ 1. Implementación real de las Normas de Convivencia
No más documentos guardados: aplicación, seguimiento, sanciones y acompañamiento.
✔ 2. Equipos multidisciplinarios en todas las escuelas
Orientadores, psicólogos y mediadores escolares.
✔ 3. Formación docente en manejo de conflictos
No como “culpa”, sino como herramienta profesional.
✔ 4. Responsabilidad compartida con las familias
Padres y madres deben ser parte del proceso, no obstáculos.
✔ 5. Protocolo nacional contra el bullying
Con tiempos de respuesta, rutas claras y consecuencias reales.
✔ 6. Campañas de respeto al docente
Para restaurar la autoridad institucional y cultural del maestro.
La violencia escolar no es un problema de aula, es un problema de Estado
La escuela dominicana está haciendo lo que puede con lo que tiene.
Los docentes siguen en pie porque creen en su labor.
Pero sin un sistema que respalde, acompañe y haga cumplir las normas, es imposible. pedirles que mantengan el orden solos.
No es el maestro quien está fallando. Es el sistema el que debe despertar.


