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“Corrige a tus hijos tú para que no lo haga la vida”: una reflexión indispensable para educadores y familias

Por Elizahenna Del Jesús

Corrige a tus hijos. En un artículo reciente publicado en Listín Diario, la periodista Marta Quéliz hace un planteamiento tan claro como incómodo: “Corrige a tus hijos tú para que no lo haga la vida”. Este consejo no es moralista ni simplista; es un llamado directo a la conciencia de padres, madres, educadores y de una sociedad que, por omisión o miedo, ha ido renunciando a su rol formador.

La reflexión de Quéliz llega en un contexto alarmante. La violencia juvenil, los conflictos dentro y fuera de las escuelas, el irrespeto a la autoridad y la normalización de conductas agresivas no son hechos aislados. Son síntomas de una crisis más profunda: adultos que dejaron de ejercer su responsabilidad educativa, esperando que otros —la escuela, el Estado o la vida misma— asuman una tarea que comienza en el hogar.

Educar no es consentir, es preparar para la vida

Uno de los grandes aportes del artículo de Marta Quéliz es recordarnos que corregir no es maltratar, ni poner límites es sinónimo de autoritarismo. Corregir es orientar, acompañar, explicar consecuencias, enseñar autocontrol y responsabilidad. Cuando esto no ocurre, la vida se encarga de hacerlo de manera mucho más dura, injusta y dolorosa.

Un niño al que nunca se le dijo “no”, un adolescente al que nadie le enseñó a manejar la frustración, termina enfrentándose a una sociedad que no negocia reglas: la ley, la violencia, el rechazo social o incluso la muerte. Y entonces nos preguntamos qué falló, cuando muchas veces falló lo esencial: la formación temprana.

La escuela no puede sola

Esta reflexión conecta directamente con una realidad que el sistema educativo dominicano enfrenta a diario. Las escuelas están siendo desbordadas por conflictos que no nacieron en las aulas. Se les exige disciplina, contención emocional, formación en valores y resultados académicos, pero sin el respaldo coherente de las familias ni del sistema.

Cuando los padres desacreditan al docente frente a sus hijos, cuando justifican toda conducta, cuando convierten al niño en “intocable”, se rompe el pacto educativo. Tal como sugiere Quéliz, no se puede formar ciudadanos responsables en un entorno donde nadie asume la autoridad como un deber ético y amoroso.

El costo de no intervenir a tiempo

Las consecuencias ya están a la vista: violencia escolar, jóvenes involucrados en delitos, maestros agredidos, comunidades rotas. Cada caso extremo es la suma de muchas omisiones pequeñas: silencios, permisividades, excusas, miedos a corregir.

No se trata de buscar culpables individuales, sino de asumir una verdad incómoda: una sociedad que no educa a sus niños está criando sus propios conflictos futuros.

Una invitación a despertar

El artículo de Marta Quéliz no acusa, sino que interpela. Nos obliga a mirarnos como adultos y preguntarnos:

  • ¿Estamos formando o solo evitando conflictos momentáneos?
  • ¿Estamos educando para la vida real o criando para la comodidad inmediata?
  • ¿Quién está corrigiendo hoy a nuestros niños: nosotros o la calle?

Y es que educar no es un acto cómodo, pero sí imprescindible.

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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