Por: Elizahenna Del Jesús
Proyecto. “Los proyectos basados en problemas hacen que el aprendizaje sea relevante y vivencial. Aunque requieren organización, enriquecen profundamente a estudiantes y docentes.” Con estas palabras, las docentes de 3er grado del Saint Michael School resumen la enseñanza más grande que les deja acompañar a sus estudiantes en el Proyecto de Especies Endémicas. Y es justamente ese aprendizaje —humano, palpable, transformador— el que marca cada etapa de esta experiencia.
Un proyecto que nace de una pregunta que podría cambiarlo todo
El punto de partida no fue un libro ni una clase magistral. Fue un video. En él, un niño de ocho años se indigna al descubrir cómo la deforestación amenaza a los animales. “Cuando crezca, voy a luchar por ellos”, dice. Y entonces su madre responde: “¿Por qué esperar a ser adulto para actuar?”
Esa pregunta quedó resonando en los estudiantes… y en sus maestras. Fue el momento en que entendieron que los niños también pueden ser agentes de cambio. De ahí nació su gran interrogante: ¿Cómo podemos, como defensores del medioambiente, crear conciencia para proteger a las especies en peligro de la República Dominicana?

Niños que investigan, sienten y deciden actuar
Desde ese momento comenzaron a indagar, preguntar, leer, analizar y construir soluciones. Elaboraron una lista de información esencial, investigaron los problemas que afectan a las especies endémicas, conversaron con especialistas y reflexionaron sobre cómo comunicar lo aprendido a la ciudadanía. Pero, sobre todo, comenzaron a sentir.
Hubo señales muy claras de que el proyecto tocó fibras profundas:
- renunciaban a su recreo para seguir trabajando;
- asistían voluntariamente a las charlas con especialistas;
- llegaban a casa hablando del tema como pequeños activistas;
- miraban a su alrededor con una nueva sensibilidad.
No es común ver a niños de tercer grado tan comprometidos. Y, sin embargo, ahí estaban: curiosos, serios, emocionados, dispuestos.
El encuentro con el Gavilán de La Hispaniola: un antes y un después
Si hubo una especie que les cambió el corazón fue el Gavilán de La Hispaniola, del que apenas quedan unos 450–500 ejemplares en toda la isla.
La historia de Leo, un gavilán embajador que nunca podrá regresar a su hábitat, los sacudió.
Los estudiantes no solo están aprendiendo datos. Se conmueven. Se indignan. Se comprometen. Y esa es la verdadera educación ambiental: la que entra por la emoción y se sostiene en la acción.
Niños que ya piensan como científicos
Cuando se le preguntó a las docentes si sus alumnos habían sido estudiantes, científicos o embajadores, su respuesta fue espontánea: “Fueron científicos.” Porque siguieron un proceso real de investigación: observaron, compararon, hicieron hipótesis, buscaron soluciones. Y entendieron algo esencial: que el ser humano es la principal causa del problema, pero también puede ser la solución.
El proyecto no terminó en los cuadernos. Los estudiantes prepararon presentaciones para familias y comunidad escolar, elaboraron afiches educativos y diseñaron materiales que serán proyectados en pantallas digitales en las calles de Santo Domingo para sensibilizar al público.
La enseñanza más valiosa: cambiar la manera en que miran la naturaleza
Después de semanas de investigación, preguntas, emociones y conversaciones, algo cambió en ellos. Ahora observan el entorno con más cuidado. Escuchan la naturaleza con más respeto. Comprenden que cada especie tiene un valor único. Y han descubierto que un niño informado y sensibilizado puede ser un defensor activo de la naturaleza.
Ese es el verdadero logro del proyecto: la transformación de la mirada. Una mirada nueva que no solo ayudará a proteger a los animales, sino que formará ciudadanos más conscientes, más humanos y más solidarios.


