La célebre frase atribuida a este filósofo griego Heráclito es mucho más que una metáfora poética. Es una poderosa lección de vida.
Heráclito de Éfeso, filósofo presocrático del siglo V a.C., es conocido como el pensador del cambio. Pertenecía a una familia aristocrática, pero según diversas fuentes históricas, como el biógrafo e historiador griego Diógenes Laercio, renunció a su posición política para dedicarse por completo a la contemplación filosófica. Uno de los aforismos que se le atribuyen más citados, “no nos podemos bañar dos veces en el mismo río”, resume su visión del universo como un flujo constante, una realidad en la que nada permanece fijo y todo está en constante transformación. La corriente del río cambia continuamente y así lo hace también la vida.
¿Qué significa realmente la frase?
El río, para Heráclito, es símbolo de movimiento. El agua nunca es la misma, y nosotros tampoco lo somos. En la metáfora del río, cada vez que vuelves a introducirte en la corriente, el río ha cambiado, y tú también. Se trata de una idea con una vigencia incuestionable en nuestros días, ya que relaciones, pensamientos, emociones y circunstancias están en permanente evolución.
Como explica el filósofo Finn Janning en su análisis sobre la novela The Nihilist, inspirada en parte por Heráclito, abrazar el cambio no es rendirse, sino un acto de lucidez. Y aceptar que la vida es transitoria puede ser liberador, incluso terapéutico.
Lecciones prácticas de Heráclito para la vida actual
La cita de Heráclito no es solo una reflexión metafísica, nos dice que debemos aceptar que el cambio es inevitable y resistirse a él solo genera sufrimiento. La vida es como un río: fluye, nos arrastra… por lo que hay que aprender a soltar; dejar ir al pasado. Nada permanece estático, y aferrarse a lo que fue nos impide avanzar. Soltar es reconocer que ya no somos los mismos.

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Las lecciones de este filósofo griego nos invitan a cultivar la resiliencia. Cuando aceptamos que el cambio forma parte de la vida, desarrollamos una fortaleza interior; adaptarse no es debilidad, sino inteligencia emocional. Ser flexible (igual que lo es el agua) nos permite superar desafíos con mayor eficacia. Así que si tenemos en cuenta que todo cambia, hemos de disfrutar del presente, saboreando el instante actual antes de que desaparezca. En suma, se trata de una forma de vida práctica: en lugar de aferrarnos a certezas, el filósofo nos propone una actitud constante de cuestionamiento, de apertura a nuevas formas de ver la existencia.
Así como el río a veces discurre velozmente y otras se agita salpicando, sabemos que nunca retrocede y que no podemos regresar al mismo punto por el que nos introducimos. Y es que nosotros tampoco somos los mismos en cada una de las situaciones, pues vamos moldeándonos poco a poco con la experiencia de nuestros aciertos y nuestros errores.
El fuego como símbolo de transformación
Heráclito no solo habló de ríos; también utilizó el fuego como imagen del cambio. A diferencia de otros presocráticos que hablaron sobre el agua (Tales), el aire (Anaxímenes) o el apeiron (Anaximandro) como principio de todas las cosas, Heráclito eligió el fuego. Para el sabio de Éfeso, el fuego es el principio del intercambio: todo nace del fuego y todo regresa a él. Se trata de un elemento que transforma, renueva, consume y crea. Esta metáfora se relaciona con nuestras emociones, decisiones y etapas vitales. Lo que hoy arde, mañana puede iluminar. Así que el cambio lejos de ser una amenaza a nuestra vida, puede ser una buena oportunidad de reinventarnos.
El filósofo del devenir
Heráclito de Éfeso fue contemporáneo de otros grandes pensadores presocráticos como Parménides, aunque sus ideas fueron radicalmente opuestas. Mientras Parménides afirmaba que el ser es uno e inmutable, Heráclito defendía que todo está en constante cambio. También coincidió con Jenofantes, Pitágoras o Antístenes, que también era de Éfeso.
No fundó escuela, ni buscó discípulos, y escribió, según se cree, una sola obra titulada “Sobre la naturaleza”, de la que nos han llegado apenas cien fragmentos conservados por otros autores como Platón (quien lo cita en varios de sus diálogos, especialmente en el Cratilo, donde lo presenta como el filósofo del cambio), Aristóteles o Plutarco.
Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/


