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Lo que todo docente debe saber sobre tener un alumno neurodivergente en su aula

Alumno neurodivergente. En las aulas conviven niños con formas distintas de percibir, aprender y relacionarse con el mundo. Sin embargo, muchas de esas diferencias permanecen invisibles. La neurodivergencia —que incluye condiciones como el TDAH, el autismo, la dislexia, entre otras— no siempre se manifiesta de manera evidente, y es precisamente lo que no se ve lo que más impacta la experiencia escolar de estos estudiantes.

Lo que no se ve es el esfuerzo enorme que hace un niño neurodivergente para adaptarse a un entorno que no fue diseñado para él. Mientras para la mayoría los ruidos del aula son parte natural del día a día, para algunos pueden sentirse como tormentas que desbordan su capacidad de autorregulación.

Lo que no se ve es que muchas conductas interpretadas como “desobediencia” responden a un cerebro que procesa, siente y aprende de forma distinta. Hay niños que reciben mil pensamientos a la vez, lo que hace difícil mantener la concentración aunque lo intenten con todas sus fuerzas.

Lo que no se ve es el cansancio acumulado después de una jornada llena de estímulos, reglas sociales que deben recordar y un autocontrol que agota. A esto se suman las lágrimas silenciosas de quienes sienten que no encajan, que escuchan etiquetas como “raro”, “flojo” o “mal portado”, sin que nadie repare en su lucha interna.

Lo que no se ve es la inteligencia, la sensibilidad y la creatividad que muchas veces quedan opacadas por expectativas rígidas de comportamiento. Su manera única de ver el mundo es un recurso valioso para cualquier comunidad educativa, siempre que se les brinde el espacio y el apoyo adecuados.

Lo que no se ve es el esfuerzo por regular emociones intensas que no eligieron sentir, ni la necesidad de comprensión en lugar de juicios, estrategias en lugar de castigos, y acompañamiento en lugar de exigencias desproporcionadas.

Lo que sí debería verse en nuestras escuelas

  • Que su manera de ser es válida y merece respeto.
  • Que no deben cambiar para encajar; es la comunidad educativa la que debe desarrollar sensibilidad y herramientas para entenderlos.
  • Que, cuando reciben apoyo real, estos niños florecen.
  • Que la diferencia no es un problema, sino una forma distinta y enriquecedora de existir.

Reconocer lo que no se ve no solo mejora la experiencia escolar de los niños neurodivergentes: transforma las aulas en espacios más humanos, sensibles y equitativos para todos.

Educar también significa aprender a mirar más allá del comportamiento visible. Significa abrir los ojos —y el corazón— para comprender que cada niño, con su singularidad, trae al aula una oportunidad para crecer como sociedad.

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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