Por Elizahenna Del Jesús
Educación Inicial. La historia de la educación inicial en República Dominicana es una travesía que combina tradición, visión y persistencia. Desde las primeras experiencias pedagógicas comunitarias hasta la consolidación del Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia (INAIPI), este proceso ha estado marcado por la evolución de las ideas sobre la infancia, los cambios en la política educativa y el compromiso sostenido de generaciones de educadores.
De los juegos indígenas a los primeros jardines de infancia
Antes de que existieran escuelas formales, los pueblos originarios practicaban formas de educación basadas en el juego, la danza, la imitación y la vida comunitaria. En esos espacios se transmitían valores, destrezas y saberes esenciales para la convivencia y la supervivencia. Esa pedagogía ancestral sentó las bases de una educación que reconocía la infancia como una etapa con sentido propio.
La educación inicial formal comenzó a tomar forma en el siglo XVIII con la llegada de los jesuitas, quienes en 1701 establecieron una escuela de párvulos en el Colegio Gorjón. En 1866, el Instituto de Señoritas Salomé Ureña abrió un kindergarten y, posteriormente, en 1898, la maestra Ana Josefa Puello fundó un centro privado pionero en el nivel preescolar. Estos antecedentes marcan el origen de una tradición educativa orientada a la formación temprana.
Siglo XX: el despertar institucional
La década de 1950 representó un punto de inflexión. La Ley Orgánica de Educación de 1951 sentó las bases legales para el sistema educativo moderno, y el Colegio La Salle inauguró su primer preprimario en 1954. En el mismo período surgió el Jardín de Infancia Radhamés Trujillo, ubicado donde hoy funciona el Colegio Dominicano de La Salle, constituyendo el primer modelo público de educación preescolar.
Durante los años sesenta, pese a la inestabilidad política tras el ajusticiamiento de Trujillo, emergieron experiencias locales de gran valor, como el centro preescolar fundado por Lina Espaillat en La Vega, donde se formaron maestras pioneras como Milagros Concepción, símbolo de una generación de educadores comprometidos con la renovación pedagógica.
Las décadas de expansión (1970–1980)
Los años setenta marcaron una etapa de crecimiento acelerado. Surgieron centros emblemáticos como el Babeque, Benjamín, Montessori, Círculo Infantil, Mido en Santiago y Las Hormiguitas. Fue un tiempo de innovación metodológica: la educación inicial comenzó a concebirse como una experiencia de juego-trabajo, exploración y descubrimiento.
En 1978, se creó el Proyecto de Educación No Formal, que integraba salud, nutrición y educación en comunidades vulnerables. Con el apoyo posterior de UNICEF, se promovieron programas que alfabetizaban a las familias y fortalecían el vínculo escuela–comunidad, ampliando el alcance de la educación temprana más allá del aula.
Reformas y profesionalización (1980–1990)
Durante los años ochenta y noventa, el país vivió una transformación profunda. Se consolidó la carrera de Educación Preescolar en la UASD, impulsada por pedagogas como Alicia Hasbún y Magda Peña, mientras que las escuelas normales ofrecían profesorado especializado en educación inicial. En 1985 se diseñó un posgrado en el área, y en 1999 se incorporó un nivel técnico de formación docente.
En 1995, con el Plan Educativo Nacional liderado por Rocío Hernández, se llevó a cabo la primera gran transformación curricular del nivel inicial. Por primera vez, el sector público y el privado trabajaron juntos en el diseño de un nuevo currículo, considerado modelo en América Latina. La reforma estableció el carácter obligatorio del preprimario y definió la educación inicial como el primer nivel del sistema educativo dominicano.
Siglo XXI: política pública y atención integral
El siglo XXI trajo consigo la institucionalización definitiva de la primera infancia. El Proyecto PROPEAL, financiado por el Banco Mundial, buscó ampliar la cobertura y mejorar la calidad educativa. Posteriormente, en 2012, se adoptó la Política Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia, que sentó las bases para la creación del INAIPI en 2015.
Este instituto representó un salto cualitativo al integrar educación, salud, nutrición y protección bajo un mismo modelo. Los Centros de Atención Integral a la Primera Infancia (CAIPI) —conocidos popularmente como “las casitas de colores”— se convirtieron en referencia de calidad y equidad. Ofrecen atención de jornada extendida, alimentación, servicios de salud y acompañamiento familiar, garantizando una atención integral de los 0 a los 5 años.
Revisión y avances recientes
Entre 2015 y 2017 se realizó una revisión curricular del nivel inicial bajo la dirección de Clara Báez, que actualizó los fundamentos teóricos, incorporó el enfoque por competencias y fortaleció la formación continua docente. También se introdujeron innovaciones tecnológicas como los “rincones digitales”, ampliando el acceso a herramientas de aprendizaje.
Hoy, la cobertura del nivel inicial alcanza cerca del 95 % de los niños y niñas de 5 años, con avances notables en la formación docente, la equidad y la inclusión. La articulación con instituciones como CONANI y la sociedad civil ha fortalecido la prevención de la violencia infantil y los mecanismos de auditoría social.
Desafíos del presente
A pesar de los logros, persisten retos estructurales: aumentar la inversión pública para garantizar calidad y equidad, fortalecer la formación inicial y continua de los educadores, e integrar plenamente a los niños de tres y cuatro años en el sistema educativo. La coordinación interinstitucional sigue siendo un punto débil que exige voluntad política y compromiso sostenido.
Una historia de avance y esperanza
Desde las aulas improvisadas de las décadas pasadas hasta los modernos centros CAIPI, la educación inicial dominicana ha transitado un camino de aprendizaje, participación y visión de futuro. Más que un logro institucional, representa un compromiso colectivo: el de asegurar que cada niño y niña inicie su vida con dignidad, cuidado y oportunidades para aprender y ser feliz.
Como bien expresó una de las voces pioneras de este proceso:
“Los niños nacen para ser felices.”
Esa sigue siendo, hasta hoy, la razón de ser de toda política educativa que mira hacia la primera infancia.


