Hijos. Xavier Guix (Sant Boi de Llobregat, 64 años) es psicólogo, divulgador y autor de 14 libros. Frente al discurso predominante que premia la bondad y favorece el eterno «Pórtate bien» que los padres repiten como un mantra a sus hijos, él viene a celebrar cierta desobediencia.
La bondad mal entendida, o excesiva, puede ser cómoda, especialmente durante la crianza, pero ay, tiene sus rincones oscuros, sostiene este psicólogo. Uno de ellos es crecer pensando en el beneficio ajeno y nunca en el propio, transformándonos en adultos siempre complacientes, esforzados y sacrificados por el prójimo.
De todo esto habló en El problema de ser demasiado bueno (Arpa Editores, 2024), y charlamos con él a propósito de los mensajes que lanzamos a los hijos, especialmente ahora que vuelven a clase.
PREGUNTA. ‘El problema de ser demasiado bueno’ es su último libro. Parece que el título lo ha elegido alguna criatura en la adolescencia, cuya columna vertebral es la desobediencia y el desafío…
RESPUESTA. Hasta los que son demasiado buenos cuentan que la adolescencia fue la única etapa en la que no lo fueron tanto. Es un período marcado por la desobediencia, pero hay que entender por qué. La primera es que el cerebro cambia y no está formado del todo hasta los 25 años. Esto se traduce en cambios hormonales, conductuales, emocionales… Además, es el primer momento en el que el grupo se antepone a la familia. Necesitan ser independientes y romper con los padres, que son los que siempre ponen los límites y los peros. Supone una negociación constante, pero necesitan esos límites para saber hasta dónde pueden experimentar y probar. Puede ser pesado de llevar, pero es normal y sano.
P. Dice que se nos inculca al nacer el mandato social de ser buenos, el «pórtate bien», «calla y sé obediente», «no molestes», etc. ¿Qué frases son a su juicio las más dañinas para los niños?
«R. No se trata de no decirles que se porten bien o que sean buenos, sino de especificar. Si lo decimos en general, pierde sentido, no dice nada. Queremos que no hagan locuras y que sean responsables, pero debemos dar indicaciones concretas: «en tal sitio es mejor que no hagas esto», «acuérdate de tal cosa» y similares. Si no, es como un mantra vacío.
P. Sostiene también que si un niño está inundado por el deber, deja de ser él mismo y solo cumple órdenes. O sea, que hay que animar a una cierta desobediencia…
R. Desobedecer es positivo en cierta medida. Los padres tienden a creer que somos una pizarra en blanco y que nos tienen que moldear. Pero venimos al mundo con información y con inclinaciones y los padres tienen que aprender a conocerlas. Si les inculcamos lo que tienen que ser y cómo, entonces queremos moldearlos. Se acostumbrarán a ser lo que quieren otros y eso de adultos trae problemas.
P. Muchos padres queremos lobos fuera de casa y corderos dentro, porque es más cómodo. O que presten su triciclo en el parque a otro niño desconocido, pero nosotros no haríamos lo mismo con nuestro coche…
R. Es una buena metáfora de cómo generamos en los críos una disociación: queremos que sean distintos dentro y fuera de casa o les pedimos que sean buenos con otros pero nosotros no lo haríamos. Los niños se dan cuenta enseguida de esa incoherencia.»
«R. No se trata de no decirles que se porten bien o que sean buenos, sino de especificar. Si lo decimos en general, pierde sentido, no dice nada. Queremos que no hagan locuras y que sean responsables, pero debemos dar indicaciones concretas: «en tal sitio es mejor que no hagas esto», «acuérdate de tal cosa» y similares. Si no, es como un mantra vacío.
P. Sostiene también que si un niño está inundado por el deber, deja de ser él mismo y solo cumple órdenes. O sea, que hay que animar a una cierta desobediencia…
R. Desobedecer es positivo en cierta medida. Los padres tienden a creer que somos una pizarra en blanco y que nos tienen que moldear. Pero venimos al mundo con información y con inclinaciones y los padres tienen que aprender a conocerlas. Si les inculcamos lo que tienen que ser y cómo, entonces queremos moldearlos. Se acostumbrarán a ser lo que quieren otros y eso de adultos trae problemas.
«PREGUNTA: Durante un tiempo los padres decían: «Si te pegan en el cole, defiéndete y devuélvela». Pero luego cayeron en desgracia este tipo de recomendaciones en favor de la resolución no violenta de los conflictos que, muchas veces, terminan con niños amedrentados. ¿Con cuál nos quedamos?
RESPUESTA: Hay una posición intermedia. No les decimos que devuelvan la patada, pero hay que enseñar a los hijos a que no deben callarse. Que contesten con asertividad «No me hagas esto». Si no, pueden hacerse pequeñitos… Quizá no funcione, pero que responda siempre.
P. ¿Cuándo un niño o un adolescente está siendo ‘víctima’ de lo que usted llama mala bondad?
R. Se trata de comportamientos que les perjudican por beneficiar o seguir a otros. En adolescentes se ven esas formas de actuar. Aunque sean muy rebeldes en casa, pueden tener un rol diferente en el grupo, hasta ser muy sumisos. Aunque no se sientan bien con algo siguen al líder, porque priorizan la socialización. A veces fuman, beben y visten una ropa aunque no les guste o directamente les siente mal.
P. Ahora que el curso empieza, muchos chavales empiezan un Bachillerato que a lo mejor no quieren. O una carrera que no les interesa, solo porque su padres los obligan o influyen. El clásico ejemplo de alguien que hace Derecho por tradición familiar cuando lo que desea es estudiar Bellas Artes.
R. Platón decía que educar es sacar de dentro, no imponer. Los padres ya ven en sus hijos sus inclinaciones, pero quizá no les gusta. Es un error. Igual que pretender que todos los hermanos sigan la estela del primogénito: ir al coro, apuntarse a los Scout, etc. Cada uno tiene su camino. Los que no han podido seguir el suyo propio de niños tienen que descubrirlo de adultos. Los padres tienen que saber qué les gusta, preguntar y tirar del hilo. A lo mejor tienen que probar muchas cosas y cambiar. Nada es irreversible. Es una condena obligar a un chaval de 14 o 15 años a tomar una decisión definitiva sobre su futuro.»
«P. Siguiendo en un contexto escolar dadas las fechas, cuando los hijos cuentan alguna injusticia en el colegio, si no intervenimos, le dejamos a su suerte. Si lo hacemos, sobreprotegemos…
R. Lo primero es acompañar y escucharle, y luego preguntarle qué ha hecho él, para que lo verbalice y sea consciente de su participación. Si se queda en un enfado, podemos tomarlo como un desahogo sin más. No debemos quitar importancia. Si el asunto pasa a mayores y podemos estar frente a un caso de bullying o acoso, hay que intervenir. No podemos pedirle a un niño que se enfrente a alguien cuando los padres no somos capaces de hablar con la otra familia o con el colegio. No debemos cargar a la criatura con ese peso.
P. ¿Qué consecuencias tiene en la vida adulta haber sido demasiado buenos de pequeños?
R. Actúan por deber y no por deseo, porque anteponen las necesidades de los demás a las suyas. Son siempre buenos, sacrificados y esforzados. Y no pueden dejar de serlo, porque si lo intentan, si dicen «no» o ponen límites, se sienten fatal, aunque resulten perjudicados. Y también reprimen la ira, porque no se permiten enfadarse. Todo se lo guardan dentro. Ese dolor pueden somatizarlo.
P. En una conferencia contó que una familia desayunó frente a usted y le amargó el rato porque unos padres no dejaron de dar órdenes a su hija de unos ocho años ni un solo minuto. ¿Somos muy pesados?
R. Cumplían con el patrón de padres rígidos, que querían educar a su hija para que fuese perfecta. Pero los niños son espontáneos, experimentan. Si coartamos eso para que se «porten bien», serán adultos muy perfeccionistas que sufrirán amargamente cuando las cosas no les salgan bien.»
Fuente: https://www.elmundo.es/


