Por Darwin Barreras
Líderes pedagógicos. En tiempos donde se exige calidad educativa y resultados tangibles en los resultados de los aprendizajes, urge que como directores dejemos de vernos únicamente como figuras administrativas o como simples supervisores de procesos rutinarios. El sistema educativo dominicano, a través de su normativa y visión, ha sido claro: el director es, ante todo, un gestor del conocimiento.
De las cuatro dimensiones de la gestión escolar: la pedagógica, administrativa, comunitaria y clima escolar como moderador de la convivencia, de las antes mecionadas, la gestión pedagógica es el eje central y las demás solo tienen razón de ser en función de ella. Una escuela puede funcionar con carencias administrativos, pero jamás sin planificación pedagógica rigurosa, sin evaluación formativa, sin acompañamiento a la práctica docente, sin seguimiento al enfoque por competencias. Todo lo demás, aunque no deja de ser importante, su función es secundaria frente al proceso de enseñanza y aprendizaje.
Y esta verdad está contenida con firmeza en nuestros marcos normativos o base legal: el Manual Operativo de Centros Educativos establece que la primera y principal función del director es garantizar el cumplimiento del diseño curricular. No se menciona como prioridad la gestión administrativa, ni la comunitaria, ni la de convivencia, aunque no dejan de ser importantes, pero son secundaria o de apoyo para el proceso pedagógico. Es el diseño curricular, con todas sus implicaciones didácticas, evaluativas y metodológicas, lo que debe ser ejecutado con liderazgo pedagógico.
Un director que no conoce a profundidad los procesos de planificación, que no domina la evaluación socioformativa, enfoque por competencia, aplicación de la correcta estrategia de aprendizaje, desarrollo para un aprendizaje significativo, manejo de evidencias, procesos de productos finales o que simplemente no se involucra en estos aspectos de forma directa, está renunciando al corazón de su rol. Dirigir sin conocimiento o involucramiento de los procesos pedagógicos es liderar en la sombra. Porque si como directores no asumimos este liderazgo pedagógico de forma decidida, cualquier otro profesional externo a la educación podría ocupar nuestro puesto y hacer lo mismo que nosotros: administrar, supervisar, coordinar… pero no transformar el aprendizaje.
Nuestra mayor diferencia con cualquier otro gestor está en que nosotros sabemos de pedagogía, entendemos el aprendizaje, conocemos los procesos curriculares, y sobre esa base tomamos decisiones. Por eso no es suficiente con ser «buen director», es imprescindible ser líder pedagógico.
La planificación docente no puede ser un proceso informal ni negociable. No se puede permitir que cada maestro planifique solo y dirija su proceso como quiera o como entienda. Las Ordenanzas 02-2016, 03-2017, el Estatuto Docente, el Diseño Curricular y el propio Manual Operativo son claros: el director tiene la responsabilidad de diseñar, liderar y dar seguimiento a las estrategias pedagógicas y de evaluación del centro. Y no es suficiente con que solo se acompañe a ver lo que ha hecho el docente, sino comprobar que sí está cumpliendo con las normativas establecidas en la base legal. No con la finalidad de fiscalizar sino de que se realice un significativo proceso de enseñanza y para que los estudiantes reciban un aprendizaje de calidad .
En resumen: un centro educativo sin un líder pedagógico al frente es un barco sin brújula. Podemos tener uniformes, actividades comunitarias, reuniones administrativas, pero sin procesos pedagógicos claros y acompañados, no hay aprendizaje de calidad y el gestor tiene la responsabilidad directa de estar al frente del mismo y no es quitarle función a la coordinación pedagógica, todo lo contrario, es trabajar de la mano y de forma directa en el proceso más importante de un centro educativo.
Hoy más que nunca, el sistema necesita gestores del conocimiento, líderes que orienten, que guíen, que se sienten con los docentes a revisar planificaciones, que acompañen el aula juntos con los coordinadores, que analicen resultados, que modelen buenas prácticas.
Ese es nuestro verdadero llamado. Esa es nuestra misión irrenunciable.
No se trata de dirigir, se trata de transformar. Y eso solo lo logra el liderazgo pedagógico comprometido, presente y con visión.

