Jóvenes. El experto en datos del Financial Times, John Burn-Murdoch, ha puesto en cifras una preocupación que muchos docentes reconocen en sus aulas. Desde 2014, un estudio que sigue a miles de jóvenes en Estados Unidos confirma una tendencia inquietante: las nuevas generaciones muestran señales de inestabilidad emocional, menor compromiso y una creciente dificultad para convivir con los demás.
Tres rasgos en transformación
De acuerdo con los resultados, hoy los jóvenes:
- Experimentan más inestabilidad emocional: aumentan la preocupación, el estrés y las emociones negativas.
- Asumen menos responsabilidad: disminuye la capacidad de planificar, cumplir compromisos y perseverar en el logro de metas.
- Se relacionan con mayor dificultad: cada vez más jóvenes se describen como fácilmente distraídos, poco constantes, propensos a iniciar discusiones y menos inclinados a ayudar.
El mundo digital parece tener un rol central en estos cambios. Las pantallas ofrecen recompensas inmediatas y fáciles, pero también generan adicción, reducen la concentración y alejan de los procesos de esfuerzo prolongado que permiten alcanzar metas valiosas.
Un estilo de vida más individualista
El estudio también apunta a un fenómeno cultural: el individualismo digital. Pasar horas frente a una pantalla —muchas veces en soledad— sustituye el tiempo de convivencia, diálogo y construcción de relaciones significativas. El resultado es una generación que tiende a la introversión y a la distancia social.
¿Qué pueden hacer las escuelas y las familias?
Más que demonizar la tecnología, el reto es enseñar a usarla con equilibrio. No se trata de rechazar lo digital, sino de aprender a no ser esclavos de las pantallas. Los educadores y padres pueden:
- Fomentar la constancia en proyectos que requieran tiempo y esfuerzo.
- Promover espacios de conversación presencial, donde los jóvenes aprendan a dialogar, discrepar y colaborar.
- Establecer reglas claras de uso tecnológico, tanto en casa como en la escuela.
- Reconectar con lo esencial: el valor del trabajo bien hecho, la importancia de la comunidad y el aprendizaje compartido.
Una práctica necesaria
Algunos docentes ya lo han asumido como norma: prohibir el uso de celulares, tablets o computadoras en las aulas, dejando como única pantalla la de la clase. Más que una restricción, se trata de una invitación a desintoxicarse de lo digital, para recuperar la atención, pensar con libertad y aprender unos de otros.
La educación de hoy no puede escapar al debate sobre el impacto de las pantallas en la vida de los jóvenes. El reto es acompañarlos a desarrollar autocontrol, resiliencia y capacidad de convivencia en un mundo donde lo digital seguirá presente, pero no debe dominar sus vidas.


