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El impacto del maltrato infantil: una alerta para la crianza y la educación

El maltrato infantil es una realidad dolorosa que, aunque muchas veces se piensa lejana, puede estar más cerca de lo que imaginamos. Una de sus manifestaciones más graves es el síndrome del bebé sacudido, que ocurre cuando un adulto, en un momento de frustración, sacude con violencia a un bebé. Este acto, aunque dure solo segundos, puede provocar hemorragias cerebrales, ceguera, discapacidades permanentes e incluso la muerte.

Pero más allá de este caso extremo, el maltrato infantil —en cualquiera de sus formas— deja heridas en el desarrollo integral de los niños y niñas.

Repercusiones del maltrato en la infancia

Daños físicos

El maltrato puede causar lesiones inmediatas como fracturas, hematomas o problemas neurológicos. En el caso del síndrome del bebé sacudido, hablamos de consecuencias irreversibles: retraso mental, epilepsia, ceguera, sordera o dificultades motoras que acompañarán al niño de por vida.

Efectos emocionales

Los niños maltratados desarrollan con frecuencia ansiedad, depresión, miedo constante y baja autoestima. Viven en estado de alerta, inseguros de cuándo volverán a sufrir agresión. Esto afecta su capacidad para confiar en los demás y limita su desarrollo socioemocional.

Consecuencias sociales

La infancia marcada por violencia suele traducirse en dificultades para establecer relaciones sanas. Algunos niños se aíslan; otros reproducen conductas agresivas. La violencia vivida se convierte en un círculo que, si no se rompe, puede perpetuarse en la adolescencia y la adultez.

Impacto académico

El maltrato también se refleja en la escuela: bajo rendimiento, problemas de concentración, dificultad para seguir reglas y, en muchos casos, abandono escolar temprano. El aula deja de ser un espacio seguro para convertirse en un escenario más de frustración.

El rol de la familia y la escuela

El cuidado de la niñez no puede limitarse al hogar; es una responsabilidad compartida entre familias, docentes y comunidad.

  • En la familia: aprender a manejar el estrés, pedir ayuda cuando la crianza desborda y nunca recurrir a la violencia como forma de disciplina. Colocar al bebé en un lugar seguro y tomar unos minutos para calmarse puede salvar una vida.
  • En la escuela: formar docentes capaces de detectar señales de alerta —moretones inexplicables, cambios drásticos de conducta, retraimiento— y establecer protocolos claros de protección.
  • En la comunidad: crear redes de apoyo que acompañen a los padres y fortalezcan los lazos de solidaridad.

Educar desde el cuidado

El maltrato infantil no es solo un problema de salud, es un obstáculo para el aprendizaje, la convivencia y el futuro de una sociedad. Cada golpe, cada grito y cada sacudida dejan cicatrices que no siempre se ven, pero que limitan el derecho de los niños a crecer plenos y felices.

Por eso, educar desde el cuidado significa apostar por la paciencia, la empatía y el acompañamiento consciente. Es enseñar con el ejemplo que la violencia nunca es respuesta y que cada niño merece un entorno seguro donde pueda explorar, equivocarse y aprender sin miedo.

Prevenir el maltrato es invertir en el presente y en el futuro. Las familias, las escuelas y la sociedad en conjunto tienen en sus manos la posibilidad de romper este ciclo y sembrar, en su lugar, respeto, protección y amor.

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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