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Aprovechar la coyuntura global para transformar la educación universitaria en la República Dominicana

Rafael Méndez Tejeda, PhD.

Educación Universitaria. En un mundo cada vez más interconectado, la educación superior enfrenta desafíos sin precedentes, pero también oportunidades únicas. En el presente año, cambios en la política migratoria y de investigación de los Estados Unidos han generado incertidumbre entre miles de jóvenes científicos y académicos internacionales y nacionales que residen en EE. UU., quienes ahora buscan nuevos espacios donde continuar su trabajo sin trabas políticas ni restricciones institucionales. Esta situación representa una ventana estratégica para países como la República Dominicana (RD), que puede y debe posicionarse como un nuevo centro emergente de producción científica y tecnológica.

Rafael Méndez Tejeda

La RD cuenta con un sistema universitario público y privado que debe renovarse. No hay duda de que la educación superior dominicana ha avanzado en cobertura y acceso, pero aún enfrenta limitaciones estructurales significativas: deficiencias en la inversión en ciencia y tecnología, escasa producción investigativa en muchas universidades, poca vinculación con el sector productivo y una internacionalización limitada. Estos desafíos han frenado el impacto que las universidades pueden tener en la solución de los problemas nacionales, desde el desarrollo sostenible hasta la salud pública, la innovación empresarial, la resiliencia climática y aumento en la tasa de empleos de calidad.

El endurecimiento de las políticas de visado en Estados Unidos, sumado a restricciones presupuestarias en centros de investigación de alto nivel, han provocado que muchos científicos con formación de primer nivel busquen alternativas en otras regiones. América Latina, y especialmente países con potencial de crecimiento académico como República Dominicana pueden beneficiarse enormemente si logran captar parte de ese capital humano.

Para ello, es indispensable para RD adoptar políticas proactivas: crear programas de atracción de investigadores extranjeros, facilitar permisos de residencia y trabajo, establecer convenios con universidades afectadas por las restricciones estadounidenses, y sobre todo, garantizar condiciones dignas para la investigación científica, desde laboratorios hasta acceso a fondos competitivos, creando un centro de investigación independiente de las universidades con proyectos estratégicos y colaborativos.

Aprovechando este contexto internacional, la República Dominicana debe ir más allá de mejorar su educación universitaria tradicional, inspirada en modelos exitosos como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en España o el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) en México, solo por mencionar algunos.

Aunque estos centros son de carácter estatal, es importante destacar que no dependen de las universidades, sino que operan como instituciones autónomas dedicadas exclusivamente a la investigación y formación científica avanzada. Sin embargo, mantienen vínculos estrechos con universidades públicas y privadas, a través de convenios, programas de formación doctoral, estancias posdoctorales y proyectos colaborativos. Esta estructura permite una mayor especialización, continuidad investigativa y flexibilidad administrativa. Al mismo tiempo, nutre a las universidades con conocimiento actualizado, formación avanzada y redes internacionales.

Contar con una institución de esta envergadura en el país permitiría organizar la política científica nacional, promover la interdisciplinariedad y posicionar a la República Dominicana como un nodo regional en la generación de conocimiento sin limitar la producción científica al marco institucional universitario tradicional.

Mientras algunas naciones cierran sus puertas a la ciencia global, la República Dominicana puede destacarse como un territorio abierto al conocimiento, la innovación y el progreso. Convertirse en un punto de referencia regional en investigación científica es posible, siempre que exista visión, voluntad política y compromiso con la excelencia.

No se trata simplemente de reformar las universidades, sino de construir una infraestructura científica moderna y autónoma que impulse el desarrollo sostenible del país. Aprovechar esta coyuntura global para transformar la educación universitaria y construir centros nacionales de investigación de primer nivel, independientes y colaborativos, no es solo una oportunidad: es una necesidad histórica.

El autor es investigador del Laboratorio de Investigación en Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Puerto Rico en Carolina, miembro del Comité de Expertos y Asesores en Cambio Climático (CEACC) del Gobierno de Puerto Rico, de la Junta Universitaria de la Universidad de Puerto Rico y afiliado a la Universidad de Yale.

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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