La gran hazaña de Límber y después Otoño marca el inicio de la veta narrativa de Pedro Mir. Fue publicado en una etapa de máxima difusión de la literatura hispanoamericana, con los autores del Boom consagrados como clásicos modernos. Mir se incorpora a esta corriente consciente del mercado, en un momento en que la poesía había cedido terreno ante la novela y el ensayo. No obstante, su ingreso se da desde la tradición de la experimentación formal, desarticulando estructuras, pero siempre a su modo, lo que constituye parte de su grandeza.
Este libro de relatos se estructura como una unidad, evocando Las mil y una noches por el modo en que se enlazan las historias. Retiene el interés de la narración tradicional por contar una historia con inicio y fin, pero incorpora elementos del Boom como la omisión de signos de puntuación, el orden fragmentado de los renglones, y una intensa transtextualidad que amplía imágenes y contiene referencias metapoéticas. Así, se construye un arte que reflexiona sobre sí mismo.
Mir se aproxima al cuento desde la tradición oral de contar historias, lo que lo ubica, en cierto sentido, en una etapa anterior a la revolución formal que inaugura Juan Bosch en 1933 con Camino Real. A diferencia de Bosch, Mir no se enfoca en la narración circular ni en el desenlace sorpresivo. En cambio, le interesa una narración que sirva como espacio de reflexión sobre temas que lo han ocupado como ensayista, esteta e historiador.
El reto para el lector es descubrir a ese gran escritor que es Mir, cuyo dominio del lenguaje y de la forma le permite trascender lo tradicional y construir una obra de valor sostenido. La gran hazaña de Límber y después Otoño está formada por tres historias unificadas que, aunque podrían parecer fábulas, van más allá del apólogo para plantear ideas fundamentales sobre la vida.
Estas historias con animales permiten reflexionar sobre el sentido de la existencia. En “Gaos”, el tema se amplía hacia el amor, el vínculo entre humanos y animales, y la violencia ejercida contra estos, lo cual se enmarca en una lógica política más evidente en “El potro gris”, donde la violencia es representativa de la dictadura.
La primera narración, Límber, tiene su origen en la biografía de los Mir, quienes se trasladaron de San Pedro de Macorís a la capital. El perro Límber los sigue y luego regresa solo a San Pedro. Las historias de Límber y Gaos tienen por cronotopo la provincia, mientras que Otoño, con una referencia a Nueva York, se desarrolla en la capital. El espacio provincial le permite a Mir reconstruir el San Pedro de Macorís cocolo de su infancia, abordando también la cultura de los inmigrantes de las islas que trabajaban en los ingenios azucareros dominicanos.
En Límber y Gaos, Mir no se aparta de sus tesis ni de su mirada intelectual. La figura del ensayista se proyecta en la construcción de sus relatos, acompañada por una formación estética y una intertextualidad donde se funden ideas políticas y erudición. Se advierten referencias a la modernidad, a autores enciclopedistas como Rousseau y Voltaire, herederos del paradigma de la naturaleza de la antigüedad clásica y del Renacimiento.
Los personajes y las historias se entrelazan, y en el Postscriptum se sintetizan todas, lo que evidencia una escritura que busca la forma literaria y la trasciende. Otoño actúa como bisagra narrativa entre Límber y El potro gris. Puede decirse que tiene un carácter autobiográfico. Mir alude a esta historia en otros textos: dos jóvenes se encuentran en el puente levadizo del Ozama, ella de Hato Mayor, él de la capital. Pasean por el malecón y el Paseo Presidente Billini. El romance es interrumpido por el desfile de funcionarios del régimen, encabezado por Trujillo, cuya presencia interrumpe incluso el amor.
La historia romántica queda ligada a los movimientos juveniles democráticos de resistencia y al Partido Socialista Popular, en una supuesta apertura trujillista. El episodio de los pasquines, narrado también por Virgilio Díaz Grullón, se relaciona con la salida de Mir del país. En el cuento, un telegrama malinterpretado por el Servicio Secreto desencadena la persecución. Así, la dictadura aparece como un ruido que descompone el amor, del mismo modo que la violencia contra Gaos simboliza la represión general.
Este libro, lamentablemente, ha tenido escasa recepción en la cultura dominicana. Solo El potro gris ha sido canonizado gracias a su inclusión en La narrativa yugulada de Pedro Peix. Sin embargo, el libro entero representa la entrada de Pedro Mir a la narrativa y constituye una propuesta que conjuga lo tradicional y lo vanguardista, construyendo textos en los que se entrecruzan su biografía, su visión crítica y sus obsesiones intelectuales. Las referencias metapoéticas, las menciones a otros autores y la intertextualidad lo posicionan como un intelectual latinoamericano de alto vuelo que traslada su experiencia a la narrativa dominicana.
En ¡Buen viaje Pancho Valentín, memorias de un marinero!, Mir escribe un relato de memoria lleno de referentes culturales, poéticos y políticos. El texto se sitúa tras veinte años de exilio. Es una crónica del regreso, del asentamiento familiar, del reencuentro con la realidad dominicana posterior a la dictadura. La memoria aparece como indagación del pasado, como acto de recuperación de lo personal y lo colectivo.
Desde el inicio, Mir aclara que no es una novela y expone su teoría sobre el género. Considera que la novela debe evitar el realismo y fundarse en el arte puro, aunque su propio texto se inscribe de lleno en la realidad de la posdictadura. El manuscrito se presenta como texto encontrado, en la tradición de El Quijote, La familia de Pascual Duarte y El lobo estepario. Surge así un narrador ficticio que actúa como editor del texto hallado: La efímera existencia de Pancho Valentín. El uso de este recurso narrativo evita una relación homodiegética y escamotea el pacto autobiográfico. Pancho Valentín es, en efecto, un alter ego de Mir.
Campoflorido, espacio donde se instala el personaje al volver del exilio, se construye como un cronotopo que representa un país agrario, alternativo a la ciudad moderna creada por la dictadura. El texto mezcla poética y ensayo, narrando la vida del autor como un itinerario cultural y político. No se centra en la cotidianidad, sino en una exploración simbólica del tiempo vivido, del presente, del pasado y del porvenir dominicano.
Mir aborda la efímera esperanza democrática con Juan Bosch y su rápido derrocamiento. El narrador no propone una revolución, sino una búsqueda de estabilidad que nunca ha llegado. A través del personaje D., se resumen los episodios de represión y violencia, y se expresa la percepción de un país sumido en la oscuridad.
D. representa la voz alterna, el amigo que lo acompaña y le ofrece una visión esperanzadora del país. La historia dominicana es la historia del despotismo, pero también del pueblo que ha vencido etapas de opresión. La esperanza se funda en ese pueblo que resiste y que, aunque su historia no siempre se escriba, es protagonista constante del drama nacional.
Finalmente, Pedro Mir articula su obra en torno a metáforas de destrucción: el incendio, el huracán, la modernidad que arrasa con lo natural. El perfume de la resedá se convierte en la síntesis poética del recuerdo materno y la infancia. Buen viaje Pancho Valentín es una crónica, una memoria, una metáfora, y también el testimonio de un poeta que, sin hablar directamente de sí, ofrece el mapa político y estético de su vida y del país.
Fuente: hoy.com.do


