Huerto escolar. En medio del concreto y la falta de áreas verdes, el Liceo Los Jardines del Norte, en Santo Domingo, ha logrado cultivar algo más que hortalizas: ha sembrado conciencia, trabajo en equipo y educación ambiental.
Con el nombre “Cosechando conocimiento y sostenibilidad: nuestro huerto escolar”, este proyecto representa una de las buenas prácticas educativas más inspiradoras del año. Fue liderado por la docente Glenys Macea y ejecutado con el apoyo de la Junta de Centro, el Ministerio de Agricultura, el Departamento de Ciencias de la Naturaleza y más de 200 estudiantes de secundaria.
Una respuesta creativa a un entorno urbano
En cumplimiento del convenio entre el Ministerio de Educación (MINERD) y el Ministerio de Agricultura, que promueve la creación de huertos escolares, el liceo se enfrentó a un desafío: ¿cómo crear un espacio de cultivo en un centro sin áreas verdes ni recreativas?
La solución fue tan práctica como ingeniosa: mesas de cultivo y un huerto vertical con macetas, adaptado a la realidad del centro. La Junta de Centro financió la adquisición de los materiales, mientras que Agricultura donó semillas, sustratos, herramientas y asesoría técnica.

Aprendizaje desde la práctica
El proceso incluyó siembra, germinación, cuidados, control de plagas con soluciones orgánicas elaboradas por los propios estudiantes, y finalmente, la cosecha. A través de un cronograma de trabajo colaborativo, los alumnos experimentaron directamente los ciclos de la naturaleza.
Pero más allá del cultivo, el valor educativo fue inmenso. El proyecto se integró al currículo de Ciencias de la Naturaleza, abordando temas como ecología, química de los seres vivos, sostenibilidad y agricultura urbana.
“La satisfacción de cosechar donde nadie pensó que se podría no tiene comparación.”
— Prof. Glenys Macea
Más allá del aula: comunidad y conciencia ambiental
Uno de los logros más destacados fue su impacto comunitario. El liceo donó plántulas de tomate a familias del sector, extendiendo el mensaje de sostenibilidad fuera del plantel.
Además, los estudiantes no solo aprendieron sobre agricultura orgánica, sino que vivieron los valores del trabajo en equipo, la resiliencia y el respeto por el entorno. En palabras de Juarlyn Peña, estudiante de 5to B:
“Nuestro huerto no solo dio frutos. También cultivó conciencia, trabajo en equipo y amor por la tierra.”

Un modelo replicable
Este huerto demuestra que es posible transformar entornos urbanos en espacios de aprendizaje vivo. Su éxito abre la puerta a que otros centros escolares se inspiren y adapten la iniciativa a sus realidades.


