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Educar las emociones, antídoto contra problemas conductuales

Educar las emociones. El incesante avance tecnológico derribando barreras comunicacionales abre horizontes, despierta expectativas ilimitadas, anhelos que no pueden obtenerse de inmediato, a un golpe de clic. Toman tiempo, en gran medida son el fruto de un denodado esfuerzo, de paciencia, de mucha perseverancia.

Tales expectaciones, comunes en adolescentes y jóvenes, se refuerzan con la tendencia en padres y madres de satisfacerles sus deseos sin establecer límites ni motivaciones, induciéndolos a querer tenerlo todo fácil, exponiéndolos a frustraciones, adicciones al alcohol o drogas narcóticas, a sufrir depresión o ansiedad, entre otros trastornos mentales.

Una situación estresante que ensombrese el hogar, que a muchas madres sume lacerante dolor ante un hijo drogadicto o delincuente, que a tantos padres causa ira, desaliento, impotencia, al no poder reencauzar a su su hijo, a su hija, por el camino correcto.
Lo material no basta

Son parte de los amargos efectos de la nociva conducta de progenitores, originada en la falsa creencia de que lo material basta, sacia los anhelos de hijos e hijas. Grave error en que incurren desde la infancia, sacrificando el tiempo en familia, la diversión compartida.

Los privan del contacto paterno o materno, pretendiendo compensar su ausencia con bienes materiales, a fin de complacerles, ganar su aprecio, evitar discusiones, forma equívoca de buscar su aceptación que también obedece al deseo de estar tranquilos, de anestesiarlos como hacen a los pequeñines con la tablet o el iPad.

Este proceder no predomina sólo en familias pudientes, ocurre en otras de menores ingresos bajo el argumento de que sus descendientes tengan lo que por su condición económica a ellos les faltó.
Es válido su deseo de darles mejor nivel de vida, buena educación académica, pero no complacerles en cuanto deseen al alto precio de trabajar más privándolos de la conversación con sus hijos e hijas, a quienes apenas ven.

Aprender del fracaso

Un reto del hogar, de escuela, de la sociedad, es la tarea de educar las emociones, conscientes de la relevancia que tiene el mundo de los sentimientos en todo proceso educativo. Instruir a los hijos e hijas acerca de la realidad, que las pérdidas y el dolor son partes inevitables de la vida, y es posible convertir la frustración en oportunidad para el crecimiento y maduración personal.

Convencerlos, aunque les desagrade, de que no todo puede conseguirse fácilmente, que hay que aprender a vivir con las privaciones. Enseñarles a convivir con el deseo no siempre satisfecho, a ser tolerantes ante la frustración y aprender del fracaso.

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Inducirlos a reflexionar sobre los estragos del fracaso para aprender, extrayendo buenas enseñanzas y evitar que se repita.

Tomar conciencia de que las dificultades que entraña el fracaso amplían la posibilidad de avanzar, de que sea antesala del éxito. Convertirlo en una experiencia que permita descubrir fortalezas, tener mayor autoconfianza, seguridad interior, autodominio.

Evolución de la conciencia

La evolución de la conciencia es irreversible, en cada etapa de la vida se va nutriendo con la influencia del entorno, de quienes rodean a la persona, de la educación de las emociones y afectividad.

La manifestación con palabras ante los demás de los sentimientos y emociones permite tomar conciencia de estos, poder expresarlos y saber manejarlos desarrollando estrategias para controlar la ira, vencer el miedo o la apatía, resolver conflictos de manera positiva, crear mejores vínculos sociales.

En ese proceso, la labor del hogar debe reforzarla la escuela, ambos pueden hacer mucho más que esperar a que en la vida del niño o la niña, de un adolescente, la conciencia curse sola.

La conciencia de los límites, de las perdidas y vulnerabilidades es clave para orientar la vida. Es la base para vivir con mayor plenitud, con todo el sentido que proporciona una responsabilidad más consciente, otorgando la importancia debida a las cosas que la tienen.

Aunque en varios países existen experiencias que deben emularse, no es frecuente que los planes educativos incluyan el adiestramiento a la manifestación de las emociones, a la generación de confianza e intimidad emocional. Quizás los mismos padres, madres y profesores fueron educados en la represión, el silencio emocional o expresión explosiva de los sentimientos.

No obstante, mantienen vigencia corrientes pedagógicas que tienden a educar emocionalmente al alumnado, enseñarles a ser fieles a la realidad y a la creatividad responsable.

Sus promotores están convencidos de que las emociones hay que entrenarlas tal como nos entrenamos físicamente, para alcanzar equilibrio interior, serenidad, bienestar emocional.

Sin contenciones que ahoguen la creatividad ni sembrar pesimismo y desaliento, enseñarles en el hogar y la escuela a manejar los sentimientos, de modo que pueden alcanzar calidad en su salud emocional y en la comunicación, la capacidad para afrontar conflictos internos e interpersonales.

Asimismo, procurar que aprendan a controlar y a encauzar asertivamente la agresividad, a manejar y hacer fecunda la soledad y la tristeza, sacar partido al miedo y de la ansiedad, elaborar el significado de la culpa.

De la capacidad para manejar las emociones y sentimientos dependerá su comportamiento.

Depresión y la ansiedad

Son muchos los factores que concurren en la prevención de procesos patológicos físicos o psicológicos. Pocos como la educación emocional y afectiva. Enseñar a niños y niñas, adolescentes y jóvenes a ser asertivos, a autoafirmarse respetando a los demás, constituye una forma preventiva de neurosis, depresión, anorexia, dependencias, y todo tipo de enfermedades.

Y es así porque el cuerpo reacciona también en función de las emociones, de la influencia en el sistema inmunitario del bienestar y malestar emocional.

En fin, educar las emociones constituye un reto preventivo, un valioso aprendizaje que puede convertirse en estimulante de los recursos internos y en instrumento para ganar un soporte emocional.

Un reto, tarea pendiente que ayudaría a afrontar la realidad con mayor madurez y autodominio, a crear mejor ambiente en el hogar, la escuela y la sociedad, a reducir la violencia, los desórdenes conductuales.

Fuente: https://hoy.com.do/

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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