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Causas que motivaron la Rebelión de Enriquillo en la Sierra del Bahoruco

La rebelión de Enriquillo fue el hecho más trascendental que sacudió a la isla La Española durante las tres primeras décadas del siglo XVI, la cual tuvo sus inicios en el año 1519 y finalizó en el año 1534. Si bien esta acción bélica tuvo su origen en motivaciones propiamente personales, relacionadas con las injusticias cometidas por los encomenderos y las autoridades coloniales contra el cacique del Bahoruco y su esposa Mencía, posteriormente adquirió la dimensión de una verdadera lucha por defensa de los derechos humanos de la etnia en extinción de los aborígenes taínos.

Esta insurrección tuvo un gran impacto primero en la villa de San Juan de la Maguana con la derrota de los verdugos de Enriquillo y su mujer, Andrés de Valenzuela y el teniente de gobernador Pedro de

Vadillo; luego en toda la región del Suroeste y Santo Domingo, cuando el cacique se adueñó de las montañas y las diferentes estribaciones de la sierra del Bahoruco tanto en la parte oriental como occidental, derrotando de forma vergonzante a las tropas de la gobernación colonial y la Real Audiencia, dirigidas por el teniente Diego Peñalosa, el capitán Iñigo Ortiz y nuevamente por el teniente de gobernador Pedro de Vadillo.

Esta revuelta tuvo un gran impacto en la península Ibérica, cuando los sucesivos gobernadores y los presidentes de la Real Audiencia le escribieron a la corona española, narrándole la situación económica y social difícil que había generado el levantamiento de Enriquillo. Esto obligó al emperador Carlos I de España y V de Alemania, a la emperatriz Isabel de Portugal -en ausencia del monarca- y al Consejo de Indias, a adoptar medidas decisivas para enfrentar el estado de cosas, como enviar al capitán Francisco de Barrionuevo al frente de una armada real de doscientos combatientes para lograr la paz, fuese a través de un proceso de negociación con los rebeldes o mediante la implementación de una ofensiva final que lograra aplastar la sublevación de una vez por todas.

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La rebelión de Enriquillo tuvo sus orígenes en causas más remotas, como el exterminio de que habían sido víctimas sus ancestros más lejanos por parte de aquellos invasores, conquistadores y colonizadores españoles que, sin contemplación alguna, les habían sometido a los más crueles tratos, sojuzgamientos y explotaciones. De igual modo, en la matanza del de Xaragua, de la que el propio Guarocuya fue víctima, pero donde fueron asesinados su abuelo, su padre, su tío, señores y demás personas del cacicazgo hacia el año 1503, cuando el gobernador de la isla La Española, frey Nicolás de Ovando, arrasó con aquella comunidad próspera que dirigía la gran cacica Anacaona, quien le recibió inocentemente con gran amabilidad y entusiasmo, junto a todos sus caciques nitaínos, agasajándole con los cánticos y bailes tradicionales que habían heredado de varias generaciones anteriores.

Otra causa mediata hay que buscarla en la implementación del sistema de encomiendas que puso en ejecución el comendador Nicolás de Ovando desde el inicio de su gestión en la colonia y que fue profundizado durante el gobierno de Diego Colón, lo que trajo consigo una disminución drástica de la población aborigen en poco tiempo. Para el año 1508 el Tesorero General de las Indias, Miguel de

Pasamonte, realizó el primer Censo de Población en Santo Domingo, que arrojó un total de 60 mil indígenas; pero ya en el año 1509 tan solo habían 40 mil indígenas; en 1510 el virrey Diego Colón hizo un nuevo censo de la población nativa, que arrojó una cifra de 33 mil 523 personas; en 1514 se llevó a cabo el Repartimiento de Alburquerque, el cual arrojó como balance general 25 mil 503 indígenas, pero hacia el año 1518, un año antes de la Rebelión de Enriquillo, la población aborigen era tan sólo de 11 mil personas.

Para el año de 1519, fecha en que inició la Rebelión de Enriquillo, la población nativa no debía sobrepasar las 10 mil almas. Para el año 1528, momento en que la insurrección indígena estaba en pleno apogeo, la población aborigen era tan sólo de 4 mil 500 personas. Esto hace suponer que, para el año de 1533, fecha en que concluyó el levantamiento del Bahoruco, la población autóctona no debía sobrepasar de las mil personas. Ya para el año de 1535, dos años después de la última gran rebelión indígena, la población vernácula era de apenas 200 personas[1].

Enriquillo había pasado a ser el cacique principal del encomendero y regidor de la villa de San Juan de la Maguana, Francisco de Valenzuela, quien le acogió a él y a su futura esposa, doña Mencía o Lucía, como si fueran sus hijos. El Repartimiento de Alburquerque, del año 1514, en torno a esta encomienda de San Juan de la Maguana, establece lo siguiente:

A Francisco de Valenzuela, vecino e regidor de la dicha villa, se le encomendó cuatro naborías de casa que registró con una de su hijo; son las dos allegadas. Más se le encomendó en el cacique del Baoruco [Baoraco] con cuarenta e seis personas de servicio, con más todos los niños que fueren sus hijos que no son de servicio. Más se le encomendó ocho naborías de casa que registró Diego Franco por García Soler, que se sacaron del repartimiento de la Vera Paz. A Francisco Hernández, vecino regidor de la dicha villa, se le encomendó cuatro naborías de casa que él registró. Más se le encomendó en el cacique Enrique del Baoruco [Baoraco] treinta e seis personas de servicio, con más todos los niños que parecieren ser sus hijos que no sean de servicio. Mas se le encomendó en el dicho cacique diez viejos [e diez e seis niños] que no son de servicio[2].

Ese importante documento colonial pone de relieve que Enriquillo, el cacique del Bahoruco, fue el principal jefe de los indios encomendados por el Repartimiento de Alburquerque en la hacienda de Don Francisco de Valenzuela, en la villa de San Juan de la Maguana hacia el año de 1514, momento en que la etnia aborigen se encontraba en el ocaso de su existencia. Una vez falleció Don Francisco, su hijo Andrés de Valenzuela pasó a ser el dueño absoluto de la finca de su padre y el amo de todos los aborígenes encomendados, incluyendo al cacique Enrique, de quien pasó a codiciar la yegua que le había regalado Fray Bartolomé de las Casas y finalmente a su esposa Mencía, a la que trató de violar y luego le propuso dejar a su marido para que se quedara viviendo con él. Pero Mencía tuvo la reciedumbre moral de rechazarle, pedir auxilio, contárselo a Enriquillo y finalmente mudarse con su esposo a una casa modesta para evitar el roce y conflicto con el desconsiderado amo.

No obstante, Andrés de Valenzuela continuó el acoso a la mujer de Enriquillo y a este no le quedó otra alternativa que ir a quejarse ante la autoridad principal de San Juan, el teniente de gobernador, Pedro de Vadillo, de las acciones de irrespeto y desconsideración que estaba tratando de cometer su nuevo amo con su mujer. Pero en lugar de encontrar protección, apoyo, solidaridad y justicia en la autoridad, lo único que encontró fue reprimenda, amenazas y finalmente prisión por varios días.

No conforme con el trato recibido por parte del teniente Vadillo, Enrique le informó a su esposa Mencía de su decisión de ir a la ciudad

de Santo Domingo para llevar ante el alto tribunal de la Real Audiencia su denuncia de la afrenta recibida por el ultraje que fue objeto su mujer de parte de su nuevo patrón Andrés de Valenzuela. La respuesta recibida por el cacique Enriquillo del alto tribunal de las Indias fue la de entregarle una carta dirigida a su verdugo, el teniente de gobernador de San Juan de la Maguana, Pedro de Vadillo, para que les diera respuesta a sus peticiones de justicia, después de haber pasado hambre e infinitas penurias para llegar hasta la ciudad principal de la colonia.

Enriquillo, con la ingenuidad que le caracterizaba, acudió nuevamente ante el teniente Vadillo, quien le maltrató de nuevo verbal y físicamente, al tiempo que le expresó que, si ponía otra denuncia en contra de Andrés de Valenzuela, no viviría para contarlo, porque él mismo se encargaría de hacerlo prisionero por desacato a la autoridad. La cosa no quedó ahí, ya que cuando Andrés de Valenzuela se enteró que la ausencia de Enrique por varios días se debió a que se dirigió a Santo Domingo a poner una denuncia ante la Real Audiencia de Santo Domingo en su contra por ultraje, intento de violación y robo, así como también lo dejó casi por muerto, de los golpes que le propinó. De esa manera, se ponía de manifiesto una vez más que la justicia en una sociedad clasista siempre está del lado del poder y la riqueza, pero nunca del lado de la verdad, de los más humildes y desprotegidos, aún se hubiese criado entre españoles, como ocurrió con el cacique Enrique.

Fuente: El cacique Enriquillo y la Rebelión del Bahoruco entre los años
1519-1534″ una producción de La Alcaldía del Poder Ciudadano de
Managua -Autor historiador Juan de la Cruz

Elizahenna Del Jesús
Elizahenna Del Jesús
Coordinadora Editorial en Plan LEA, Listín Diario, graduada Magna Cum Laude de la Licenciatura en Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

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