El cierre del año escolar, suele ser momento de evaluaciones, informes y balances. Pero, ¿qué pasaría si en ese ejercicio también escuchamos la voz de quienes viven el aula día tras día? Darles a los estudiantes la oportunidad de proponer mejoras no solo les da protagonismo en su proceso educativo, sino que también ofrece a los docentes una retroalimentación desde una perspectiva muchas veces ignorada.
¿Por qué escuchar a los estudiantes?
- Fomenta el pensamiento crítico y reflexivo: Al pedirles que evalúen lo que funcionó y lo que no, los estudiantes desarrollan habilidades de análisis, comunicación y argumentación. No se trata de “quejarse”, sino de pensar soluciones.
- Fortalece el vínculo docente-estudiante: Sentirse escuchado genera confianza y respeto. Cuando un docente toma en cuenta las opiniones del grupo, se promueve un ambiente de mayor colaboración.
- Brinda retroalimentación auténtica: A veces, las evaluaciones institucionales no reflejan lo que realmente sucede en el aula. Las propuestas de los estudiantes pueden revelar dinámicas, estrategias o contenidos que pueden ser ajustados o potenciados.
- Impulsa una educación más significativa: Cuando los estudiantes sienten que su voz importa, aumentan su motivación y compromiso con el aprendizaje. Se convierten en actores activos de su formación.
¿Cómo se puede implementar?
- Habilita un espacio al final del año para que escriban propuestas concretas: ¿qué les gustaría cambiar?, ¿qué actividades les ayudaron más?, ¿qué sugerencias tienen para mejorar el ambiente de clase?
- Se puede hacer de forma anónima o abierta, según el grado de confianza del grupo.
- Anímales a pensar en soluciones, no solo en problemas.
- Comparte con ellos las sugerencias más comunes y explícale qué será posible aplicar en el próximo año y qué no (y por qué).
¿Cuándo es el mejor momento para aplicar esta evaluación?
Al finalizar el año escolar, cuando los aprendizajes están frescos y los estudiantes pueden reflexionar con mayor claridad sobre lo que funcionó y lo que podría mejorar. También puede realizarse tras proyectos o unidades específicas, como parte de una cultura de retroalimentación continua.
Construir la escuela que queremos
Escuchar las propuestas de mejora del estudiantado no es ceder el control del aula, sino construir juntos un espacio de aprendizaje más justo, empático y efectivo. La escuela también se transforma cuando dejamos de hablar sobre los estudiantes y comenzamos a hablar con ellos.