La mayoría de las malas palabras son casuales, conversacionales y bastante inofensivas.
“El lenguaje es sólo una parte de todo el cambio hacia un estilo de vida más informal”, dijo Timothy Jay, profesor emérito de psicología en el Colegio de Artes Liberales de Massachusetts.
Jay ha pasado un trayectoria estudiando el uso de malas palabras, desde qué lo motiva hasta cómo satisface, indica significado y ofende.
Sugiere que la naturaleza cada vez más informal de la palabra hablada se deriva en parte de la forma en que las personas se comunican en las redes sociales.
Esta entrevista ha sido condensada y editada.
¿Por qué contribuyen las redes sociales a un uso más informal del lenguaje?
En general, eres anónimo, por lo que no hay consecuencias personales. También es parte de un cambio más amplio hacia un estilo de vida más informal.
¿Es un problema?
Nuestra cultura está en constante evolución y seguirá evolucionando.
Entonces, ¿realmente no ves esto como positivo o negativo?
La jerga está hecha para confrontar la autoridad y crear un código que te identifica como miembro de un grupo. La informalidad del lenguaje coexiste con la informalidad de los estilos de vestir, los comportamientos en el lugar de trabajo, las letras de las canciones, el contenido televisivo, los modales en la mesa, etcétera.
Estás diciendo que las maldiciones que la gente antes evitaba ahora se dicen con regularidad.
Durante años, pedí a la gente que clasificara las palabras altisonantes en una escala del uno al 10. Un 5 sería “maldición” o “infierno”. Hace 100 años no se podrían haber dicho en la radio; hoy están en las tiras cómicas del periódico.
¿Provocan estas palabras agresión física?
Mi grupo de investigación ha grabado a más de 10 mil personas maldiciendo en público. Ni una sola vez hemos visto que estos usos se conviertan en agresión o violencia. La mayoría de las malas palabras son casuales, conversacionales y bastante inofensivas.
¿Qué nos atrae de una palabra en particular?
Es personal. El historial psicológico de uno al escuchar y decir una palabra principalmente en la infancia, y luego la consecuencia de usar la palabra nuevamente, provoca los sentimientos previamente asociados con la palabra. Es social, lo que significa que las palabras que son importantes emocionalmente no sólo dependen de la relación psicológica del hablante con la palabra, sino también del valor de la palabra dentro de la comunidad del hablante. Y es físico.
¿Sugiere eso que los eufemismos pueden no satisfacer y que, por lo tanto, no podemos frenar el maldecir?
La clave para romper un hábito es estar consciente de que lo haces y luego tratar de evitarlo.
¿Entonces puedes cambiar el patrón si lo deseas?
Sí. Si piensas en cómo funciona la memoria, lo que has hecho es activar la nueva palabra en tu cerebro. Hace poco estaba viendo a mi nieto, un esquiador, cuando salió de la pista. Y dije: “chihuahua”. Tiene 18 años y trato de no maldecir frente a él. Pero tengo que pensar en ello, particularmente cuando juego golf.
Fuente: eltiempo.com