Planes de estudio coherentes y poner el foco en el progreso del estudiante y en la formación de los docentes, entre otras medidas
¿Qué es lo que hace que un país mejore sus puntuaciones PISA? Optemos, mejor, por plantearnos una pregunta aparentemente idéntica, pero en realidad mucho más importante: ¿qué es lo que hace que un país mejore los conocimientos y destrezas de sus estudiantes?
En primer lugar, todo empieza con el plan de estudios. Es el acta fundacional de la educación. Puede ser nacional, federal, regional o establecerse tras un evento local. Puede ser más o menos detallado, puede traducirse posteriormente a baremos o incluirlos desde un principio, pero si carece de objetivos de aprendizaje claros, ningún sistema educativo podrá progresar.
En segundo lugar, el plan de estudios, o estructura curricular si se compone de diferentes módulos, debe ser ambicioso, exigente y establecer objetivos claros. Estos objetivos deben seguir una secuencia que cree cimientos sólidos para el progreso de los alumnos. El conocimiento es una base necesaria para el desarrollo de destrezas y valores.
En tercer lugar, hace falta un todo coherente que gire en torno a objetivos curriculares concretos. No tiene sentido que los instrumentos de evaluación se centren en cuantificar la consecución de determinados objetivos de aprendizaje, que los libros de texto hagan hincapié en otros, y que se bonifique a los centros por lograr otros más. Coherencia
En cuarto lugar, es necesario potenciar el nivel al tiempo que se mejoran los resultados de los alumnos con bajo rendimiento. Nunca podrá ser aceptable conseguir una media más alta a costa de permitir que una fracción importante de los alumnos no acaben adecuadamente preparados en lo académico y en lo personal, como tampoco lo será reducir las disparidades devaluando los resultados generales. En resumen: un sistema exigente no es incompatible con prestar la adecuada atención a los estudiantes con bajo rendimiento.
En quinto lugar, la pedagogía es importante. Es necesario hallar un equilibrio adecuado entre la innovación que conllevan los nuevos enfoques pedagógicos y tecnologías, y el interés por los métodos básicos de eficacia demostrada. Tan perjudicial es insistir en mensajes utópicos que obvian los pasos básicos del aprendizaje como obcecarse en una versión conformista de los progresos de los alumnos y negarnos a mejorar como docentes. Los estudiantes no son pequeños expertos capaces de descubrir el mundo entero ellos solos, pero podrían llegar a serlo si se les guía mediante los imprescindibles pasos intermedios.
En sexto lugar, la evaluación es crucial. PISA y otras herramientas ILSA son importantes, pero un sistema educativo solo puede progresar si se le realizan evaluaciones frecuentes y fiables, tanto formativas como sumativas, si se verifican los objetivos de aprendizaje del alumno, si dispone de un sistema independiente de exámenes.
En séptimo lugar, los docentes son mediadores y agentes esenciales del sistema educativo. Si la formación en magisterio tiene carencias es poco probable que pueda salvarse este escollo mediante la experiencia laboral. El proceso completo de formación en magisterio, el proceso de contratación, el desarrollo y promoción profesionales son cuestiones serias que muy pocos países han logrado abordar con éxito.
En octavo lugar, es importante informar e involucrar a la opinión pública. Los países que afirman que su participación en PISA y que contar con evaluaciones externas ha tenido consecuencias positivas en su sistema educativo son los mismos que han logrado implicar e informar al conjunto de la sociedad, lo que ha permitido que la presión popular y el apoyo público jugaran a su favor en la puesta en marcha de mejoras.
En noveno lugar, es necesario centrarse en lo esencial. Y lo esencial es el progreso de los estudiantes, empezando por su desarrollo cognitivo, pero incluyendo también sus destrezas, aptitudes y desarrollo general. A la vista de que la banalidad de los debates políticos, los intereses profesionales y los servicios informativos pueden hacer que el debate tome derroteros diferentes, es necesario priorizar un objetivo por encima de todos cuando se trata de educación: el progreso de los alumnos.
En décimo lugar, las políticas educativas no deberían valorarse tanto por sus intenciones, como por los resultados que obtengan los estudiantes.
Fuente: https://www.nuevarevista.net/