Marisol Ivonne Guzmán Cerda
Participando en una conferencia para padres, me encontré con una madre que presentó una situación que tenía con su esposo que la lleva a vivir conflictos en relación a crianza de los hijos. Su inquietud estaba enfocada en que el señor tiene un pensamiento rígido en relación a la crianza; no entiende los cambios del ciclo y les impide que tomen decisiones por sí solos, siendo adolescentes. Esto genera muchos desacuerdos entre ellos dos, y les afecta en la relación de pareja. Esta situación es muy común verla en la consulta clínica. Para entender el tema, es importante iniciar por explicar qué es pensamiento rígido, lo que lleva a definirlo como una estructura mental impositiva, inflexible y autoritaria, que impide hacer conexiones con la realidad, llevando a la persona a tener conflictos con su entorno. Algunos padres que vienen de familias rígidas utilizan las mismas pautas o transacciones con sus hijos, imponiendo su voluntad.
Es necesario promover espacios saludables para garantizar el desarrollo vital de los hijos. La crianza en tiempos globalizados es un verdadero reto. Una norma establecida basada en represión, imposiciones y disciplinas deficientes, impacta el desarrollo emocional y cognitivo; si bien es cierto que cada familia hace un patrón de crianza partiendo de las costumbres que tienen de sus familias de origen y las expectativas que construyen en su interacción con el medio. No existe un manual exclusivo para criar, pero sí existen evidencias de estilos usados por los padres que afectan el desarrollo de los hijos cuando los patrones son muy distintos.
Cuando los padres tienen pensamientos rígidos impiden que los hijos crezcan mentalmente con lo que no sabrán cómo afrontar los problemas que son propios de su etapa. Estos padres tienden a realizar un registro de pensamientos, emociones y conductas que reflejan la personalidad que la forma.
En las teorías del aprendizaje se habla de un concepto de aprendizaje por experiencia, que significa que una conducta puede ser moldeada a través de estímulos o experiencias directas, que se establecen como patrones. El ser humano no siempre está consciente, porque mientras más presencia del estímulo conductual, más se refuerza la conducta. Para que se realicen las pautas primero tiene que llegar al pensamiento y luego a un esquema. Autores como Beck (1979) destacan el valor de estudiar los esquemas para comprender los pensamientos rígidos. Un esquema es en sí mismo una forma de interpretar la realidad que en la mayoría de los casos es fija e invariable.
Hay diferentes tipos de actitudes ante los pensamientos rígidos, entre ellos, la negatividad para aceptar los cambios de etapas en sus hijos, rechazo a las nuevas opiniones, vivir en retroceso, no aceptar las contradicciones y evitar valorar las opiniones de los demás por miedo a perder el control. Muchos padres tienen una filosofía rígida para llevar a las actitudes “debería”: piensan que los hijos deben hacer exclusivamente lo que ellos pautan.
Los cambios en las familias son necesarios y naturales, lo ideal es que los padres puedan tener acuerdos para la crianza de los hijos. Se recomienda que, al criarlos, es consideren hacerlo positivamente, dándoles la oportunidad a expresar y ser guiados.
Los padres están para criar, formar y estimular a sus hijos para que se desarrollen de forma integral. Es posible hacer el cambio de pensamiento, pero es necesario reconocer que no se puede controlar todo y que el crecimiento de los hijos es ascendente. Las discusiones frente a los hijos debilitan la relación, hay que enseñarles a diferenciarse y lograr la autonomía para estar listos para enfrentarse al grupo social.
La autora es educadora, terapeuta y decana de la Facultad de Humanidades y Educación de la UNPHU